SAN MARGARITO FLORES GARCÍA
1927 d.C.
12 de noviembre
Nació en Taxco de Alarcón,
Gro., el 22 de febrero de 1899. De humilde condición, ingresó
al seminario conciliar de Chilapa, mereciendo por su lucidez intelectual
numerosos diplomas y menciones honoríficas.
Presbítero desde el 5 de abril de 1924, catedrático
del seminario y poco después, ministro de la parroquia de Chilpancingo,
Gro., se le recuerda serio sin ser adusto, atento y amable con todos, siempre
dispuesto a servir con humildad y sacrificio.
Rotas las relaciones entre el Estado mexicano y la Iglesia
católica, en 1926, fue trasladado a Tecalpulco, Gro. A poco de llegar,
tuvo en las montañas en una travesía de muchas horas para salvar
la vida. Pernoctando en el campo, sin probar alimento, llegó a la
casa paterna en Taxco.
En los primeros días del 1927 se trasladó a la
ciudad de México. En esa metrópoli se incorporó a las
labores de la resistencia pacífica de los católicos y a perfeccionar
sus aptitudes artísticas tomando un curso de pintura en la Academia
de San Carlos. En junio de ese año fue recluido en los separos de la
inspección general de policía, a cargo del general Roberto Cruz.
Durante su estancia en ese lugar atendió espiritualmente a los detenidos.
En octubre regreso a Chilapa. La víspera de su partida
ofrecido, durante la Misa, su vida y su sangre por México. En su diócesis
lo hicieron Vicario sustituto de la parroquia de Atenango del Río,
Gro. De inmediato dispuso su partida. Pernoctó la primera noche en
Tulimán, Gro. Al día siguiente, el comisario de ese lugar, J.
Cruz Pineda, le proporcionó un guía para que lo condijera a
su destino. Apresado por un destacamento del ejército federal, un capitán
de apellido Manzo, después de interrogarlo lo remitió a Tulimán.
En el trayecto lo dejaron en ropa interior, descalzo, atado de las manos
caminando a pie llego a Tulimán.
La mañana del 12 de noviembre de 1927 el capitán
Manzo ordenó que a las once horas se ejecutara al reo. En el improvisado
paredón oró en silencio; uno de los soldados le pidió
perdón. El mártir contestó: “No sólo te perdono,
también te bendigo”. En pie, viendo de frente a sus verdugos, se negó
a que le vendaran los ojos, recibió la mortal descarga. El cadáver
fue abandonado en ese lugar. En 1946, a instancias de la familia, los restos
fueron trasladados a la capilla del Señor de Ojeda, en Taxco, donde
reposan.
En Acapulco, se venera junto con San David Uribe Velasco, en
una Capilla levantada en su memoria en el Barrio de los Tepetates, cerca del
Zócalo de la ciudad.