BEATA MARÍA CRISTINA DE SABOYA
1836 d.C.
31 de enero
Maria Cristina de Saboya
nació en Cagliari el 14 de noviembre de 1812, fue la última
hijade Vittorio Emanuel I, rey de Cerdeña, y de la Archiduquesa Maria
Teresa de Austria-Este. La educaron esegún los principios de una rigurosa
religiosidad católica. A los nueve años, después de
la abdicación de su padre, la familia se mudó a Génova,
en donde frecuentemente visitaba a su hermana, la duquesa de Modena y Lucca.
Ya desde 1817, cuando tenía 5 años, Francisco
I, rey de Nápoles, había pensado en ella como posible esposa
de su hijo Fernando. Y a éste, dos años mayor, le gustó
la idea en cuanto empezó a pensar en ello como príncipe. Así
que al subir al trono en 1830 empezó un tira y afloja diplomático
(la madre de María Cristina, María Teresa de Austria-Este,
se oponía por la epilepsia de Fernando) hasta que todos concordaron.
Todos, salvo María Cristina. A todos había insistido
en que a las pompas del mundo prefería el retiro del claustro y la
paz del corazón. Pero entendiendo que era su deber como hija y heredera,
el 21 de noviembre de 1832 contrajo matrimonio en Génova.
Según Harold Acton (1904-1994), erudito británico
estudioso de los Borbones de Nápoles, "cuando llegó la hora
de vestirse, rompió en lágrimas y sus damas de honor no sabían
cómo consolarla. María Cristina les explicó que no podía
apartar de sí el terror al matrimonio, hacia el cual no sentía
la más mínima inclinación". Sin embargo, durante toda
la ceremonia mantuvo el tipo y el gesto correctos.
El matrimonio con Fernando II de las Dos Sicilias, fue celebrado
en el santuario de Voltri, cerca de Génova, el 21 de noviembre de
1832.
Durante el breve periodo en que fue reina, Maria Cristina, a quien
sus contemporáneos describen come una dama fina y dulce y de salud
delicada, se dedicó sobre todo a obras de piedad y a las prácticas
religiosas. En el convento de Santo Domingo Soriano fundó un hogar
para los necesitados.
Fernando y ella fueron felices en su matrimonio, aunque la leyenda
negra unitarista difamó esa verdad. María Cristina orientó
a su esposo y rey hacia las obras de caridad. Muy devota, se había
consagrado a la Virgen desde muy pequeña, y leía a diario la
Biblia en la corte, donde procuraba que todos asistiesen a misa el domingo.
No tenía respetos humanos, y cuando iba en su carroza y se cruzaba
con un sacerdote que llevaba el viático en procesión a un enfermo,
mandaba parar y se arrodillaba a su paso. Facilitó muchos matrimonios
de personas pobres que no tenían dinero haciéndoles donativos,
y su preocupación por los más necesitados la hacía muy
querida por casi todos.
Muchas veces obtuvo de su marido la mitigación de una
política represiva contra los condenados políticos, y consiguió
se les conmutara la pena de muerte. Murió el 31 de enero de 1836 al
dar a luz su primer hijo, el futuro Francisco II.
Pese a morir en olor de santidad cuestiones políticas
frenaron su causa, cuando murió faltaba poco para que se pusiese en
marcha un proceso que ni políticamente (por el carácter revolucionario
del evento) ni religiosamente (por su carácter masónico) admitía
que una Borbón devota y piadosa fuese elevada a los altares y convertida
en icono popular.