BEATA LE BOUTIELLER
1883 d.C.
18 de marzo
Amada Adela Le Bouteiller
nació el 2 de diciembre de 1816 en Percy, Francia, fue la tercera
de los cuatro hijos de Andrés Le Bouteiller y Maria Francesca Morel,
ellos eran propietarios de una pequeña parcela de tierra, labradores
y tejedores de telas.
En la escuela tuvo como educadora a la Terciario carmelita sor
Maria Farcy; quien fuera maestra por 48 años y figura clave en la
formación de la juventud de la parroquia y ciertamente inspiradora
de la vocación religiosa de Amada Adela.
El 1 de septiembre de 1827 murió su padre, con tan sólo
39 años, desaforadamente morir a tan corta edad era cosa frecuente
en aquella época, cuando bastaba una simple infección o una
dudosa tuberculosis para provocar el fin de una joven vida; la madre quedó
sola con los cuatro hijos, tuvo que criarlos y proveer su sustento con la
ayuda de los hijos mayores, Amada que casi tenía once años,
continuó los estudios y el resto del tiempo ayudaba en los quehaceres
domésticos.
Los dos hermanos mayores se casaron en 1837, Amada con un poco
más de 20 años, entró a trabajar como domestica para
ganar que vivir.
Con sor Farcy, organizadora de la parroquia, cada año
fue en romería a Chapelle-sur-Vire a unos 15 Km. de Percy y en esta
localidad entró en contacto con la Congregación de las "Monjas
de las Escuelas Cristianas de la Misericordia", fundada en el 1804 por Santa
Maria Magdalena Postel, 1756 -1846, para la educación de la juventud.
Atraída por la espiritualidad de esa congregación,
a los 25 años, el 19 de marzo de 1841, decide consagrarse totalmente
a Dios y entró en la abadía de Saint Sauveur-le-Vicomte, acogida
por la octogenaria fundadora, quien pese a su edad tenía gran vitalidad
y dones del cielo.
Amada tuvo como maestra de novicias a la beata Plácida
Viel, 1815 -1877, quien será la sucesora a la muerte de la Fundadora,
llevando a la Congregación a un desarrollo asombroso.
Cuando Amada llegó, las cincuenta monjas estaban empeñadas
en la construcción de la iglesia de la abadía y en la reparación
de los antiguos edificios, que los habían encontrado en ruinas cuando
llegaron; la vida era austera teniendo en cuenta los años de carestía
que se vivieron, pero eso no asustó a Amada, acostumbrada a las estrecheces
económicas de su familia después de la muerte prematura del
padre.
El 14 de septiembre 1842 recibe el hábito religioso con
el nombre de sor Marta; en el invierno siguiente siendo ya novicia, fue enviada,
por decisión de la Madre Pastel, a la Casa de La Chapelle-sur-Vire,
que sor Marta conocía bien, para ayudar en los servicios materiales
de aquella comunidad.
Un día mientras lavaba la ropa en las aguas heladas del
río Marquerand, la corriente arrebató de su mano una sábana,
en la tentativa de retomarla resbaló en el agua helada lo que le causó
un principio de parálisis en las piernas, por ello tuvo que regresar
a la abadía.
Aquí tuvo un coloquio con madre Magdalena Postel que
lo aseguró que no la tenía pensado regresarla a su casa, más
bien apoyándole las manos sobre la rodilla le prometió que
rezaría por ella; poco después Marta se curó y atribuyó
su curación a la Madre.
El 7 de septiembre de 1843 hizo su primera profesión
en la Abadía Casa-matriz de la Congregación; Marta se fue asignada
a la cocina, al trabajo en los campos y luego al sótano, tarea que
tuvo por unos cuarenta años hasta a la muerte; hizo todo con espíritu
de obediencia, tanto que se ha dicho hizo de modo grande las pequeñas
cosas.
Su vida de monja transcurrió al servicio de Dios y de
sus hermanas de hábito, siempre simple y jovial realizando los servicios
más humildes; entregada a la oración y la meditación,
alimentó su espiritualidad con la lectura de autores de la así
llamada “Escuela francesa de espiritualidad”.
Se ocupó de los criados y de los obreros que facilitaron
su mano de obra, además de los huéspedes de paso; también
distribuyó el vino a 250 personas por día y durante la guerra
ese número llegó a 500 personas.
Se cuenta que durante la guerra entre Francia y Alemania, cuando
los suministros alimenticios de la abadía se agotaron espantosamente,
entonces sor Marta colgó de la pared una imagen de Madre Magdalena,
fallecida hace tiempo y rogó intensamente y desde aquel momento los
suministros de ‘sidra’ (el vino), y de los demás comestibles no se
agotaron.
En el invierno del 1875-76, sor Marta ya sesentona, cayó
y se fracturó una pierna, la larga convalecencia, sumado a la muerte
de la querida sor Plácida, su confidente, fueron para ella grandes
pruebas que soportó fielmente. Siguió interesándose
en la despensa, incluso sustentándose con un bastón, pero su
decadencia fue evidente.
El 18 de marzo de 1883, Domingo de Ramos, mientras regresaba
a la cocina las botellas después de la cena nocturna, cayó
una primera vez y luego una segunda, golpeada por una congestión cerebral,
se apagó después de haber recibido los Sacramentos, tenía
cerca de 67 años.
Fue enterrada en el cementerio de la misma Abadía de
Saint Sauveur-le-Vicomte; la causa por su beatificación inició
en el 1933 y el 4 de noviembre de 1990 el papa Juan Pablo II la proclamó
beata.