SAN MARTÍN DE BRAGA
579 d.C.
20 de marzo



   Martín de Braga, también conocido como Martín de Dumio o Martín Dumiense (Panonia, hacia 510/5 - Braga, 579/80), fue un obispo, teólogo y escritor eclesiástico hispano católico de origen panónico, llamado el «Apóstol de los suevos». Su obra eclesial y literaria, presentando un cristianismo adaptado a los diferentes grupos de población; su preocupación por transmitir valores procedentes de la Antigüedad clásica; la predicación de un cristianismo ortodoxo en tiempos de herejía; y sus relaciones con los reyes suevos, anuncian el ideal episcopal de Leandro y de Isidoro de Sevilla.

   Miembro de una importante familia romana de la antigua provincia de Panonia (actual Hungría). Ingresa pronto en el clero y muy joven se traslada a Palestina a visitar los Santos Lugares. Allí reside durante varios años y entra en contacto con el floreciente movimiento monástico que se desarrolla en las montañas de Judea.

   Sin conocerse exactamente la razón, tal vez por tratarse Gallaecia de un reino cristiano independiente de Roma pero fuera del catolicismo, decide trasladarse al Reino de los suevos - al que en principio se refiere como Finis Terrae-, cuya clase dirigente era en gran parte arriana.

   En su viaje pasa algún tiempo en las Galias y llega a la Gallaecia en torno al 550. Entonces la antigua ciudad romana de Bracara Augusta (la actual Braga, en Portugal), capital de la provincia romana de Gallaecia, pasa a convertirse en la capital del reino suevo.

   Funda un monasterio en Dumio, cercano a Bracara Augusta, la capital del Reino, junto a la iglesia que, tras su conversión al catolicismo, el rey suevo Karriarico había dedicado a san Martín de Tours.

   Pronto el monasterio de Dumio se convierte en el principal centro de difusión de cultura y espiritualidad cristiana de origen oriental en el norte de la Península Ibérica, ya que sus monjes tenían encomendada la copia de códices, muchos posiblemente traídos por el mismo san Martín de Oriente.

   Poco tiempo más tarde, Lucrecio, arzobispo de Braga, crea la diócesis de Dumio en torno al recién creado monasterio, y consagra a Martín como su primer obispo en torno a 556. La influencia de Martín ante la corte sueva es muy grande y logra que el rey Teodomiro abjure del arrianismo y se bautice católico en 560, atrayendo con él a la mayor parte del reino suevo.

   Estuvo presente en el primer concilio del reino suevo, convocado por el papa Juan III para poner fin a la querella suscitada por la doctrina prisciliana. Se celebró el año 561 (o 563) y es conocido como I Concilio de Braga.

   El obispo Lucrecio muere en 569 y Martín es proclamado nuevo metropólita, pero sigue conservando la dignidad episcopal de Dumio, ya que sus monjes y los fieles le ruegan que no los deje. Su labor como arzobispo de Braga se centra en la predicación al pueblo, muy influido aún por el priscilianismo y apegado a las prácticas religiosas paganas.

   En junio del año 572 preside el II concilio de Braga en el que los obispos de la Gallaecia en la presencia del rey suevo Miro establecen las líneas de actuación misional y de práctica litúrgica y moral de esta iglesia particular.

   Martín mandó añadir a las Actas una recopilación metódica de ochenta y cuatro cánones tomados de los sínodos de los Padres orientales, puestos en orden y reunidos por el obispo Martín.

  Como escritor eclesiástico, san Martín es una figura de primer orden. Tanto san Isidoro de Sevilla como san Gregorio de Tours lo consideran como el hombre letrado más importante de su tiempo. Entre sus obras de más influencia, además del De correctione rusticorum, destaca la recopilación Sententiae Patrum Aegipteorum.

  San Martín muere hacia 579-580 y es enterrado en la capilla de San Martín de Tours del monasterio de Dumio, en un sarcófago donde es labrado un epitafio redactado por él mismo: «Nacido en Panonia, llegué atravesando los anchos mares y arrastrado por un instinto divino, a esta tierra gallega, que me acogió en su seno. Fui consagrado obispo en esta iglesia tuya, ¡oh glorioso confesor San Martín!; restauré la religión y las cosas sagradas, y habiéndome esforzado por seguir tus huellas, yo, tu servidor Martín, que tengo tu nombre, pero no tus méritos, descanso aquí en la paz de Cristo».

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(Samuel Miranda)