VENERABLE MAURICIO MARÍA MATEO GARRIGOU
1852 d.C.
27 de septiembre



   Mauricio María Mateo Garrigou nació el 21 de septiembre de 1766 en los Pirineos, en el castillo de Gudanes en el condado de Foix. Su padre, Juan Bautista Barrigou fue el administrador de las tierras del marqués de Gudanes. Su madre, Catalina Fauré, se ocupó principalmente de la educación de sus hijos.
   Poco tiempo después del nacimiento de Mauricio, la familia se trasladó a Toulouse para desarrollar un próspero negocio del hierro. En el seno de este hogar nacieron ocho hijos, pero debido a la elevada mortalidad infantil de aquella época, incluso entre las familias bien acomodadas como la familia Garrigou, sólo logran sobrevivir cinco.
   Mauricio crece en un ambiente acomodado, protegido y de tradición católica, recibiendo una sólida instrucción a domicilio por un maestro del barrio. A penas tiene 10 años cuando muere su madre. Su padre se ocupará a partir de este momento, con valor y ternura, de la educación de sus hijos.
   A los 18 años, después de cursar brillantemente sus estudios universitarios, el joven Mauricio decide hacerse sacerdote. En 1784, ingresa en el seminario de San Carlos de Toulouse. Por aquella época la revolución francesa decreta la Constitución civil de clero.
   Fue ordenado sacerdote en Auch, en plena Revolución. Celebra su primera misa el 24 de diciembre de 1790, durante la Noche de Navidad. La experiencia de gozo que le invade la expresa:
“sentí que estaba cubierto de la preciosa sangre de Jesucristo”.
   Durante los largos días de soledad vividos en la clandestinidad, medita ante el crucifijo la Pasión de Jesús. Contempla al Dios hecho hombre que sufre y despreciado, sostenido por la presencia de María, su Madre, que de pie junto a la cruz, comparte sus sufrimientos...
   Y Mauricio siente que el Calvario, en aquellos momentos, es toda Francia  conmocionada por la guerra y sus consecuencias, miedo, hambre, enfermedades, pobreza... Y la Compasión  que le iba configurando y desbordando su corazón al contemplar a Jesucristo,  encuentra su forma de hacerse acción, se le orienta hacia los hermanos, los hombres y mujeres que sufrían en la sociedad que le rodeaba, en la que vivía. Por eso esta manera de mirar, esa manera de sentir y compartir, esa manera de com-padecer orienta todo su camino misionero.
    Todas sus obras estarán dirigidas
“al alivio de los pobres por todos los medios posibles y la educación cristiana de la juventud”.(Primeras constituciones)
 
   Esta  misma mística le permitirá ejercer con valentía su ministerio durante las fuertes perturbaciones de la Historia en aquella época, e involucrar en su dinamismo apostólico tanto a laicos como a sacerdotes y a Religiosas. La Compasión, el seguimiento de Jesús, rostro del Padre Compasivo, que  entregó su vida hasta las últimas consecuencias para hacer posible el sueño de Dios, será desde entonces la Misión  de todos los que constituían la Familia creada por Mauricio Garrigou. Religiosos o laicos, sacerdotes o seminaristas, todos serán en la vida cotidiana, de una manera o de otra,  testigos del Rostro compasivo del Padre, agentes eficaces de evangelización, formando entre ellos “un solo corazón y una sola alma”. El Instituto de Hermanas de Nuestra Señora de la Compasión, fundado en 1817, será la forma de dar cohesión y continuidad a este hermoso Carisma.

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(Samuel Miranda)