Padre Michael McGivney nació en Waterbury el 12 de agosto de 1852. Sus padres, Patrick y Mary (Lynch) McGivney, habían llegado con la gran ola de inmigrantes irlandeses del siglo 19. Patrick McGivney se convirtió en moldeador entre el calor y las emanaciones dañinas de una fundición de cobre en Waterbury. Mary McGivney dio a luz 13 hijos, seis de los cuales fallecieron en su infancia o en sus primeros años. De esta forma, el primogénito, Michael, con cuatro hermanas y dos hermanos, aprendieron desde temprano en sus vidas el significado del dolor y el duro agarre de la pobreza. También aprendió sobre el poder del amor y la fe, y la entereza de la familia.
Asistió a las pequeñas escuelas
distritales de los vecindarios de clase obrera de Waterbury. Como el
buen niño que era, fue admirado por el principal de su escuela
por "comportamiento excelente y su aprovechamiento académico".
Entonces, después de la Guerra Civil, cuando la industria
metalúrgica de Connecticut estaba floreciente, dejó la
escuela a los 13 años de edad para trabajar. Su labor en el
departamento de fabricación de cucharas de una fábrica de
cobre proveyó unos dólares adicionales para la
sobrevivencia de la familia.
Cuando Michael llegó a la edad de 16 años en 1868, abandonó la fábrica. Con el sacerdocio fijo en su mente, viajó con su párroco de Waterbury a Quebec, Canadá. Allí se matriculó en Colegio de San Jacinto, operado por franceses. Se esforzó en los cursos que lo prepararían para solicitar admisión en algún seminario.
A esto le siguieron dos años académicos
en el Seminario de Nuestra Señora de los Ángeles,
vinculado con la Universidad del Niágara en Niágara
Falls, Nueva York. Luego el joven McGivney se mudó a Montreal
para tomar cursos de seminario en la Universidad de Santa María,
operada por los jesuitas. Allí estudió hasta que su padre
falleció en junio de 1873.
Carente de fondos y preocupado por su familia, fue a su hogar para el
funeral, demorándose un tiempo en Waterbury. Entonces, a
solicitud del Obispo de Hartford, ingresó al Seminario de Santa
María en Baltimore, Maryland. Tras cuatro años de
estudios, el 22 de diciembre de 1877, fue ordenado en la
histórica Catedral de la Asunción de Baltimore por el
arzobispo (luego cardenal) James Gibbons. Días después,
ante la presencia de su madre viuda, celebró su primera misa en
la Iglesia de la Inmaculada Concepción en Waterbury.
Padre McGivney comenzó su ministerio sacerdotal el Día de Navidad de 1877 como asistente del párroco en la Iglesia de Santa María en New Haven. Era la primera parroquia de la ciudad. Se había construido una iglesia nueva de piedra, luego de que la iglesia vieja se quemara, en una de las mejores calles residenciales, la Avenida Hillhouse. Hubo objeción del vecindario, que incluso el New York Times reseñó en 1879 con el título: "Cómo una avenida aristocrática fue mancillada por un edificio católico romano". De esta forma, el ministerio sacerdotal de Padre McGivney comenzó en New Haven con tensión y a la defensiva entre las familias obreras irlandesas que él servía.
Una de las responsabilidades de los
sacerdotes de la Santa María era proveer atención
pastoral a los presos de la cárcel de la ciudad. En un caso
notable, un irlandés de 21 años, mientras se encontraba
borracho, disparó y mató a un oficial de la
policía. James (Chip) Smith fue juzgado por asesinato en primer
grado en 1881, fue hallado culpable y sentenciado a morir ahorcado.
Padre McGivney lo visitaba diariamente.
Después de una misa especial el día de la ejecución, el pesar del sacerdote era intenso. El joven delincuente lo consoló: "Padre, su ayuda ministerial santa me ha permitido enfrentar la muerte sin que me sienta nervioso. No tema por mí, no debo aflojarme ahora".
Padre McGivney trabajó estrechamente con los jóvenes de la parroquia de Santa María, ofreciendo clases de catecismo y organizando una sociedad de abstinencia total para combatir el alcoholismo. En 1881 comenzó a explorar con varios laicos la idea de una sociedad católica fraternal de beneficios. En una época en que los clubes parroquiales y las sociedades fraternales tenían amplia atracción popular, el joven sacerdote sentía que debería haber alguna forma de fortalecer la fe religiosa a la vez que se proveía para las necesidades económicas de familias abrumadas por enfermedad o el fallecimiento del sostén de la familia.
Discutió este concepto con Mons.
Lawrence McMahon, Obispo de Hartford, y recibió su
aprobación. Viajó a Boston para hablar con la Orden
Católica de Guardabosques de Massachusetts, y viajó a
Brooklyn para consultar con la Legión Benévola
Católica. Se reunió con otros sacerdotes de la
diócesis. Siempre que podía, buscó
información que pudiera ayudar a los laicos católicos a
organizarse en una sociedad que proveyera beneficios.
Quienes conocían a Padre McGivney en este período se sentían impresionados por su energía e intensidad. Padre Gordian Daley luego recordó: "Lo vi una sola vez, y sin embargo, recuerdo ese rostro pálido, bello como si la hubiera visto sólo ayer. Se trataba del "rostro de un sacerdote" y eso lo explica todo. Era un rostro de una tranquilidad increíble. No había nada severo en ese semblante, aunque sí contenía todo lo que era resistente".
William Geary, uno de los miembros originales de la Orden, dijo que en la primera reunión del consejo en 1882, fue "aclamado como fundador por 24 hombres con corazones llenos de júbilo y agradecimiento, reconociendo que sin su optimismo, su voluntad de lograr el éxito, su asesoramiento y consejería, hubieran fracasado".
Padre McGivney había sugerido Hijos de
Colón como el nombre de la Orden. Esto hubiera vinculado el
catolicismo y el americanismo a través de la fe y la
visión audaz del descubridor del Nuevo Mundo.
La palabra "caballeros" sustituyó la de "hijos" debido a
que miembros claves del grupo organizador que eran veteranos de la
Guerra Civil nacidos en Irlanda sentían que esto ayudaría
a imprimirle un ritual noble en respaldo de la causa emergente de
libertad civil católica.
En la primera referencia pública a la Orden el 8 de febrero de 1882, el New Haven Morning Journal and Courier dijo que la reunión inicial de los Caballeros de Colón se había celebrado la noche anterior.
El 29 de marzo, la legislatura de Connecticut
concedió el certificado de incorporación a los Caballeros
de Colón, formalmente estableciéndolos como una
corporación legal. Los principios de la Orden en 1882 era
"Unidad" y "Caridad". Los conceptos de "Fraternidad" y "Patriotismo"
fueron agregados posteriormente. Cada uno de estos ideales
desempeñó un papel de importancia en los ceremoniales
desde el comienzo. Los temas relacionados con Colón, dice el
historiador Christopher J. Kauffman, "reflejaban con orgullo la promesa
americana de libertad, igualdad y oportunidad".
En abril de 1882, Padre McGivney, con la autorización de Mons. McMahon, escribió a todos los párrocos de la Diócesis de Hartford. El objetivo primario de la Orden, escribió, era disuadir a los católicos de unirse a sociedades secretas, proveyéndoles mejores ventajas en los momentos de fallecimiento o enfermedad. Instó a cada párroco a ejercer influencia "para la formación de un consejo en su parroquia". Padre McGivney personalmente instaló los primeros oficiales del Consejo San Salvador Núm. 1 en New Haven, en mayo de 1882.
Para mayo de 1883, se había instituido el Consejo Núm. 2 en Meriden, Connecticut, y Mons. McMahon, tan impresionado con la organización, se hizo miembro del Consejo Núm. 11 en 1884, y se desempeñó como capellán del consejo. Para fines de 1885, había 31 consejos en Connecticut.
La dedicación de Padre McGivney a la
Orden se hizo evidente con viajes que realizó a todos los
sectores de Connecticut y en la correspondencia manuscrita - poca de la
cual aún existe - sobre asuntos de los Caballeros de
Colón. En la Iglesia de Santa María, a pesar de todo
esto, continuaba siendo el enérgico asistente de párroco
con un interés constante por los problemas de cada
feligrés.
Entonces, en noviembre de 1884 fue nombrado párroco de la Iglesia de Santo Tomás en Thomaston, Connecticut, un pueblo con una fábrica a 10 millas de su ciudad natal. Era una parroquia sumida en deudas, que servía a una feligresía obrera con pocos recursos más allá de su fe. Padre McGivney aceptó la encomienda con mucha oración, dejando atrás sus siete años en la Santa María.
Sus feligreses de New Haven, en una resolución testimonial elaboradamente sobrepuesta en un dibujo de un cáliz y una hostia, declararon que a pesar de las cargas y las aflicciones, su cortesía, bondad y pureza de vida habían "asegurado el amor y la confianza de la gente de la Santa María, que lo seguirán en todo campo futuro de labor".
En seis años subsiguientes en la Santo
Tomás, luchó con la deuda de la iglesia y edificó
los mismos vínculos estrechos de devoción y
preocupación caritativa que había desarrollado en New
Haven. Continuó, asimismo, sirviendo como capellán
supremo, personalmente involucrado en ayudar a la Orden a extender su
matrícula a Rhode Island. Posteriormente, de 1901 a 1939, sus
hermanos más jóvenes, Monseñores Patrick y John J.
McGivney, sirvieron la Orden como capellanes supremos.
Padre McGivney, quien nunca fue robusto en cuanto a salud, de repente enfermó con un caso serio de pulmonía en enero de 1890. No cedía. Se probaron diversos tratamientos para enfermedad que lo consumía, pero su deterioro persistía. El joven sacerdote perdió fortaleza física justo cuando la Orden que fundó se encaminaba hacia una vitalidad nueva.
El 14 de agosto de 1890, Padre Michael J. McGivney falleció a la edad de 38 años. En sus 13 años como sacerdote, breves pero intensos, la piedad y compasión de Padre McGivney se ganó el amor de quienes él sirvió como asistente de párroco y párroco. Su inspiración cristiana, liderazgo y vitalidad administrativa le habían conseguido la lealtad y el afecto de los miles que lo conocían como el fundador de los Caballeros de Colón.
Desde el momento que la inició, la organización fortaleció a los católicos en su fe, les ofreció formas de obtener una seguridad económica en un mundo a veces hostil, y los fortificó en su autoestima.
Los Caballeros de Colón, notablemente desarrollados de unos comienzos sencillos en el sótano de una iglesia, hoy combinan el fraternalismo católico con una de las empresas de seguros más exitosas de América. Las cuatro torres de las oficinas centrales internacionales simbolizan el compromiso mundial de la Orden hacia la caridad, unidad, fraternidad y patriotismo. Más de 10,500 consejos fraternales están activos en 13 países.
1.7 millón Caballeros
contribuyeron $130 millones y 61 millones de horas de servicio
voluntario a causas benéficas durante el pasado año
fraternal. Y - como particular resultado de los servicios
multifacéticos de la Orden hacia la Iglesia - la junta de
directores en 1988 condujo formalmente por primera vez los asuntos de
la Orden en una sala que lleva el nombre de los Caballeros de
Colón en la histórica Basílica de San Pedro en
Roma.
En el primer servicio de recordación para Caballeros fallecidos que se efectuó más adelante en el año en que falleció, se le rindió este tributo: "Fue un hombre de la gente. Sentía mucho fervor hacia el bienestar de la gente, y toda la bondad de esta alma sacerdotal se manifestaba con mayor fuerza en sus incesantes esfuerzos por mejorar la situación por la que atravesaban ... Oh, Reverendo Fundador ... ese solo acto que dio vida a los Caballeros de Colón sin lugar a dudas aseguró para ti regocijo perpetuo y paz eterna".