MIGUEL ÁNGEL BOUNARROTI

El Juicio final



El Juicio Final
El Juicio Universal
(Il Giudizio Universale)
Miguel Ángel, 1537-1541
Fresco • Renacimiento
1370 cm × 1220 cm
Capilla Sixtina, Roma, Ciudad del Vaticano

   El Juicio Final o El Juicio Universal es el mural realizado al fresco por Miguel Ángel para decorar el ábside de la Capilla Sixtina (Ciudad del Vaticano, Roma). Miguel Ángel empezó a pintarlo 25 años después de acabar de pintar la bóveda de la capilla.

   Desde la construcción de la Capilla Sixtina hasta 1536, la pared del altar donde ahora está el Juicio Final contenía otros murales de la serie de las historias de Moisés y de Jesús. Estaban la Asunción, la Natividad de Cristo y el Descubrimiento de Moisés.

   Más arriba se encontraban los tres primeros Papas, donde estaba Simón Pedro. Miguel Ángel tuvo que sacrificar estos frescos de Perugino de la zona del altar para pintar su obra, lo que le valió numerosas críticas. Anteriormente, Clemente VII La caída de los ángeles rebeldes, pero, tras su muerte, su sucesor Pablo III le encargó que pintara la escena del Juicio Final. El Juicio Final es un enorme conjunto pictórico al fresco de género religioso cuyo tema es el Juicio Final, extraído del Apocalipsis de San Juan.

Conjunto Central

Cristo. Es el epicentro de la obra. Con un enérgico y aterrador movimiento separa a los justos de los pecadores. Es uno de los pocos Cristos que se han pintado con una expresión de enojo e ira.
María. Junto a Cristo está María. Temerosa, se esconde junto a su hijo asustada por el movimiento violento que hace. Detrás de ellos hay un destello de luz así que reciben todo el enfoque además porque se encuentran en el centro.

   Alrededor a ellos están varios Santos, representados sin perspectiva alguna, rodeándolos por todas partes. Algunos parecen estar asustados por la acción que acaba de hacer Cristo, y otros están inquietos. Para reconocerlos, Miguel Ángel los pintó con sus característicos complementos o con los objetos con los que fueron mártires.

San Pedro. Tiene en sus manos las llaves del Paraíso.
San Pablo. Se le reconoce por su barba gris y su aspecto ceñudo.
San Andrés. Sostiene una cruz en forma de "X", símbolo de su martirio.
San Bartolomé. Tiene una piel en su mano ya que este mártir fue despellejado. Según la tradición, se dice que Miguel Ángel pintó su cara en la piel despellejada del mártir como signo de que él creía no merecer el Cielo, pues estaba atormentado.
Santa Catalina. Usa la rueda de púas de su martirio para evitar el paso a los pecadores que intentan llegar al Cielo.
San Sebastián. Tiene sostenidas las flechas de su martirio.
San Lorenzo. Sostiene la parrilla de su martirio.
San Blas. Sostiene los dos rastrillos de carda de su martirio.

   Debajo de este grupo central de Cristo, María y los Santos, se encuentra un grupo de ángeles con sus trompetas. Según el Apocalipsis, se supone que eran 7 trompetas, aunque aquí parece haber 8. Otros 2 ángeles sostienen el Libro de la Vida y el Libro de la Muerte, donde están los nombres de los salvos y los condenados respectivamente.

   Volviendo al grupo central, éstos a su vez están rodeados de una gran multitud donde se encuentra gente común. Muchos están en un ambiente de relativo pánico, no saben qué hacer. Entre el tumulto, muchos están encontrando a sus familiares y amigos, y están realmente felices, algunos llegan a conmoverse, reflejado en sus lágrimas.

   En la mitad inferior del fresco, las multitudes se dividen en 2: los que están ascendiendo al Cielo, que se encuentran al lado izquierdo y los que descienden a las tinieblas, al lado derecho. Las personas que ascienden son las que estaban en la Tierra en el momento en que Cristo llama a todas las personas. Muchos están resucitando y son representados como cadáveres. Algunos ángeles ayudan a subirlos al Cielo, y más adelante, las mismas personas ayudan a otras a que asciendan. En la Tierra hay algunos demonios escondidos en cuevas. Algunos demonios intentan evitar que las personas asciendan al Cielo.

   Del lado derecho están los condenados que están siendo arrojados por ángeles y algunas personas a las Tinieblas. Muchos caen y parecen realmente estar muy desesperados. Varios son obligados a subir a la barca de Caronte con la más espantosa de las violencias. Caronte es uno de los monstruos más horribles en el cuadro. De la barca, los condenados son tirados por algunos demonios a las Tinieblas. Ahí está Minos, que según la historia, tiene la cara y las facciones de uno de los sacerdotes que criticó al fresco cuando Miguel Ángel lo mostró. Los ríos de fuego y azufre les esperan.

   Además, hay 2 lunetos en la parte superior del fresco ajenos a la situación que se viven. En el luneto izquierdo, algunos ángeles llevan la cruz de Cristo, la corona de espinas y los clavos de la Pasión. En el luneto derecho, otros ángeles llevan la columna de la flagelación de Cristo.

   Como todas las obras de Miguel Ángel, sus personajes manifiestan la típica terribilitá o fuerza sobrehumana muy visible en la figura de Cristo. Los numerosos desnudos de descomunal tamaño permiten apreciar su preferencia por el Canon hercúleo, con una musculatura muy desarrollada, superior a la de las figuras de la bóveda.

   La composición es un remolino caótico que acentúa la angustia y la fatalidad de la escena. Las figuras se amontonan en un torbellino, todas en primer plano, sin perspectivas ni paisajes, y todas ellas retorcidas y desequilibradas, buscan posturas inestables y forzadas, enriqueciendo el contrapposto clásico. Sus colores se oponen drásticamente a la armonía cromática del clasicismo renacentista, son muy vivos y contrastados (ácidos) y el acabado busca intensos contrastes de luz y sombra.

La limpieza de los frescos de Miguel Ángel iniciaron en 1980 y finalizaron en 1999. Antes de esto, de 1710 a 1714, el fresco recibió una capa de cola, la cuál se creía que fijaría los colores y evitaría su descomposición, pero finalmente, terminó por adherir al muro todo el polvo y humo que había en la atmósfera de la Capilla. Además que la cola se oscurece con el tiempo, terminó por darle a la pintura un aspecto oscuro. Mucha gente pensaba que la obra de Miguel Ángel era así de oscura y opaca, cosa que se desmintió después de su reciente restauración. La solución consistió en la aplicación de bicarbonato de amonio, de sodio, desogen y carbosilmeticelulosa, entre otros químicos.

    El resultado fue inesperado. Se descubrió que esta obra poseía ricos colores vivos y claros. El Juicio Final no era una obra oscura sino luminosa. Algunos críticos piensan que la restauración no recuperó el color original sino que aclaró las capas de pinturas, y que el color que nosotros vemos ahora, es más claro que el que pintó Miguel Ángel. Miguel Ángel utilizó muchas técnicas cromáticas, aunque también fue caracteristica su virtud por el claro-oscuro.

   En 1535, el papa Pablo III encargó a Miguel Ángel, el más grande fresco jamás pintado que trataría sobre el Juicio Final y que se ubicaría en la pared del altar de la Capilla Sixtina. El tema estaba relacionado con lo que había sucedido en la Iglesia en los años precedentes: la Reforma Protestante y el saqueo de Roma. Por eso se intentaba representar a la humanidad haciendo frente a su salvación.

   Una vez terminada, en 1541, la pintura provocó el escándalo y las críticas más violentas, pues se consideraba vergonzoso que en tan sagrado lugar se hubiesen representado tantas figuras desnudas, especialmente algunas parejas cuyas posturas podían parecer comprometidas. Según algunos obispos, el fresco no correspondía a un recinto tan sagrado como la Capilla sino a una taberna.

   Se acusó a Miguel Ángel de herejía y se intentó destruir el fresco. Aunque el papa Julio III era tolerante y no se preocupó de los desnudos, a su muerte se decidiría la «corrección» del fresco colocando paños de pureza a todos sus personajes.

   La persona que se ocupó de esta labor, por orden de Pío V, fue Daniele da Volterra, discípulo de Miguel Ángel, a quien, por este trabajo se colocó el sobrenombre de «Braghettone» (Pintacalzones); Daniele murió dos años después de iniciar el trabajo, sin haberlo terminado.

   Más adelante, en 1570, cuando Miguel Ángel ya había fallecido, El Greco propuso repintar el Juicio Final pero esta vez, acorde a las ideas de la Contrarreforma. Pero para ese entonces, el fresco del Juicio Final ya era tan aceptado entre los religiosos que el Greco tuvo que abandonar Roma por decir tal locura.

   La influencia del Juicio Final en otros artistas europeos posteriores fue enorme; era visita obligada para los que podían costearse el viaje a Roma, y se difundió mediante grabados debidos a artistas como Giorgio Ghisi y Martino Rota.

   Como ya se ha dicho, el hecho de que un número tan elevado de personajes apareciesen totalmente desnudos en un recinto para el culto escandalizó a parte de los responsables de la Iglesia en Roma. Uno de los que más expusieron la indecencia de la pintura fue el maestro de ceremonias Biaggio de Cesena.

   Se comenta que Miguel Ángel se enojó enormemente, no sólo por alterar la escena inicial, sino también por la imposibilidad de recuperarla a su estado original, dado que las ropas que cubren los cuerpos están pintadas utilizando la técnica del óleo, mientras que toda la pared lo está al fresco.

   Pero Biaggio de Cesena tuvo su castigo: En la parte inferior derecha de la escena, a la entrada de los infiernos, Miguel Ángel representó a Minos, el rey del Infierno, desnudo, con orejas de burro, una serpiente enroscada a su cuerpo y con los rasgos faciales de Biaggio de Cesana.

   Dicen que el prelado acudió lloroso al Papa Pablo III para pedirle que ordenase a Miguel Ángel que lo retirara del mural, y que éste, con un gran sentido del humor, le respondió lo siguiente:

   "Querido hijo mío, si el pintor te hubiese puesto en el purgatorio, podría sacarte, pues hasta allí llega mi poder; pero estás en el infierno y me es imposible. Nulla est redemptio." Además, el Juicio Final está sobre el altar de la capilla, y cuando el sacerdote, en la celebración de la liturgia, dirige la mirada hacia el crucifijo que está situado en el mismo, tiene que dirigir inevitablemente su mirada hacia un punto del mural: la puerta que da acceso al Infierno.

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(Samuel Miranda)