MILAGRO EUCARÍSTICO DE BOLSENA



   Bolsena es una pequeña ciudad, de algo más de cinco mil habitantes, que se encuentra en la zona central de Italia, un poco al norte de Roma y cerca de Orvieto.  Allí tuvo lugar, durante la Edad Media, un célebre milagro que influyó decisivamente en la institución para toda la Iglesia de la fiesta del Corpus Christi:

El milagro eucarístico de Bolsena.

    Siguiendo la liturgia de este día, que sigue hablándonos del Pan Vivo que es Jesucristo, acerquémonos a este lugar de Italia para conocer la historia de este milagro.  A mediados del siglo XIII, un sacerdote llamado Pedro de Praga tenía muchas dudas sobre su fe, en particular sobre la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Pedro hizo una peregrinación a Roma en el año 1263 para rezar ante la tumba de San Pedro pidiendo que su fe se fortalezca.

   Después de su estancia en Roma se sintió fortalecido en su vocación como sacerdote, e inició su viaje de regreso a Praga. En el camino se detuvo en la localidad de Bolsena al norte de Roma por la noche.  Visitó la parroquia de Santa Cristina donde las reliquias de esta mártir del tercer siglo se veneraban. Su visita a la tumba de Santa Cristina quien estaba dispuesta a morir por su fe sacudió la fe de Pedro una vez más, así que antes de celebrar la Misa se dice que él oró "por la fuerza del alma y el extremo abandono que Dios da a los que confían plenamente en en él."

   Mientras celebraba la Misa, la hostia comenzó a sangrar y la sangre cayó sobre el corporal que se encontraba sobre el altar. Asustado y confundido, el sacerdote trató de ocultar el hecho y concluyó la celebración, envolviendo la forma con el purificador del cáliz y dejándolo en la Sacristía. En el camino, unas gotas de sangre cayeron en el suelo de mármol y en los escalones del altar.

   Sorprendido, Pedro viajó a la ciudad cercana de Orvieto donde el Papa Urbano IV estaba alojado. El Papa, entonces, envió al obispo de Orvieto a Bolsena para comprobar la veracidad de la historia y recuperar las reliquias.

   El Papa Urbano IV reconoció el milagro y el 11 de agosto 1264 instituyó para toda la Iglesia una fiesta llamada Corpus Christi, a partir de una fiesta ya existente desde 1247 en la diócesis de Lieja, en Bélgica, para celebrar la presencia real de Cristo en la Eucaristía, como reacción a las ideas de Berengario de Tours, según la cual la presencia de Cristo no era real, sino sólo simbólica. El Papa encomendó a santo Tomás de Aquino la tarea de preparar los textos del Oficio y de la Misa de la fiesta, y se estableció que el Corpus Christi se celebre en el primer jueves después de la octava de Pentecostés.

   Las reliquias del milagro se conservan en la catedral de Orvieto. En la Capilla del Corporal se venera la Hostia Santa, el corporal y el purificador. En 1338 se colocaron en el relicario de Ugolino di Vieri, donde se encuentran actualmente. El relicario se colocó, a partir de 1363, sobre el altar de mármol que se encuentra en la misma capilla. El altar donde ocurrió el milagro fue colocado, desde la primera mitad del siglo XVI , en el atrio de la basílica subterránea de Santa Cristina en Bolsena. En Bolsena se conservan en sus respectivos relicarios las lápidas de mármol manchadas con la Sangre del Milagro.

   La Hostia Santa se conserva actualmente detrás del altar de la Capilla del Corporal en la catedral de Orvieto. Cada año durante la solemnidad, el corporal sale de la catedral junto con el Santísimo Sacramento en procesión solemne a lo largo de toda la ciudad.

   El milagro eucarístico de Orvieto es un recordatorio extraordinario para nosotros de una verdad simple, que Jesucristo, Dios mismo, el creador del cielo y de la tierra, nuestro Creador, viene a nosotros y se entrega en la Eucaristía.

   Es a través de la Eucaristía que Dios mismo nos alimenta, convirtiendose en nuestro pan de cada día donde Jesús se multiplica sin cesar hasta los confines de la tierra para todo aquel que cree en él sea alimentado con verdadera comida para asi heredar la vida eterna.

   Pedro de Praga experimentó un gran milagro y su fe fue grandemente enriquecida.  Sin embargo, Jesús mismo dice: "bienaventurados los que no han visto y han creído." Puede ser que no hayamos visto, pero hoy afirmamos con cierta fe que Jesucristo está realmente presente cuerpo y sangre, alma y divinidad en la Sagrada Eucaristía.
 

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(Samuel Miranda)