MILAGRO EUCARÍSTICO DE SANTAREM
1247
Portugal
Una mujer cuyo marido le era
infiel, busco el consejo de una hechicera, quien le prometió que este
cambiaria, si ella le traía una Hostia Consagrada. La mujer sabia
que no estaba bien, pero aun así asistió a Misa y al comulgar
no consumió a Nuestro Señor, sino que se sacó la Sagrada
Forma de la boca y la guardó en un pañuelo. Salió inmediatamente
de la iglesia y cuando iba de camino a la casa de la bruja, la Hostia comenzó
a sangrar.
Varias personas lo notaron y pensaron que la mujer estaba herida.
Ella, aterrorizada, se fue corriendo a casa y colocó la Hostia dentro
de un baúl, envuelta en su pañuelo y la cubrió con una
sábana limpia. Durante la noche, ella y su marido fueron despertados
por una intensa luz que provenía del baúl y que iluminó
la habitación. Los ángeles habían abierto el baúl
y liberaron a Nuestro Señor del pañuelo. La mujer
le contó a su marido el incidente y que el baúl contenía
una Hostia Sagrada. Ambos pasaron la noche de rodillas en adoración.
Se llamó a un sacerdote quien transporto la Hostia de regreso a la
iglesia y la selló con cera de abeja derretida. Diecinueve años
después, un sacerdote abrió el tabernáculo y notó
que el contenedor de cera se había quebrado y la Hostia, inexplicablemente,
estaba dentro de un hermoso píxide de cristal sellado.
La Presencia Real de Nuestro Señor en la Eucaristía
es un signo de amor que Jesús nos dejo para que lo recibiéramos
con la mayor frecuencia posible. “Mi carne es verdadera comida y mi
sangre verdadera bebida. El que come de mi carne y bebe de mi sangre permanece
en mí y yo en él” (Juan 6,55-56).