DOMINGO DE RAMOS
EN LA PROCESIÓN DE RAMOS
AÑO "B"
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos
11, 1-10
Cuando se aproximaban a Jerusalén, estando ya al pie del monte de
los Olivos, cerca de Betfagé y de Betania, Jesús envió
a dos de sus discípulos, diciéndoles: «Vayan al pueblo
que está enfrente y, al entrar, encontrarán un asno atado,
que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo;
y si alguien les pregunta: "¿Qué están haciendo?", respondan:
"El Señor lo necesita y lo va a devolver en seguida."»
Ellos fueron y encontraron un asno atado cerca de una puerta, en la calle,
y lo desataron. Algunos de los que estaban allí les preguntaron: «¿Qué
hacen? ¿Por qué desatan ese asno?»
Ellos respondieron como Jesús les había dicho y nadie los molestó.
Entonces le llevaron el asno, pusieron sus mantos sobre él y Jesús
se montó. Muchos extendían sus mantos sobre el camino; otros,
lo cubrían con ramas que cortaban en el campo. Los que iban delante
y los que seguían a Jesús, gritaban: «¡Hosana!
¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito sea
el Reino que ya viene, el Reino de nuestro padre David! ¡Hosana en
las alturas!»
Palabra del Señor.
O bien a elección:
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan
12,12-16
En aquel tiempo:
La gran multitud que había venido para la fiesta, se enteró
de que Jesús se dirigía a Jerusalén. Y, tomando hojas
de palmera, salieron a su encuentro y lo aclamaban diciendo:
«¡Hosana! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor,
el rey de Israel!»
Al encontrar un asno, Jesús montó sobre él, conforme
a lo que está escrito:
No temas, hija de Sión; ya viene tu rey, montado sobre la cría
de un asna.
Al comienzo, sus discípulos no comprendieron esto. Pero cuando Jesús
fue glorificado, recordaron que todo lo que le había sucedido era
lo que estaba escrito acerca de él.
Palabra del Señor.
MISA
La misa de este domingo incluye tres lecturas, cuya proclamación mucho
se recomienda, a no ser que razones pastorales aconsejen lo contrario.
Teniendo en cuenta la importancia de la lectura de la pasión del Señor,
está permitido al sacerdote, en vista de las necesidades de cada comunidad,
elegir una sola de las lecturas que preceden al Evangelio, o leer únicamente
la historia de la Pasión, también en forma abreviada, si fuera
necesario. Esto vale exclusivamente para las misas celebradas con el pueblo.
No retiré mi rostro cuando me ultrajaban,
pero sé muy bien que no seré defraudado
Lectura del libro del profeta Isaías 50, 4-7
El mismo Señor me ha dado una lengua de discípulo, para que
yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra de aliento. Cada mañana,
él despierta mi oído para que yo escuche como un discípulo.
El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni
me volví atrás. Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban
y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro
cuando me ultrajaban y escupían.
Pero el Señor viene en mi ayuda: por eso, no quedé confundido;
por eso, endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien
que no seré defraudado.
Palabra de Dios.
SALMO 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24
R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Los que me ven, se burlan de mí,
hacen una mueca y mueven la cabeza, diciendo:
«Confió en el Señor, que él lo libre;
que lo salve, si lo quiere tanto.» R.
Me rodea una jauría de perros,
me asalta una banda de malhechores;
taladran mis manos y mis pies.
Yo puedo contar todos mis huesos. R.
Se reparten entre sí mi ropa
y sortean mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
tú que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme. R.
Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos,
te alabaré en medio de la asamblea:
«Alábenlo, los que temen al Señor;
glorifíquenlo, descendientes de Jacob;
témanlo, descendientes de Israel.» R.
Se anonadó a sí mismo. Por eso, Dios lo exaltó
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Filipos
2, 6-11
Jesucristo, que era de condición divina, no consideró esta
igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario,
se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor
y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto
humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte
de cruz.
Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo
nombre, para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo,
en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios
Padre: «Jesucristo es el Señor.»
Palabra de Dios
VERSÍCULO ANTES DEL EVANGELIO Flp 2, 8-9
Cristo se humilló por nosotros
hasta aceptar por obediencia la muerte,
y muerte de cruz.
Por eso, Dios lo exaltó
y le dio el Nombre que está sobre todo nombre.
EVANGELIO
En los lugares en que pareciere oportuno, durante la lectura de la Pasión
se pueden incorporar aclamaciones.
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos
14, 1-15, 47
Buscaban la manera de arrestar a Jesús con astucia, para darle muerte
C. Faltaban dos días para la fiesta de la Pascua y de los panes Acimos.
Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban la manera de arrestar a Jesús
con astucia, para darle muerte. Porque decían:
S. «No lo hagamos durante la fiesta, para que no se produzca un tumulto
en el pueblo.»
Ungió mi cuerpo anticipadamente para la sepultura
C. Mientras Jesús estaba en Betania, comiendo en casa de Simón
el leproso, llegó una mujer con un frasco lleno de un valioso perfume
de nardo puro, y rompiendo el frasco, derramó el perfume sobre la
cabeza de Jesús. Entonces algunos de los que estaban allí se
indignaron y comentaban entre sí:
S. «¿Para qué este derroche de perfume? Se hubiera podido
vender por más de trescientos denarios para repartir el dinero entre
los pobres.»
C. Y la criticaban. Pero Jesús dijo:
+ «Déjenla, ¿por qué la molestan? Ha hecho una
buena obra conmigo. A los pobres los tendrán siempre con ustedes y
podrán hacerles bien cuando quieran, pero a mí no me tendrán
siempre. Ella hizo lo que podía; ungió mi cuerpo anticipadamente
para la sepultura. Les aseguro que allí donde se proclame la Buena
Noticia, en todo el mundo, se contará también en su memoria
lo que ella hizo.»
Prometieron a Judas Iscariote darle dinero
C. Judas Iscariote, uno de los Doce, fue a ver a los sumos sacerdotes para
entregarles a Jesús. Al oírlo, ellos se alegraron y prometieron
darle dinero. Y Judas buscaba una ocasión propicia para entregarlo.
¿Dónde está mi sala, en la que voy a comer el cordero
pascual con mis discípulos?
C. El primer día de la fiesta de los panes Acimos, cuando se inmolaba
la víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús:
S. «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la comida
pascual?»
C. El envió a dos de sus discípulos, diciéndoles:
+ «Vayan a la ciudad; allí se encontrarán con un hombre
que lleva un cántaro de agua. Síganlo, y díganle al
dueño de la casa donde entre: El Maestro dice: "¿Dónde
está mi sala, en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos?"
El les mostrará en el piso alto una pieza grande, arreglada con almohadones
y ya dispuesta; prepárennos allí lo necesario.»
C. Los discípulos partieron y, al llegar a la ciudad, encontraron
todo como Jesús les había dicho y prepararon la Pascua.
Uno de vosotros me entregará, uno que come conmigo
C. Al atardecer, Jesús llegó con los Doce. Y mientras estaban
comiendo, dijo:
+ «Les aseguro que uno de ustedes me entregará, uno que come
conmigo.»
C. Ellos se entristecieron y comenzaron a preguntarle, uno tras otro:
S. «¿Seré yo?»
C. El les respondió:
+ «Es uno de los Doce, uno que se sirve de la misma fuente que yo.
El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay
de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado: más le
valdría no haber nacido!»
Esto es mi cuerpo. Esta es mi sangre, la sangre de la alianza
C. Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció
la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:
+ «Tomen, esto es mi Cuerpo.»
C. Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó,
y todos bebieron de ella. Y les dijo:
+ «Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos.
Les aseguro que no beberé más del fruto de la vid hasta el
día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios.»
Antes que cante el gallo por segunda vez, me habrás negado tres veces
C. Después del canto de los Salmos, salieron hacia el monte de los
Olivos. Y Jesús les dijo:
+ «Todos ustedes se van a escandalizar, porque dice la Escritura: Heriré
al pastor y se dispersarán las ovejas. Pero después que yo
resucite, iré antes que ustedes a Galilea.»
C. Pedro le dijo:
S. «Aunque todos se escandalicen, yo no me escandalizaré.»
C. Jesús le respondió:
+ «Te aseguro que hoy, esta misma noche, antes que cante el gallo por
segunda vez, me habrás negado tres veces.»
C. Pero él insistía:
S. «Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré.»
C. Y todos decían lo mismo.
Comenzó a sentir temor y a angustiarse
C. Llegaron a una propiedad llamada Getsemaní, y Jesús dijo
a sus discípulos:
+ «Quédense aquí, mientras yo voy a orar.»
C. Después llevó con él a Pedro, Santiago y Juan, y
comenzó a sentir temor y a angustiarse. Entonces les dijo:
+ «Mi alma siente una tristeza de muerte. Quédense aquí
velando.»
C. Y adelantándose un poco, se postró en tierra y rogaba que,
de ser posible, no tuviera que pasar por esa hora. Y decía:
+ «Abba -Padre- todo te es posible: aleja de mí este cáliz,
pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya.»
C. Después volvió y encontró a sus discípulos
dormidos. Y Jesús dijo a Pedro:
+ «Simón, ¿duermes? ¿No has podido quedarte despierto
ni siquiera una hora? Permanezcan despiertos y oren para no caer en la tentación,
porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil.»
C. Luego se alejó nuevamente y oró, repitiendo las mismas palabras.
Al regresar, los encontró otra vez dormidos, porque sus ojos se cerraban
de sueño, y no sabían qué responderle. Volvió
por tercera vez y les dijo:
+ «Ahora pueden dormir y descansar. Esto se acabó. Ha llegado
la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores.
¡Levántense! ¡Vamos! Ya se acerca el que me va a entregar.»
Detenedlo y llevadlo bien custodiado
C. Jesús estaba hablando todavía, cuando se presentó
Judas, uno de los Doce, acompañado de un grupo con espadas y palos,
enviado por los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos. El traidor
les había dado esta señal:
S. «Es aquel a quien voy a besar. Deténganlo y llévenlo
bien custodiado.»
C. Apenas llegó, se le acercó y le dijo:
«Maestro.» Y lo besó. Los otros se abalanzaron sobre él
y lo arrestaron. Uno de los que estaban allí sacó la espada
e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja.
Jesús les dijo:
+ «Como si fuera un bandido, han salido a arrestarme con espadas y
palos. Todos los días estaba entre ustedes enseñando en el
Templo y no me arrestaron. Pero esto sucede para que se cumplan las Escrituras.»
C. Entonces todos lo abandonaron y huyeron. Lo seguía un joven, envuelto
solamente con una sábana, y lo sujetaron; pero él, dejando
la sábana, se escapó desnudo.
¿Eres el Mesías, el Hijo de Dios bendito?
C. Llevaron a Jesús ante el Sumo Sacerdote, y allí se reunieron
todos los sumos sacerdotes, los ancianos y los escribas. Pedro lo había
seguido de lejos hasta el interior del palacio del Sumo Sacerdote y estaba
sentado con los servidores, calentándose junto al fuego. Los sumos
sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban un testimonio contra Jesús,
para poder condenarlo a muerte, pero no lo encontraban. Porque se presentaron
muchos con falsas acusaciones contra él, pero sus testimonios no concordaban.
Algunos declaraban falsamente contra Jesús:
S. «Nosotros lo hemos oído decir: "Yo destruiré este
Templo hecho por la mano del hombre, y en tres días volveré
a construir otro que no será hecho por la mano del hombre."»
C. Pero tampoco en esto concordaban sus declaraciones. El Sumo Sacerdote,
poniéndose de pie ante la asamblea, interrogó a Jesús:
S. «¿No respondes nada a lo que estos atestiguan contra ti?»
C. El permanecía en silencio y no respondía nada. El Sumo Sacerdote
lo interrogó nuevamente:
S. «¿Eres el Mesías, el Hijo del Dios bendito?»
C. Jesús respondió:
+ «Sí, yo lo soy: y ustedes verán al Hijo del hombre
sentarse a la derecha del Todopoderoso y venir entre las nubes del cielo.»
C. Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras y exclamó:
S. «¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ustedes acaban
de oír la blasfemia. ¿Qué les parece?»
C. Y todos sentenciaron que merecía la muerte. Después algunos
comenzaron a escupirlo y, tapándole el rostro, lo golpeaban, mientras
le decían:
S. «¡Profetiza!»
C. Y también los servidores le daban bofetadas.
Se puso a maldecir y a jurar que no conocía a ese hombre del que estaban
hablando
C. Mientras Pedro estaba abajo, en el patio, llegó una de las sirvientas
del Sumo Sacerdote y, al ver a Pedro junto al fuego, lo miró fijamente
y le dijo:
S. «Tú también estabas con Jesús, el Nazareno.»
C. El lo negó, diciendo:
S. «No sé nada; no entiendo de qué estás hablando.»
C. Luego salió al vestíbulo. La sirvienta, al verlo, volvió
a decir a los presentes:
S. «Este es uno de ellos.»
C. Pero él lo negó nuevamente. Un poco más tarde, los
que estaban allí dijeron a Pedro:
S. «Seguro que eres uno de ellos, porque tú también eres
galileo.»
C. Entonces él se puso a maldecir y a jurar que no conocía
a ese hombre del que estaban hablando. En seguida cantó el gallo por
segunda vez. Pedro recordó las palabras que Jesús le había
dicho: «Antes que cante el gallo por segunda vez, tú me habrás
negado tres veces.» Y se puso a llorar.
¿Queréis que os ponga en libertad al rey de los judíos?
C. En cuanto amaneció, los sumos sacerdotes se reunieron en Consejo
con los ancianos, los escribas y todo el Sanedrín. Y después
de atar a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato. Este lo interrogó:
S. «¿Tú eres el rey de los judíos?»
C. Jesús le respondió:
+ «Tú lo dices.»
C. Los sumos sacerdotes multiplicaban las acusaciones contra él. Pilato
lo interrogó nuevamente:
S. «¿No respondes nada? ¡Mira de todo lo que te acusan!»
C. Pero Jesús ya no respondió a nada más, y esto dejó
muy admirado a Pilato. En cada Fiesta, Pilato ponía en libertad a
un preso, a elección del pueblo. Había en la cárcel
uno llamado Barrabás, arrestado con otros revoltosos que habían
cometido un homicidio durante la sedición. La multitud subió
y comenzó a pedir el indulto acostumbrado. Pilato les dijo:
S. «¿Quieren que les ponga en libertad al rey de los judíos?»
C. El sabía, en efecto, que los sumos sacerdotes lo habían
entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes incitaron a la multitud
a pedir la libertad de Barrabás. Pilato continuó diciendo:
S. «¿Qué debo hacer, entonces, con el que ustedes llaman
rey de los judíos?»
C. Ellos gritaron de nuevo:
S. «¡Crucifícalo!»
C. Pilato les dijo:
S. «¿Qué mal ha hecho?»
C. Pero ellos gritaban cada vez más fuerte:
S. «¡Crucifícalo!»
C. Pilato, para contentar a la multitud, les puso en libertad a Barrabás;
y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó
para que fuera crucificado.
Hicieron una corona de espinas y se la colocaron
C. Los soldados lo llevaron dentro del palacio, al pretorio, y convocaron
a toda la guardia. Lo vistieron con un manto de púrpura, hicieron
una corona de espinas y se la colocaron. Y comenzaron a saludarlo:
S. «¡Salud, rey de los judíos!»
C. Y le golpeaban la cabeza con una caña, le escupían y, doblando
la rodilla, le rendían homenaje. Después de haberse burlado
de él, le quitaron el manto de púrpura y le pusieron de nuevo
sus vestiduras. Luego lo hicieron salir para crucificarlo.
Condujeron a Jesús a un lugar llamado Gólgota y lo crucificaron
C. Como pasaba por allí Simón de Cirene, padre de Alejandro
y de Rufo, que regresaba del campo, lo obligaron a llevar la cruz de Jesús.
Y condujeron a Jesús a un lugar llamado Gólgota, que significa:
«lugar del Cráneo.»
Le ofrecieron vino mezclado con mirra, pero él no lo tomó.
Después lo crucificaron. Los soldados se repartieron sus vestiduras,
sorteándolas para ver qué le tocaba a cada uno. Ya mediaba
la mañana cuando lo crucificaron. La inscripción que indicaba
la causa de su condena decía: «El rey de los judíos.»
Con él crucificaron a dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su
izquierda.
Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo
C. Los que pasaban lo insultaban, movían la cabeza y decían:
S. «¡Eh, tú, que destruyes el Templo y en tres días
lo vuelves a edificar, sálvate a ti mismo y baja de la cruz!»
C. De la misma manera, los sumos sacerdotes y los escribas se burlaban y
decían entre sí:
S. «¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo!
Es el Mesías, el rey de Israel, ¡que baje ahora de la cruz,
para que veamos y creamos!»
C. También lo insultaban los que habían sido crucificados con
él.
Jesús, dando un gran grito expiró
C. Al mediodía, se oscureció toda la tierra hasta las tres
de la tarde; y a esa hora, Jesús exclamó en alta voz:
+ «Eloi, Eloi, lamá sabactani.»
C. Que significa:
+ «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?»
C. Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron:
S. «Está llamando a Elías.»
C. Uno corrió a mojar una esponja en vinagre y, poniéndola
en la punta de una caña le dio de beber, diciendo:
S. «Vamos a ver si Elías viene a bajarlo.»
C. Entonces Jesús, dando un gran grito, expiró.
Aquí todos se arrodillan, y se hace una breve pausa.
C. El velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo. Al verlo expirar
así, el centurión que estaba frente a él, exclamó:
S. «¡Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios!»
C. Había también allí algunas mujeres que miraban de
lejos. Entre ellas estaban María Magdalena, María, la madre
de Santiago el menor y de José, y Salomé, que seguían
a Jesús y lo habían servido cuando estaba en Galilea; y muchas
otras que habían subido con él a Jerusalén.
José hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro
C. Era día de Preparación, es decir, vísperas de sábado.
Por eso, al atardecer, José de Arimatea -miembro notable del Sanedrín,
que también esperaba el Reino de Dios- tuvo la audacia de presentarse
ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús.
Pilato se asombró de que ya hubiera muerto; hizo llamar al centurión
y le preguntó si hacía mucho que había muerto.
Informado por el centurión, entregó el cadáver a José.
Este compró una sábana, bajó el cuerpo de Jesús,
lo envolvió en ella y lo depositó en un sepulcro cavado en
la roca. Después hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro.
María Magdalena y María, la madre de José, miraban dónde
lo habían puesto.
Palabra del Señor.
O bien más breve:
En los lugares en que pareciere oportuno, durante la lectura de la Pasión,
se pueden incorporar aclamaciones.
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos
15, 1-39
¿Queréis que os ponga en libertad al rey de los judíos?
C. En cuanto amaneció, los sumos sacerdotes se reunieron en Consejo
con los ancianos, los escribas y todo el Sanedrín. Y después
de atar a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato. Este lo interrogó:
S. «¿Tú eres el rey de los judíos?»
C. Jesús le respondió:
+ «Tú lo dices.»
C. Los sumos sacerdotes multiplicaban las acusaciones contra él. Pilato
lo interrogó nuevamente:
S. «¿No respondes nada? ¡Mira de todo lo que te acusan!»
C. Pero Jesús ya no respondió a nada más, y esto dejó
muy admirado a Pilato. En cada Fiesta, Pilato ponía en libertad a
un preso, a elección del pueblo. Había en la cárcel
uno llamado Barrabás, arrestado con otros revoltosos que habían
cometido un homicidio durante la sedición. La multitud subió
y comenzó a pedir el indulto acostumbrado. Pilato les dijo:
S. «¿Quieren que les ponga en libertad al rey de los judíos?»
C. El sabía, en efecto, que los sumos sacerdotes lo habían
entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes incitaron a la multitud
a pedir la libertad de Barrabás. Pilato continuó diciendo:
S. «¿Qué debo hacer, entonces, con el que ustedes llaman
rey de los judíos?»
C. Ellos gritaron de nuevo:
S. «¡Crucifícalo!»
C. Pilato les dijo:
S. «¿Qué mal ha hecho?»
C. Pero ellos gritaban cada vez más fuerte:
S. «¡Crucifícalo!»
C. Pilato, para contentar a la multitud, les puso en libertad a Barrabás;
y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó
para que fuera crucificado.
Hicieron una corona de espinas y se la colocaron
C. Los soldados lo llevaron dentro del palacio, al pretorio, y convocaron
a toda la guardia. Lo vistieron con un manto de púrpura, hicieron
una corona de espinas y se la colocaron. Y comenzaron a saludarlo:
S. «¡Salud, rey de los judíos!»
C. Y le golpeaban la cabeza con una caña, le escupían y, doblando
la rodilla, le rendían homenaje. Después de haberse burlado
de él, le quitaron el manto de púrpura y le pusieron de nuevo
sus vestiduras. Luego lo hicieron salir para crucificarlo.
Condujeron a Jesús a un lugar llamado Gólgota y lo crucificaron
C. Como pasaba por allí Simón de Cirene, padre de Alejandro
y de Rufo, que regresaba del campo, lo obligaron a llevar la cruz de Jesús.
Y condujeron a Jesús a un lugar llamado Gólgota, que significa:
«lugar del Cráneo.»
Le ofrecieron vino mezclado con mirra, pero él no lo tomó.
Después lo crucificaron. Los soldados se repartieron sus vestiduras,
sorteándolas para ver qué le tocaba a cada uno. Ya mediaba
la mañana cuando lo crucificaron. La inscripción que indicaba
la causa de su condena decía: «El rey de los judíos.»
Con él crucificaron a dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su
izquierda.
Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo
C. Los que pasaban lo insultaban, movían la cabeza y decían:
S. ¡«Eh, tú, que destruyes el Templo y en tres días
lo vuelves a edificar, sálvate a ti mismo y baja de la cruz!»
C. De la misma manera, los sumos sacerdotes y los escribas se burlaban y
decían entre sí:
S. «¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo!
Es el Mesías, el rey de Israel, ¡que baje ahora de la cruz,
para que veamos y creamos!»
C. También lo insultaban los que habían sido crucificados con
él.
Jesús, dando un gran grito expiró
C. Al mediodía, se oscureció toda la tierra hasta las tres
de la tarde; y a esa hora, Jesús exclamó en alta voz:
+ «Eloi, Eloi, lamá sabactani.»
C. Que significa:
+ «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?»
C. Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron:
S. «Está llamando a Elías.»
C. Uno corrió a mojar una esponja en vinagre y, poniéndola
en la punta de una caña, le dio de beber, diciendo:
S. «Vamos a ver si Elías viene a bajarlo.»
C. Entonces Jesús, dando un gran grito, expiró.
Aquí todos se arrodillan, y se hace una breve pausa.
C. El velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo. Al verlo expirar
así, el centurión que estaba frente a él, exclamó:
S. «¡Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios!»
Palabra del Señor.