Domingo dentro de la Octava de Navidad
(O en su defecto el 30 de diciembre)
LA SAGRADA FAMILIA
DE JESÚS, MARÍA Y JOSÉ
Ciclo B
Cuando entre el 25 de diciembre y el 1 de enero no hubiese un domingo, esta
fiesta se celebra el día 30 de diciembre, eligiéndose antes
del Evangelio una sola lectura.
Tu heredero será alguien que nacerá de ti
Lectura del libro del Génesis 15, 1-6; 21,
1-3
En aquellos días, la palabra del Señor llegó a Abrám
en una visión, en estos términos: «No temas, Abrám.
Yo soy para ti un escudo. Tu recompensa será muy grande.»
«Señor, respondió Abrám, ¿para qué
me darás algo, si yo sigo sin tener hijos, y el heredero de mi casa
será Eliezer de Damasco?» Después añadió:
«Tú no me has dado un descendiente, y un servidor de mi casa
será mi heredero.»
Entonces el Señor le dirigió esta palabra: «No, ese no
será tu heredero; tu heredero será alguien que nacerá
de ti.» Luego lo llevó afuera y continuó diciéndole:
«Mira hacia el cielo y si puedes, cuenta las estrellas.» Y añadió:
«Así será tu descendencia.»
Abrám creyó en el Señor, y el Señor se lo tuvo
en cuenta para su justificación.
El Señor visitó a Sara como lo había dicho, y obró
con ella conforme a su promesa. En el momento anunciado por Dios, Sara concibió
y dio un hijo a Abraham, que ya era anciano. Cuando nació el niño
que le dio Sara, Abraham le puso el nombre de Isaac.
Palabra de Dios
SALMO 104, 1b-6. 8-9
R. El Señor, se acuerda eternamente de su Alianza.
¡Den gracias al Señor, invoquen su Nombre,
hagan conocer entre los pueblos sus proezas;
canten al Señor con instrumentos musicales,
pregonen todas sus maravillas! R.
¡Gloríense en su santo Nombre,
alégrense los que buscan al Señor!
¡Recurran al Señor y a su poder,
busquen constantemente su rostro! R.
Recuerden las maravillas que él obró,
sus portentos y los juicios de su boca.
Descendientes de Abraham, su servidor,
hijos de Jacob, su elegido. R.
El se acuerda eternamente de su alianza,
de la palabra que dio por mil generaciones,
del pacto que selló con Abraham,
del juramento que hizo a Isaac. R.
La fe de Abraham, de Sara y de Isaac
Lectura de la carta a los Hebreos 11, 8. 11-12. 17-19
Hermanos:
Por la fe, Abraham, obedeciendo al llamado de Dios, partió hacia el
lugar que iba a recibir en herencia, sin saber a dónde iba. También
por la fe, Sara recibió el poder de concebir, a pesar de su edad avanzada,
porque juzgó digno de fe al que se lo prometía. Y por eso,
de un solo hombre, y de un hombre ya cercano a la muerte, nació una
descendencia numerosa como las estrellas del cielo e incontable como la arena
que está a la orilla del mar.
Por la fe, Abraham, cuando fue puesto a prueba, presentó a Isaac como
ofrenda: él ofrecía a su hijo único, al heredero de
las promesas, a aquel de quien se había anunciado: De Isaac nacerá
la descendencia que llevará tu nombre. Y lo ofreció, porque
pensaba que Dios tenía poder, aun para resucitar a los muertos. Por
eso recuperó a su hijo, y esto fue como un símbolo.
Palabra de Dios.
ALELUIA Hb 1, 1-2
Aleluia.
Después de haber hablado a nuestros padres
por medio de los profetas,
en este tiempo final,
Dios nos ha hablado por medio de su Hijo.
Aleluia.
EVANGELIO
El niño crecía, lleno de sabiduría
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
2, 22-40
Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para
la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo
al Señor, como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito
será consagrado al Señor. También debían ofrecer
en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena
la Ley del Señor.
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón,
que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu
Santo estaba en él y le había revelado que no moriría
antes de ver al Mesías del Señor. Conducido por el mismo Espíritu,
fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño
para cumplir con él las prescripciones de la Ley, Simeón lo
tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:
«Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como
lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste
delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y
gloria de tu pueblo Israel.»
Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él.
Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre:
«Este niño será causa de caída y de elevación
para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti
misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán
claramente los pensamientos íntimos de muchos.»
Había también allí una profetisa llamada Ana, hija de
Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada
en su juventud, había vivido siete años con su marido. Desde
entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro
años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día
con ayunos y oraciones. Se presentó en ese mismo momento y se puso
a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban
la redención de Jerusalén.
Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron
a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía,
lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.
Palabra del Señor.
O bien más breve:
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
2, 22. 39-40
Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para
la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo
al Señor.
Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron
a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía,
lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.
Palabra del Señor.