SAN NANCTO
668 d.C.
22 de octubre
En tiempos del rey Leovigildo,
llegó de las regiones de África a la provincia de la Lusitania
un abad de nombre Nancto, el cual después de un tiempo, atraído
por la devoción de santa Eulalia, habitó en la casa-monasterio
junto a la basílica de la santa, bajo el gobierno del diácono
Redento. Abad de un monasterio de Mérida. Sabemos que se alejó
de las mujeres para vencer las tentaciones.
Según el hagiógrafo en su espiritualidad destacaba
el evitar mirar a una mujer y que éstas lo miraran; por ello suplicó
al diácono Redento que evitase que cuando fuera por la noche a orar
a san Eulalia fuera visto por una mujer. Pero había una “nobilísima
y santísima viuda” llamada Eusebia que quería verlo y lo consiguió
gracias a la complicidad de Redento, cuando lo vió, Nancto dio un
grito y cayó como si le hubiera golpeado una gruesa piedra.
Vivió retirado en un lugar desértico con unos
pocos hermanos, y fundó su propio monasterio, como los antiguos anacoretas.
Empezó a brillar por su fama de santidad debido a sus muchas virtudes,
en especial por la soledad, aislamiento y pobreza; esto atrajo el interés
del rey arriano Leovigildo que le entregó tierras y animales para
su sustento.
Pero los habitantes del lugar no queriendo sostener el dominio
de un señor al que consideraban indigno y basto, fue asesinado mientras
se encontraba solo pastoreando algunas ovejas, y por ello venerado como mártir.
Los asesinos fueron llevados ante la justicia y recibieron su merecido.