BEATO NICOLÁS BARRÉ
1686 d.C.
31 de mayo
Nicolás Barré
nace en Amiens (Francia), el 21 de octubre de 1621 y muere en París,
el 31 de mayo de 1686, en el convento de los Mínimos de la Plaza Real,
rodeado de su comunidad y atendido solícitamente por el P. Thuillier,
mínimo, que luego nos dejaría unos apuntes biográficos
sobre él. Sus últimas palabras fueron: "Jesús, María"
repetidas por tres veces (enlace de palabras muy querido por los mínimos,
debido a la mucha frecuencia con que eran usadas de palabra y por escrito
por San Francisco de Paula, su fundador).
Nicolás fue el primer hijo del matrimonio formado por
Louis Barré y Antoinette Pellé, familia acomodada de comerciantes.
El nacimiento del primogénito fue seguido por los de cuatro niñas:
Catherine, Louise, Françoise y Marie.
Sus padres deseando para él la fe y la entrada en la
Iglesia. lo llevan a bautizar el día 17 de diciembre, a la iglesia
de San Germán de Amiens. Le educan en la fe y le dan ejemplo de vida
evangélica, enseñándole a orar y a confiar en Dios. El
aprende con facilidad estas enseñanzas y comienza a vivir su fe, su
relación con Dios, convencido de que está a su lado y le quiere.
La convicción de su oración y su gran confianza
en Dios se nos hace patente por un suceso de su infancia que nos cuentan sus
biógrafos: Su hermanita Louise, estaba al borde de la muerte (quizá
la peste), él observa la consternación e impotencia de sus padres,
mira a su querida hermana agonizante, se vuelve a Aquel en quien confía;
y su fe inocente arranca de Dios la total curación de la niña.
Más tarde Louise, siendo monja mínima en el monasterio de Abbeville,
dirá haciendo referencia a este hecho: "Mi hermano se convirtió
en mi padre, porque me dio de nuevo la vida. Y se puede decir que es doblemente
mi padre porque, en el terreno de la gracia, le debo el ser hija de San Francisco
de Paula". (P. Thuillier).
Aunque, la situación económica desahogada de
la familia Barré, libre a Nicolás de muchos males, no por ello
crece ignorante y despreocupado de la situación precaria que vibra
a su alrededor. Ve y oye a las personas necesitadas que llaman a las puertas
de su casa y son socorridas por sus padres. Percibe el horrible rumor y consecuencias
de la guerra, sus estragos, sus incertidumbres, miedos y zozobras. Todo este
dolor, inseguridad, miseria quedará impresa en su ser y tendrá
su influencia en el desarrollo de toda su vida y espiritualidad.
Desde los diez años hasta los diecinueve, cursa sus
estudios en el colegio de San Nicolás, dirigido por los jesuitas,
con resultados brillantes. Allí conoció la encantadora figura
de San Luis Gonzaga y en él inspiró su conducta. Sus compañeros
de estudios le aprecian y buscaban su compañía, a pesar de que
sabían que junto a Nicolás tenían que comportarse correctamente,
pues no consentía un lenguaje vulgar y tosco, ni la utilización
de ciertas expresiones, juegos o bromas, ni las críticas. Nicolás
quiere ser del agrado de Dios, sus compañeros lo saben, y goza viendo
cómo ellos también agradan a Dios. Sus modales, sus palabras,
sus anhelos influyen en el comportamiento de sus compañeros, así
lo observan sus educadores.
Antes de terminar sus estudios confió a sus padres el
deseo que anidaba en su corazón de entregarse totalmente al Señor
en la vida religiosa. Sus padres renuncian a todas las ilusiones que se habían
forjado sobre su primogénito y único varón, al que veían
dotado de excelentes cualidades intelectuales y con un carácter agradable
y atractivo. Si Dios le llama por este camino, ellos aceptan cristianamente
la determinación de su hijo, cuando llegue el momento le ayudarán
y ofrecerán su apoyo para que lo pueda realizar.
En 1.659, cuando Nicolás cuenta ya 38 años, es enviado a Rouen.
Allí vuelve a constatar la miseria e ignorancia que reina, el abandono
de niños y jóvenes y sobre todo las niñas que son las
más desfavorecidas. Medita, ora sobre esta situación en la que
los ve sumergidos sin posibilidad de salir por ellos mismos; se pregunta una
y mil veces ¿qué es lo que puedo hacer? ¿qué es
lo que debo hacer?. Le supone una presión tremenda verlos explotados
en trabajos impropios porque tienen que ayudar a la familia: hacinados por
la falta de espacio, con los graves perjuicios morales que esto supone; supersticiosos
y alejados de la grandeza de la fe que recibieron en el bautismo.
Nicolás cada día que pasa reflexiona más
sobre este asunto, va entrando en contacto con otras personas que se hacen
éstas o parecidas preguntas. Las autoridades de Rouen por su parte,
adoptan las mismas medidas que ya se han tomado en otras localidades francesas,
recoger a estos niños y jóvenes en el Hospital General; intentan
con ello remediar estos males y quitar de la vista a aquellos que pueden hacer
desdecir la buena marcha de la sociedad; pero esta situación es mucho
peor si cabe: las condiciones son todavía más duras y lastimosas,
junto a los niños están recogidos dementes, alcohólicos,
vagabundos, lisiados, incapaces, enfermos crónicos, etc.
Nicolás Barré en su convento da conferencias
a los miembros de la Tercera Orden de San Francisco de Paula. Tiene bastantes
oyentes entre los cuales podemos encontrar a Adrien Nyel, administrador del
Hospital General, Claude de Grainville y Pierre Fauvel, Consejeros del Parlamento,
el Sr. Maillefer Consejero del Tribunal de Cuentas, entre otros; además
de una gran cantidad de personas humildes. De aquí saldrían
quienes le han de ayudar en su empresa de atención a las niñas
y jóvenes.
Bajo la iniciativa de Nicolás Barré, un grupo
de mujeres de Rouen y sus alrededores, se consagraron totalmente a la formación
humana y cristiana de las jóvenes y mujeres que la pobreza y la miseria
habían dejado sin recursos. Las hermanas dedicadas a esta labor se
multiplicaron prodigiosamente y de todos los rincones de Francia solicitaban
su presencia benéfica. Ellas por su parte vivían en un total
abandono en la Divina Providencia, atareadas en la labor educativa y de formación
humana y religiosa:
"El espíritu del Instituto de las hermanas maestras
de las Escuelas Caritativas del Santo Niño Jesús, es el de
enseñar al prójimo de su sexo los primeros elementos de la
doctrina cristiana, de una manera apostólica, y en este espíritu
de desinterés que impulsó a los Apóstoles a instruir
a todo el mundo, es necesario que todas las personas que se ofrezcan para
ser admitidas y recibidas en él, estén bien informadas, y que
sepan que la casa del Instituto, no es como las de otros institutos, un establecimiento
fijo, permanente y que da seguridades a los sujetos que allí se reciben
de conservarles en él hasta el fin de sus días o por largo
tiempo; pues hay tan pocos que los superiores nombrados no se comprometen
ni siquiera a darles recompensas temporales en caso de despido del Instituto."(Texto
de Fundación)
El Padre Barré las animaba con sus consejos y palabras de aliento
para el duro trabajo que realizaban:
"Dábamos clase en las Escuelitas desde las ocho hasta
las once. Después, llevábamos a los niños a Misa, eran
unos ciento treinta o más. Desde las doce (horas) hasta los dos, hacíamos
leer a las chicas mayores, y les dábamos catecismo; luego, las pequeñas
hasta las cinco. Después, íbamos por las casas, para instruir
a la buena gente, enseñándoles los principales misterios, y
sobre todo a confesarse bien y a comulgar, dándoles facilidades para
hacer confesiones generales, particularmente a todos aquellos que no lo habían
hecho nunca y a aquellos que lo necesitaban".
Así nos cuenta Margarita Lestocq, primera hermana que entró
en la comunidad, el comienzo de la fundación y en qué consistía:
"El reverendo Padre nos preguntó-¿Queréis
vivir en comunidad, con la condición de que no tendréis ninguna
seguridad?. No tendréis más que lo necesario, y aún escasamente,
y si estáis enfermas, se os mandará al hospital. Hay que estar
dispuesta a morir en un rincón al borde del camino, abandonada por
todos y permanecer en esta disposición toda la vida. Ved, dijo su
reverencia, lo que tenéis que responder. Respondimos de todo corazón:
Sí, lo queremos, y nos abandonamos a la Divina Providencia con total
desinterés. Dicho y hecho, entramos en comunidad, bajo la obediencia
de una superiora, que en aquel tiempo era Mme. du Buc, persona muy virtuosa,
allí vivimos en santa unión amabilidad, humildad, condescendencia
unas con otras; sobre todo el recogimiento y el silencio eran exactamente
observados. Hay que señalar que no hubo ninguna dificultad entre las
hermanas durante varios años. Así, la comunidad continuó
creciendo más y más, y las Escuelas se fueron multiplicando
y la gracia de Dios se derramaba en abundancia. Sin embargo, hubo grandes
dificultades después de varios años. No puedo detallar las
que nos vinieron por parte de los sacerdotes, de los clérigos, religiosos
y seglares, que causaron muchas penas a nuestro muy reverendo padre Barré
que tuvo que sufrir, sudar y trabajar, y sacrificarse mucho para establecer
la casa, y se cansó mucho y arruinó su salud para darnos santos
y sobrenaturales consejos, llenándonos el corazón y el espíritu
de todo lo necesario para nuestra salvación y la del prójimo.
No se puede expresar el penoso trabajo a que se entregó nuestro reverendo
padre".
Los estatutos de l685 están dirigidos a los Hermanos
maestros y a las Hermanas maestras de las escuelas a los cuales formaba en
seminarios para que realizasen su labor educativa de la forma más fecunda.
Constatamos aquí el comienzo de las Escuelas Normales.
Las Hermanas maestras, formaron pronto una comunidad sólida
y estable; se multiplicaron rápidamente, incluso fueron germen o apoyo
de otras congregaciones diocesanas que surgieron como ellas para cubrir las
necesidades latentes en aquella sociedad. Pronto se repartieron por toda Francia,
y curiosamente el año siguiente a la muerte de Nicolás, Servien
de Montigny solicitó oficialmente al rey permiso para que varias hermanas
se embarcasen rumbo a Siam (Thailandia); pero el rey no dio su autorización.
En la actualidad las Maestras Caritativas forman una Confederación,
con dos ramas diferentes: Hermanas del Niño Jesús-Providencia
de Rouen que han saltado con sus casas desde Europa hasta Madagascar y Africa
Central y las Hermanas del Niño Jesús-Nicolás Barré
que desde Europa se han extendido por Asia, Africa y América Latina
Los Hermanos Maestros no perduraron, las condiciones de vida
para ellos son más duras que para las maestras, son inconstantes, no
perseveran. Necesitarían otro tipo de atención y dedicación
que el P. Barré no puede tener con ellos.
San Juan Bautista de la Salle consulta al Padre Barré
(1688) sobre el tema de los maestros, en el cual ha quedado envuelto de forma
un poco involuntaria. El P. Barré se alegra de que alguien emprenda
este camino; le aconseja desde su experiencia, le exige desde su posición
de guía y consejero. Juan Bautista le pide consejo en varias ocasiones
sobre el mismo tema y sobre la forma en que ha de actuar. Barré sabe
que si Juan tiene a los maestros organizados y junto a sí, podrá
conseguir aquello en lo que él fracasó. El no podía por
su condición de religioso llevarlos a su convento y organizarlos allí
de forma estable y permanente. Pero el Sr. De La Salle sí puede, aunque
para hacerlo tenga que oponerse a toda su familia, quedar en ridículo
delante de sus amigos y conocidos, invertir toda su fortuna y renunciar a
todas sus seguridades. Juan Bautista de la Salle tiene madera de Santo, se
deja modelar por la mano de Dios a través de su guía experto,
Nicolás, y funda los Hermanos de las Escuelas Cristianas que hasta
el día de hoy juegan un papel muy importante en la
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(Samuel Miranda)