NUESTRA SEÑORA
DE LOS TRABAJADORES
Turín, Italia
27 de marzo
Turin, cercana a la celebre
iglesia de la Gran Madre de Dios construida con ocasión de la vuelta
a la patria del rey Vittorio Emanuele I desde el exilio en el que se encontraba,
surge el complejo del Monte de los Capuchinos, una de las modernas imagenes,
símbolo de la ciudad, formado por el homónimo convento y de
la iglesia de Santa María del Monte.
Al inicio de los años 60 la dirección de la Fiat
ofrece dinero, el metal y el trabajo para instalar una estatua de la Virgen
en un punto estratégico de la colina turinesa, sobre la plazoleta
delante al Monte de los Capuchinos. Asi es, pues, como se realiza la moderna
estatua de bronce de Nuestra Señora de los Trabajadores, obra del
artista G. Cantono.
Para la inauguración, que fue el 27 de marzo de 1960,
estuvieron presentes el arzobispo de Turín, Card. Maurilio Fossati,
el arzobispo de Milán Card. Giovanni Battista Montini y el obispo
de Lourdes Mons. Théas. Fue este último el que donó
en 1958 a los trabajadores de la Fiat peregrinos a Lourdes la reja
que actualmente rodea la estatua; por años dicha reja había
servido para cuidar que los peregrinos no entrasen en la gruta donde Bernadette
habia visto a la Virgen.
En la inaguración también se hizo presente, por medio de un
mensaje radiofónico, el papa beato Juan XXIII:
«Venerables hermanos y queridos hijos:
Rezado el Ángelus en presencia de la multitud en la Plaza
de San Pedro, nuestro pensamiento se dirige con alegría especial hacia
Turín, que ha escogido este domingo Laetare para rendir un tributo
de amor a la Inmaculada de Lourdes.
Nos es grato imaginaros, queridos hijos, en torno a vuestro
celosísimo Arzobispo, el Cardenal Mauricio Fossati, reunidos en las
laderas de la colina de los Capuchinos, en la que la primavera esparce sus
primeros colores. Esta visión evoca otra de la que fuimos felices
espectadores: las inolvidables jornadas del Congreso Eucarístico Nacional
de 1953.
Nos place ver el solemne rito de hoy como la estela radiante
de fervor y de santas empresas, que aquel memorable Congreso ha dejado en
vuestra ciudad. Es verdad que hoy honráis a la Virgen Santa; pero
todo acto de homenaje, tributado a Ella, se convierte en una unión
más estrecha con su Hijo, Jesús bendito; la devoción
a María Santísima tiende a hacer más robusta, pronta
y activa nuestra fe, más ardiente nuestra caridad, y más sentida
y fecunda la esperanza cristiana: ad Iesum per Mariam.
Este es el significado de las apariciones de Lourdes. Y es hermoso
que la presente ceremonia esté íntimamente unida con las maravillas
de Lourdes y que se haya abierto como una flor, precisamente ante la gruta
de la Inmaculada, hallando hoy su colofón triunfal. La antigua verja
de la gruta, donada por el venerable hermano Pierre Marie Théas a
los artesanos Turín, ha sido colocada sobre esta colina, de manera
que el recuerdo del mensaje de Massabielle estará unido, hasta visiblemente,
a la imagen humilde y bendita de la Virgen, que desde ahora mirará
sonriente a la ciudad de Turín, ciudad de santos, de bienhechores
insignes de toda la humanidad, para proteger y custodiar al que ora, sufre
y trabaja.
¡Queridos hijos!
Para que vuestra alegría sea completa, correspondemos
a vuestro deseo de escuchar nuestra palabra. Esta llega a vosotros como un
eco del mensaje de Lourdes.
Pues bien, el que quiera merecer las complacencias del Señor
Jesús y de su Madre, que camine rectamente por el camino del bien
sin vacilaciones ni componendas; que huya del pecado, origen de toda desgracia
y desequilibrio, incluso material, y obre el bien, es decir, practique la
caridad, las obras de misericordia, la justicia, la honradez, y todo esto
a la luz esplendorosa de la Eucaristía, que debe penetrar suavemente
las mentes y voluntades. Sólo así el hombre tiene la verdadera
alegría interior, la verdadera paz.
Deseamos recordaros un pensamiento de vuestro glorioso Obispo
San Máximo: «La paz de Cristo se otorga a quien no tiene en
sí la discordia del pecado... Pues es algo digno que la voluntad posea
al Salvador engendrado por la Virgen Inmaculada; y así como María
le llevó inmaculadamente, así también nuestra alma debe
guardarle sin mancha. Pues María fue como una figura de nuestras almas;
lo mismo que Cristo buscó en su Madre la virginidad, así ha
querido la integridad de nuestro amor» (S. Maximi Taurinensis, Hom.
21; ML 57,269).
Nuestra reconfortante Bendición Apostólica confirme
a cada uno de vosotros en el santo propósito, y traiga sobre el querido
Turín la continua abundancia de los dones celestiales. Llegue a nuestro
venerable hermano el Cardenal Arzobispo, a los queridos Pastores de las Diócesis
de la región Conciliar Piamontesa y al Obispo de Lourdes, reunidos
ahí en edificante ejemplo de oración; a los dirigentes y obreros
de todos los talleres de Turín; a los enfermos, a los que sufren,
a los niños; a la juventud generosa y llena de promesas, a cada una
de las familias, para que en todos reine la paz de Dios.» (De Discorsi,
messaggi, colloqui, vol. II, págs. 259-261)