NUESTRA SEÑORA DE LUJÁN
8 de mayo
A 60 kilómetros al oeste
de Buenos Aires se halla la villa de Luján. En 1630 no había
en aquel paraje ningún rastro de población y sólo era
frecuentado por las caravanas de carretas y las rescuas de mulas tucumanas
que bajaban o subían del puerto de Buenos Aires.
Sucedió que un portugués dueño de una
estancia, a cuarenta leguas de la ciudad, trató de erigir en ella
una modesta capilla dedicada a la Inmaculada Concepción de la Virgen.
Para esto le pidió a un amigo de Brasil que le envíe una imagen
pequeña de la Virgen en aquel misterio. Su amigo le envió dos
imágenes en bulto: una que representaba a María en su Inmaculada
Concepción y que hoy se venera en el santuario de Luján y otra
que tenía en sus brazos al Niño Jesús y ahora es venerada
en Sumampa.
Partió entonces de Buenos Aires el encargado de conducir
las imágenes. En la tarde del tercer día se detuvo la caravana
para pasar la noche y al día siguiente el conductor de las imágenes
preparó los bueyes para proseguir el viaje pero éstos no se
movían. Vinieron en su ayuda troperos y peones pero no tuvieron suerte.
Finalmente juzgaron que era necesario aliviar el peso de la carreta. Descargaron
las imágenes y en ese momento los bueyes pudieron moverse con facilidad.
Queriendo cerciorarse si el obstáculo provenía de las imágenes
las pusieron nuevamente en la carreta y no se pudo mover. Entonces viendo
que las imágenes se querían quedar en aquel lugar decidieron
que una de ellas permaneciera en la Cañada y la entregaron al dueño
de esas tierras. La fama del prodigio corrió hasta Buenos Aires y no
faltaron quienes emprendieron un viaje a Luján para contemplar la
imagen.
En 1887 la imagen fue coronada canónicamente por el
Papa León XIII.