NUESTROS LEGIONARIOS
DIFUNTOS
La campaña ha tocado a su término. He aquí un
legionario muerto noblemente. Por fin llegó la hora de ser
confirmado en el servicio: por toda la eternidad será
legionario, porque la Legión es quien le ha forjado su eterno
destino, ha sido el núcleo y el molde de su vida espiritual. Es
más: en su larga y dificultosa travesía por este mundo
siempre encontró seguridad y fuerza en esa súplica
unánime que diariamente brotaba de los labios fervorosos de los
legionarios, activos y auxiliares, pidiendo que, tras la lucha de esta
vida, se vuelva a juntar la Legión, sin faltar uno solo, en el
Reino de la Paz. ¡Qué consuelo para los legionarios todos,
para él y para nosotros! Pero, por un momento, dolor
también: la dolorosa pérdida de un amigo y de un hermano;
y, por tanto, la necesidad de orar para que ese legionario difunto se
vea sin dilación liberado de las penas del Purgatorio.
Al morir cualquier socio activo, el praesidium
hará que se celebre una misa por su alma lo antes posible, y
todos los socios del praesidium rezarán las oraciones completas
de la Legión -incluso el santo rosario-, una vez al menos, por
la misma intención. No se dan estas obligaciones cuando muere
algún pariente de uno de los socios. Todos los legionarios que
puedan -y no solamente los del praesidium a que pertenecía el
finado- deberían participar en la misa de Réquiem y
acompañar el féretro hasta la sepultura.
Durante el entierro, y después de las
oraciones litúrgicas de la Iglesia, se aconseja el rezo del
rosario y demás preces de la Legión: tan piadosa
práctica, al par que aprovecha al difunto, derramará un
bálsamo de consuelo sobre los afligidos corazones de los
parientes, de los mismos legionarios y de todos los amigos allí
presentes.
Es de esperar que se dirán estas mismas
oraciones más de una vez junto al cadáver, al ser
éste amortajado, y durante su estancia en la capilla
ardiente. Pero ni aun ahí debe darse por terminada la
obligación para con el legionario difunto. Cada año, en
el mes de noviembre, todos los praesidia harán celebrar la
Eucaristía por todos los legionarios muertos en el mundo entero.
En esta oración litúrgica -como siempre que se reza por
los legionarios en general- quedan comprendidos todos los socios, tanto
activos como auxiliares.
"El
Purgatorio está bajo el cetro de María, porque
allí también hay hijos suyos en trance de
agudísimo dolor, esperando nacer a aquella vida gloriosa que
jamás tendrá fin.
San Vicente Ferrer, San Bernardino de Siena,
Luis de Blois, y varios otros, proclaman explícitamente que
María es Reina del Purgatorio; y San Luis María de
Montfort nos urge a pensar y obrar conforme a esta creencia; quiere que
pongamos en manos de María el valor de nuestras oraciones y
reparaciones, y, a cambio, nos promete que esas almas, que nos son tan
queridas, obtendrán mayor y más pronto alivio que si les
aplicáramos nuestras oraciones directamente" (Lhoumeau, La vida espiritual según la escuela de San Luis
María de Montfort).
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(Samuel Miranda)