NOVENA
Por la señal…
Señor mío Jesucristo…
Oración para todos los días.
Peregrino y enfermo, vuelvo a Ti, Dios mío, cansado de
peregrinar fuera de Ti, y agobiado por el grave peso de mis males. Lo he
visto; lo he experimentado: lejos de Ti no hay abrigo, ni hartura, ni descanso,
ni bien alguno que sacie los deseos del alma que creaste.
Heme, pues, aquí, desnudo y hambriento y miserable, ¡oh Dios
de mi salud!
Ábreme las deseadas puertas de tu casa; perdóname; recíbeme;
sáname de todas mis enfermedades; úngeme con el óleo
de tu gracia, y dame el ósculo de paz que prometiste al pecador contrito
y humillado.
¿A quién, sino a Ti, clamaré, desde el profundo abismo
de mis males, oh Dios mío y Misericordia mía?
Como el ciervo herido desea la corriente de las aguas, así mi alma
corre a Ti, sedienta de tu amor, y desea tu rostro amabilísimo.
¡Oh Verdad! ¡Oh Belleza infinitamente amable de Dios! ¡
Cuán tarde te amé!, ¡cuán tarde te conocí!
y ¡cuán desdichado fue el tiempo en que no te amé ni
conocí!
Mis delitos me han envejecido; mis culpas me han afeado; mis iniquidades
han sobrepujado, como las olas del mar, por encima de mi cabeza.
¡Quién me diera, Dios mío, un amor infinito para amarte,
y un dolor infinito para arrepentirme del tiempo en que no te amé
corno debía!
Mas, al fin, te amo y te conozco, Bien sumo y Verdad suma, y con la luz que
Tú me das me conozco y me aborrezco, pues yo he sido el principio
y la causa toda de mis males.
¡Conózcate yo, Dios mío, de modo que te ame y no te pierda!
¡Conózcame a mí, de suerte que sepa aborrecerme y no
me busque vanamente en cosa alguna!
¡Amete yo, mi Dios, y suma Riqueza de mi alma, de modo que merezca
poseerte! ¡Y aborrézcame a mí de modo tal que me vea
libre de la gran miseria de mí mismo!
¡Muera yo a mí, que soy causa de mi muerte, para no morir con
muerte sempiterna! ¡Y viva yo para Ti, Dios mío y Vida mía,
de modo que Tú seas mi verdadera vida y mi salud perfecta para siempre!
Amén.