CELEBRAR DE PIE, SENTADO, ARRODILLADO



   Además de caminar, las actitudes corporales que adoptamos durante las celebraciones litúrgicas son: estar de pie, sentado y, a veces, arrodillado. En este capítulo analizaremos lo que se puede observar respecto a cada una de estas actitudes. Después, reflexiona¬remos sobre ellas a fin de descubrir cómo nos disponen a entrar en el mis¬terio que celebramos de pie, sentados o arrodillados.

A. ESTAR DE PIE

Observaciones

¿Cuándo estamos de píe?

   Podemos resumir nuestras obser¬vaciones acerca de estar de pie en misa con las palabras de la Instrucción Gene¬ral del Misal Romano, en su número 21: "Los fieles permanecen de pie: desde el comienzo del canto de entra¬da, o desde el momento en que el sacerdote se acerca al altar hasta la oración del día, inclusive; para el canto del aleluya, antes del evangelio; du-rante la proclamación del evangelio; durante la profesión de fe y la oración universal; y desde la oración de las ofrendas hasta el fin de la misa", ex-cepto, eventualmente, durante la con¬sagración o durante un momento de oración en silencio después de la co¬munión. En otras celebraciones tam-bién nos quedamos de pie durante el canto de entrada, durante la procla-mación del evangelio y la aclamación que le precede; siempre que hubiere, durante una profesión de fe, sobre todo en el bautismo y en la renovación de las promesas bautismales; durante la oración universal o una oración so-lemne de acción de gracias o de ala¬banza. También deben permanecer de pie los novios cuando realizan el sa¬cramento del matrimonio, durante el consentimiento y durante el intercam¬bio de anillos.

Reflexiones

¿Por qué permanecemos de pie en la vida diaria?

   Antes de poner de relieve el senti¬do religioso y cristiano de esta posi¬ción corporal, podemos preguntamos cuándo y por qué estamos de pie en nuestra vida diaria. ¿No es, la mayoría de las veces, para trabajar? Y cuando se acerca alguien que apreciamos, ¿no nos ponemos inmediatamente de pie, para escucharlo con atención y res¬ponderle con respeto? Romano Guar¬dini, uno de los grandes promotores del movimiento litúrgico, escribió en la década de 1920: "Estar de pie significa sobre todo concentrar nuestras fuerzas, pues, al contrario de la actitud distendida de quien está sentado, asu¬mimos una actitud vigorosa y discipli¬nada. Significa también que estamos atentos, pues en esa posición hay algo de tenso y despierto. Significa, final¬mente, que estamos preparados, pues quien está de pie puede ir inmediata¬mente de un lado a otro para cumplir sin demora un encargo o empezar el trabajo que le fue confiado" 2.

¿Por qué estar de pie en la liturgia?

   La historia nos enseña que ya en el Antiguo Testamento y en las religio-nes paganas antiguas la posición nor¬mal para orar era de pie. La persona que oraba miraba hacia el este, donde sale el sol, y levantaba sus brazos. Los cristianos hacían lo mismo cuando oraban. El obispo y el presbítero que presidían las celebraciones y toda la asamblea permanecían de pie, vueltos hacia el este, en dirección al sol na¬ciente, con los brazos extendidos. Sin embargo, el sentido de esa posición corporal tenía para los cristianos un sentido diferente del que tenía entre los paganos. Los cristianos veían en el sol al Señor resucitado. El domingo, día de la pascua semanal, estaba inclu¬so prohibido orar arrodillado. El primer concilio ecuménico, el de Nicea, el año 325, decretó celebrar la misa de pie durante los domingos y el tiempo pas¬cual, debido a su carácter pascual. Los cristianos tenían conciencia del sim¬bolismo de estar de pie; sabían de la alta dignidad de la persona humana. Permanecer de pie era la actitud de al-guien libre, redimido, de quien por el bautismo vivía ya la vida de resucita¬do. Era la actitud del vencedor. Ni si¬quiera delante de Dios el cristiano tie¬ne necesidad de inclinarse, pues es hijo de Dios, y entre los hermanos y hermanas es igual, tiene los mismos derechos. El resto de la creación le fue sometida para ser dominada por él. Por eso los cristianos oraron de pie du-rante muchos siglos.

   En la Edad Media hubo cambios en la espiritualidad litúrgica y en las posi¬ciones corporales. Mientras el sacer¬dote que presidía la misa permanecía de pie, los fieles comenzaron a inclinarse, por ejemplo, durante las oracio¬nes principales de la misa; más tarde comenzaron a arrodillarse. Debido a este cambio, evolucionó la teología de la eucaristía; ésta cada vez más se vol¬vió una celebración de adoración al Se¬ñor. Después del Concilio Vaticano II recuperamos, al menos en parte, cos¬tumbres de los cristianos de la anti¬güedad.


B. ESTAR SENTADO

Observaciones

¿Cuándo nos sentamos?

   Hablando de las posiciones del cuerpo durante la celebración eucarís-tica, la Instrucción General del Misal Romano da a entender que estar de pie es la actitud corporal normal, mientras que estar sentado es una posición ex¬cepcional. La excepción de estar sen¬tado está prevista, conforme a la Ins¬trucción del Misal. "durante las lectu¬ras antes del evangelio y durante el salmo responsorial, durante la homilía y durante el ofertorio mientras se pre¬paran los dones; y, si fuera conveniente,  mientras se guarda el silencio sa¬grado después de la comunión" (n. 21). En otras celebraciones la asam¬blea de los fieles permanece sentada en los momentos correspondientes, sobre todo durante la proclamación de la palabra de Dios, incluido el salmo responsorial, con excepción del evan-gelio. que se escucha de pie, y también durante la homilía. En la liturgia de las horas, durante la salmodia. los fieles permanecen sentados.

Reflexiones

¿Por qué en la vida diaria, nos sentamos?

   Cuando comparamos el estar sen¬tados durante las celebraciones litúr-gicas con la misma posición corporal en nuestra vida diaria, pensamos inmediatamente en las horas, a veces sin fin, que muchos de nuestros contem¬poráneos pasan sentados delante de la televisión. Aunque este estar sentado no tenga gran valor expresivo, porque generalmente es muy pasivo, nos pue¬de dar una pista: está sentado quien escucha o mira con actitud receptiva o, tal vez, simplemente para descansar o rehacer sus fuerzas. Todos nos sen¬tamos mientras tomamos los alimen¬tos y para conversar unos con otros. Un caso típico de permanecer senta¬do, que nadie puede imaginar en otra actitud corporal, es la escuela. Allí, los alumnos reciben, por lo menos tradi¬cionalmente, las enseñanzas del profesor, escuchándolo con más o menos atención, y reflexionan y debaten so¬bre aquello que el profesor quiere co¬municarles. También se trabaja senta¬do en algunas profesiones. Ahora no estoy pensando en los casos en los que sólo se busca descanso para el cuerpo, como, por ejemplo, el tornero, que puede trabajar de pie o sentado. Hay trabajos que casi necesariamente se hacen en esta posición. El que escri¬be una carta o un libro, el que elabora un discurso o hace un cálculo mate¬mático difícil lo hace sentado. En esos casos se asume tal posición corporal porque favorece pensar y reflexionar.

¿Por qué permanecemos sentados en la liturgia?

   No todos estos significados de es¬tar sentado tienen que ver con la litur-gia. Así, en la liturgia no se puede estar, en primer lugar, en actitud pasiva; no es descanso ni escuela: no es escritorio ni laboratorio. De ahí resulta, precisa¬mente, que permanecer sentado no sea la posición corporal normal de quienes participan en una celebración litúrgica. Pero con esto no se excluye que, en ciertos momentos y dentro de una fina¬lidad determinada, estar sentado sea la posición corporal más indicada.

   Los cristianos de la antigüedad nunca se sentaban en las celebracio¬nes litúrgicas. Hasta el principio de la Edad Media no había bancos ni sillas en las iglesias y catedrales. El cristiano participaba en la liturgia de pie: ésta era la actitud exterior e interior del cristiano. En las iglesias de los monas¬terios se introdujeron asientos para los que rezaban cada día durante va¬rias horas la liturgia de las horas. La instalación de bancos en las iglesias no se generalizó antes de la reforma protestante. Mientras que en la Edad Media las lecturas de la Sagrada Escri¬tura eran leídas solamente en latín, en una lengua que el pueblo por lo gene¬ral no entendía, no se sentía en las iglesias la falta de asientos, que favo¬recieran la escucha y la meditación de la palabra proclamada.

   En una fase ulterior de evolución, sobre todo en la época del Iluminismo, los asientos en la iglesia fueron vistos, al menos por las autoridades eclesiás-ticas, y no siempre conscientemente, como medio para forzar a los fieles a mantenerse sin movimiento y en or¬den, a fin de favorecer así su concen-tración para la escucha de la palabra de Dios y las enseñanzas del sermón.

   Hoy día ya no se pueden observar en los pastores tales intenciones de manipulación y dominación de los fie¬les. Pero sigue siendo válido que la posición corporal de estar sentado favo¬rece el recogimiento, la escucha aco¬gedora de la palabra de Dios y su medi¬tación. Por eso, también hoy nos sen¬tamos en la liturgia, no sólo ni princi¬palmente para descansar, sino para permanecer atentos a la palabra de Dios y para dar, meditándola y con-frontándola con nuestra vida y con la situación de la Iglesia, de la sociedad y del mundo, los primeros pasos en el sentido de responder a ella en la ora-ción y en nuestra vida cotidiana.



También se sienta quien preside

   Sentarse tiene todavía otro senti¬do, muy diferente del que hasta ahora hemos considerado. El juez, por ejem¬plo, está sentado cuando oye al acusa¬do para juzgarlo; en las facultades y universidades hablamos de la cátedra (silla) de talo cual profesor; el rey se sienta en su trono. Así, vemos tam¬bién a Dios sentado en un trono y a Jesús sentado a la derecha del Padre. La silla de quien preside la celebración li¬túrgica, más aún, la cátedra del obis¬po, significa que quien se sienta allí es representante de Jesucristo, cabeza de su cuerpo que es la Iglesia, que enseña a su pueblo. lo gobierna y juzga. Pero también es el lugar del padre de fami¬lia, el lugar que Jesús ocupó en la últi¬ma cena, cuando se entregó a la muer¬te para que todos tuviésemos vida.


C. ARRODILLARSE

Observaciones

¿Cuándo nos arrodillamos?

   En el Misal Romano encontramos sólo una vez la invitación a arrodillar-se: en la oración universal, durante el silencio prescrito entre las grandes invitaciones a orar y cada una de las ora¬ciones pronunciadas por el que presi¬de la celebración el viernes santo. Pero, incluso en este caso, la invitación para que todos se arrodillen es fa¬cultativa. La misma invitación, "i arro¬dillémonos!", se hace en las ordena¬ciones de los sacerdotes, antes de la letanía de todos los santos. Tanto en esta ocasión, como en la celebración de la muerte del Señor el viernes san¬to, encontramos un gesto que intensi¬fica, por así decirlo, el gesto de arrodi¬llarse: la postración. El candidato a ser ordenado y el presidente de la celebra¬ción del viernes santo se acuestan en el suelo, de tal manera que casi desa¬parecen de la vista del pueblo.

  Además de estos momentos ofi¬ciales, en algunas iglesias la asamblea de los fieles se arrodilla en la misa du¬rante el relato de la institución de la eucaristía o durante una bendición so¬lemne, y no pocas veces también en las celebraciones comunitarias de la penitencia. En la oración particular, la posición de rodillas es más frecuente. Cuando entramos en una iglesia don-de está expuesto el Santísimo Sacra¬mento, raramente vemos a alguien que no esté arrodillado. También en otros momentos, el que ora solo delante del sagrario, de una imagen de Nuestra Señora o de otro santo, sobre todo cuando está abriendo su corazón o de¬sahogándose en su aflicción, normal-mente prefiere ponerse de rodillas.

   Evidentemente el gesto de la ge¬nuflexión es también un arrodillarse, aunque sólo de forma momentánea. Si se ha vuelto más raro en la misa para los sacerdotes y los otros ministros, esto no significa que haya perdido su sentido. Por el contrario, hacerlo con menos frecuencia exige hacerlo de ma¬nera más consciente.

Reflexiones


¿Por qué oramos de rodillas?

   En general, parece que orar de rodi¬llas es la posición privilegiada de la ora¬ción personal desde los tiempos anti¬guos; sobre todo en la Edad Media se in¬trodujo en la liturgia, especialmente en la eucaristía. la actitud propiamente litúrgica de orar era siempre de pie, pero arrodillarse, en la oración particular, tie¬ne una tradición igualmente larga.

   De rodillas reza quien está afligido y es humilde, quien se siente débil o culpable, quien quiere expresar su pe¬queñez delante de Dios, a quien reco-noce como su creador y Señor, a quien adora, pero a quien clama también con confianza, consciente de la propia mi¬seria. Parece que arrodillarse da más fuerza a la oración suplicante.

   Vamos a dar la palabra una vez más a Romano Guardini, quien nos ex¬plica el sentido de arrodillarse durante la oración: "El Dios excelso, que existía ayer como existe hoy y existirá duran¬te centenas y millares de años porque es eterno, habita en la casa y en la ciu¬dad, en el vasto mundo y en el espacio estelar inconmensurable. Todo delan¬te de él es como una partícula de pol¬vo. Él es la santidad, la justicia, la infinita majestad. i ÉI es grande!... ¡Y yo soy tan pequeño!... Tan pequeño que jamás podré compararme con él; en su presencia soy nada. Cuando hacemos conciencia viva de esto, espontánea¬mente nos abajamos delante de él" 3.


PREGUNTAS PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL Y EN GRUPO

l. En tu comunidad. ¿En qué momento se ponen de pie, se sientan y se arrodillan?
2. ¿Qué sentido tienen estas posiciones para ti y para los demás miembros de tú comunidad?
3. ¿Debería haber en tu comunidad otras normas para estas posiciones corporales? ¿Cuáles? ¿Por qué?


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(Samuel Miranda)