¿Qué pasa con los que mueren
en paz con Dios y al mismo tiempo no se encuentran completamente purificados?
Así como están, no pueden
contemplar a Dios. En realidad dice la Biblia:
«En ella no entrará nada manchado» (Ap 21, 27)
¿Existe alguna posibilidad de purificación en otra vida?
La Biblia contesta afirmativamente.
El que insulte al hijo del Hombre podrá ser perdonado; en cambio,
el que insulte al Espíritu Santo no será perdonado, ni en este
mundo, ni en el otro (Mt 12,32).
¿Cómo se puede realizar esta purificación ?
Mediante el sufrimiento que muchas veces es simbolizado por el fuego.
Pero, si es obra que se convierte en cenizas, él mismo tendrá
que pagar. El se salvará, pero como quien pasa por el fuego (1Cor
3,15).
Aquí se habla de un obrero del Evangelio, que no pone todo el empeño
debido en su actividad apostólica. Por esta razón, su obra
se hecha a perder, aunque él se salve purificándose en la otra
vida mediante el sufrimiento.
¿Podemos ayudar a los difuntos en su purificación?
La Biblia contesta afirmativamente.
Esta fue la razón por la cual Judas ofreció este sacrificio
por los muertos; para que fueran perdonados de su pecado (2Mac 12,46).
En el Antiguo testamento el sacrificio era el acto de culto más importante;
ahora lo es la Cena del Señor o Misa. Por eso durante la Santa Misa
se ora por los difuntos.
En el Nuevo Testamento ¿no se encuentra algo parecido al respecto?
Claro que sí. Tenemos el caso de San Pablo que pide a Dios en favor
de Onesíforo, ya difunto. Primero pide en favor de su familia y después
en favor de él, lo que quiere decir que ya estaba muerto.
Que el Señor derrame su misericordia sobre la casa de Onesíforo,
porque muchas veces me ha dado nuevo aliento, sin avergonzarse de estas cadenas.
Al contrario, cuando vino a Roma, me buscó activamente, y me encontró.
Que el Señor le conceda encontrar su misericordia en aquel día
(2Tim 1,16-18).
¿Como interpretar la parábola del rico epulón? (Lc 16,19-31).
Según algunos expertos el rico epulón se encontraba en el purgatorio
y no en el infierno, puesto que dialogaba con Abraham y se preocupaba por
sus hermanos, lo que sería imposible si se encontrara en el infierno,
donde hay puro odio.
¿Hay algún fundamento bíblico que puede explicar el
interés mutuo que existe entre los vivos y los difuntos?
Claro que sí. Se trata de la doctrina del Cuerpo Místico de
Cristo. Según esta doctrina, todos los seguidores de Cristo, vivos
y difuntos, somos miembros del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, y por
lo tanto existe una profunda preocupación de los unos por los otros.
Los miembros se preocupan
los unos por los otros (1Cor 12,26).
Al presente me alegro cuando tengo que sufrir por ustedes; así completo
en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo, para bien de su cuerpo
que es la Iglesia (Col 1,24).
Nosotros católicos, ¿qué entendemos por purgatorio?
Por purgatorio no entendemos un lugar de sufrimiento, sino una purificación
, que se realiza mediante el sufrimiento, sin importar el lugar.
¿Cuanto tiempo dura esta purificación?
No importa el tiempo, sino la intensidad del sufrimiento. Uno puede sufrir
más en menor tiempo, y menos en más tiempo. Así que
lo que importa, es que uno se purifique. Lo del tiempo no importa.
Y si alguien murió desde hace mucho tiempo, ¿le pueden ser
útiles las oraciones y las buenas obras que hacemos en su favor?
Claro que sí. En realidad, para Dios no hay pasado, presente y futuro.
Para Él todo es presente, por lo tanto cualquier oración u
obra buena que hacemos por los difuntos, ya fue tomada en cuenta al momento
de su fallecimiento.
Y si alguien ya no necesita de nuestros sufragios, ¿qué pasa
con las oraciones y las buenas obras que hacemos en su favor?
Se aplican a otros que las necesitan. En todo este asunto de los sufragios
por los difuntos, Dios se porta con la máxima libertad. En efecto,
no está obligado a aplicarlos siempre y completamente a las personas
que le señalamos. Para nosotros, lo que importa saber es que seguimos
en contacto con nuestros seres queridos que ya murieron y que los podemos
ayudar en su purificacón como ellos pueden interceder por nosotros.
A Dios le queda la máxima libertad en la aplicación de dichos
sufragios.
¿Por qué Jesús se llevó al buen ladron directamente
al paraíso sin pasar por ningún purgatorio?
Jesús tiene el poder de hacer todo lo que quiera, sin pedir permiso
a nadie. De todos modos, como hemos visto, el purgatorio no es un lugar especial,
sino una purificación que se logra mediante el sufrimiento. Por lo
tanto el mismo sufrimiento que tuvo antes de morir hubiera podido ser suficiente
para purificarlo. En caso contrario bastaba un instante de sufrimiento después
de la muerte para lograr la completa purificación.
He aquí la doctrina oficial de la Iglesia Católica:
Finalmente, afirmamos la Verdad en el Evangelio que si alguno dijera blasfemia
contra el Espíritu Santo, no se le perdonará en este mundo
ni en el futuro (Mt 12,32), por lo que se da a entender que algunas culpas
se perdonan en el siglo presente y otras en el futuro, y como quiera que
también dice el Apóstol que el fuego probará cómo
sea la obra de cada uno; y: Aquel cuya obra ardiere sufrirá daño
él, empero, se salvará; pero como quien pasa por el fuego (1Cor
3,13-15); y como los mismos griegos se dice que creen y afirman verdadera
e indubitablemente que las almas de aquellos que mueren, recibida la penitencia,
pero sin cumplirla; o sin pecado mortal, pero sí veniales y menudos,
son purificados después de la muerte y pueden ser ayudados por los
sufragios de la Iglesia; puesto que dicen que el lugar de esta purgación
no les ha sido indicado por sus doctores con nombre cierto y propio, nosotros
que, de acuerdo con las tradiciones y autoridades de los Santos Padres lo
llamamos purgatorio, queremos que en adelante se llame con este nombre también
entre ellos. Porque con aquel fuego transitorio se purgan ciertamente los
pecados, no los criminales y capitales, que no hubieren antes sido perdonados
por la penitencia, sino los pequeños y menudos, que aun después
de la muerte pesan, si bien fueron perdonados en vida (Concilio de Lyón,
1245, Denzinger 456).