¿QUÉ ES LA NUEVA ERA?
Hablar de la New Age (Nueva
Era) es volver la vista atrás. Aunque este término se haya
popularizado hace pocos años, hay que remitirse a los años
setenta. Entonces se identificaba con la “contracultura” y, ahora, todo este
movimiento ha sido asimilado por las tendencias dominantes. La Nueva Era
se presenta como una falsa utopía para responder a la sed de felicidad
del corazón humano, insatisfecho profundamente de la cultura y modo
de vida actuales.
No es una secta religiosa ni, propiamente, un movimiento. Se
trata de una visión, de un deseo de cambio que agrupa a distintas
teorías. A la New Age se han enganchado muchas ideas que no tienen
una conexión explícita con el llamado “cambio de era” preconizado
por los astrólogos. Es un sincretismo de elementos esotéricos
y seculares que se presentan como alternativa al cristianismo.
Como ya se ha comprobado, la matriz esencial del pensamiento
New Age hay que buscarla en la tradición esotérico-teosófica
que se puso de moda en círculos intelectuales europeos en los siglos
XVIII y XIX. Estuvo especialmente presente en la masonería y el ocultismo.
A esta visión se une, actualmente, una corriente de lo que alguien
ha llamado “sacralización de la psicología”, inspirada en Jung,
que ha dado lugar a confundir psicología con espiritualidad.
¿Por qué se da todo esto ahora? Por la insatisfacción
que produce vivir una vida tan materialista en la cultura occidental, por
el rechazo de una visión racionalista, por el deseo de un cambio personal
y social, por la existencia de un individualismo desenfrenado y porque el
ser humano experimenta que su dimensión espiritual está arrinconada,
está como aplastada.
Lo que sucede es que esta corriente, la Nueva Era, no ofrece
una respuesta auténtica sino un sucedáneo, se busca la felicidad
donde no se la puede encontrar. Es algo difuso e informal que atraviesa las
culturas y lo encontramos en el cine, en la música, en terapias, en
talleres, en libros de autoayuda, en tiendas y librerías algo pintorescas,
etcétera. Es una estructura sincretista que incorpora muchos elementos
diversos y que permite compartir intereses o vínculos en grados distintos
y con niveles de compromiso muy variados.
Lo que queda muy claro es que la ciencia y la tecnología
han sido incapaces de cumplir lo que se esperaba de ellas y el ser humano
se ha vuelto hacia el ámbito espiritual buscando significado y liberación.
En el campo religioso, la New Age se presenta como una alternativa a la herencia
judeo-cristiana. Se habla de Dios como de un “principio vital”, no personal
ni trascendente, como una “energía impersonal”, inmanente al mundo
con el cual formaría una “unidad cósmica”. Naturalmente, esta
unidad es claro panteísmo.
La Nueva Era importa, de forma fragmentaria, prácticas
religiosas orientales y las reinterpreta para adaptarlas a los occidentales.
Por ejemplo, habla de “reencarnación” pero no es exactamente la reencarnación
hindú, es una adaptación algo curiosa. Hay una actitud ecológica,
se promueve un gran respeto a la naturaleza pero habría que preguntar
si se mantiene la misma solidaridad hacia la vida humana, en sus comienzos,
en el mismo grado en que se defiende a las ballenas. El ser humano y no una
genérica naturaleza es el que está en el centro de la Creación.
La mayoría de los seguidores no tienen muy claros los
principios sobre los que se basa la New Age, son más bien consumidores
ocasionales de productos que llevan esta etiqueta. Es un fenómeno
global que se mantiene unido y que se alimenta a través de los medios
de comunicación de masas. Es un vago conjunto de creencias, terapias
y prácticas elegidas y combinadas según el propio gusto. Con
independencia de las incompatibilidades o incongruencias que implique.
Parece evidente que tanta confusión no conduce a ninguna
parte, ni soluciona realmente las necesidades profundas del ser humano. Una
sana colaboración entre la fe y la razón mejora la vida humana
al mismo tiempo que promueve el respeto de toda la Creación. Se hace
cada vez más necesario un conocimiento real del mensaje cristiano.
Se comprobará, además, cómo la auténtica Nueva
Era comenzó hace más de dos mil años con la Encarnación
de Jesucristo.