¿Tienen los sacerdotes ganado el
Cielo?
Quizá este artículo no será
del agrado de algunas personas, pero también es necesario abordar un
tema que ha estado presente en la mente del pueblo católico. ¿Tienen
los sacerdotes ganado el Cielo? Pudiéramos dar una respuesta ambigua,
y decir que sí y que no.
Jesús hace a los sacerdotes una gran promesa:
“El que sacrifique su vida por mí y por el Evangelio, la salvará”
(Marcos 8,35); “Yo les aseguro que ninguno dejará casa, esposa, hermanos,
padre o hijos a causa del Reino de Dios sin que reciba mucho más en
el tiempo presente y, en el mundo venidero, la vida eterna”.
Acabamos de leer cómo de una forma especial Jesús
promete a los sacerdotes la vida eterna si se deja todo por caminar tras sus
pasos. En este sentido, los sacerdotes diariamente celebran la Santa Misa
y reciben el Cuerpo de Cristo: “El que come mi carne y bebe mi sangre
tendrá vida eterna y yo lo resucitaré en el último día”
(Juan 6,54); administran el sacramento del Bautismo, de la Penitencia “a
quienes ustedes les perdonen los pecados les quedarán perdonados y
a quienes no se los perdonen les quedarán sin perdonar” (Juan 20,23).
Los sacerdotes cuentan con todos los medios necesarios para
su salvación. No solamente reciben diariamente los sacramentos sino
que los administran y por ello son dispensadores de la gracia. Con razón
Jesús les está prometiendo la salvación. Si se saben
comportar como verdaderos sacerdotes y pastores, tienen ganado el cielo.
Sin embargo, aunque la mayoría de los sacerdotes
viven las exigencias de Jesús y de su Santa Iglesia, existen algunos
que no están viviendo de acuerdo a lo que Jesús pide. Existen
sacerdotes que toman, que fuman, que llevan vida sexual activa, que llevan
una doble vida, pues de frente al pueblo de Dios muestran un rostro pero a
espaldas comenten al igual que cualquier otra persona grandes pecados. A
algunos les falta humildad y se sienten dueños y no servidores de la
comunidad; “el más pequeño entre todos ustedes, ése es
realmente grande” (Lucas 9,48).
El propio Papa Francisco nos ha hablado en algunas ocasiones
acerca de la humildad y pobreza evangélica en la que deben de vivir
los sacerdotes. Recordemos las palabras del Papa cuando dijo: “Me duele ver
a sacerdotes y religiosas en carro último modelo”; o aquellas otras
palabras: “Pastores no fabriquen obstáculos burocráticos para
administrar la gracia de Dios”.
Los católicos debemos orar constantemente por
los sacerdotes, pedir su santificación y orar para que el Señor
siga dándonos más vocaciones sacerdotales y religiosas.
Los sacerdotes deben ser alegres, pues lo que produce
el Espíritu Santo es alegría (Gálatas 5,22). A veces
observamos rostros tristes, duros y se manifiesta que no se está feliz
con la vocación a la que han sido llamados. Los invito hermanos sacerdotes
a reflexionar sobre su propio ministerio y encaminar todo hacia Aquél
que Todo lo Puede.
En conclusión: los sacerdotes también tienen
que luchar para entrar al Cielo, no lo tienen ganado. A veces este aspecto
se olvida y se abusa de la misericordia de Dios. Ellos como pastores, saben
más que el pueblo de Dios y el juicio será más duro para
ellos, pues Dios les ha dado más. Como católicos tengamos también
especial misericordia con aquellos sacerdotes que han caído, oremos
por ellos y ayudemos a levantarlos.