SAN ABEL, hijo de Adán y Eva
En la Biblia, Abel (que en hebreo הֶבֶל Hébel
significa "efímero", también aliento, y en árabe هابيل, Hābīl) es el segundo hijo de Adán y Eva. Fue asesinado
por su hermano Caín, quien envidiaba la satisfacción divina
con las ofrendas de Abel; de acuerdo al relato, la suya fue la primera muerte
de un ser humano.
La historia, relatada en Génesis, afirma que Abel se dedicaba
a pastorear ovejas y su hermano mayor se dedicaba a la agricultura. Las ofrendas
de Caín no fueron del agrado de Dios, no por su acción o por
las ofrendas en sí, sino por su voluntad de ofrendar. Sin embargo
aceptó las de su hermano menor. La razón del favor divino según
la tradición talmúdica hace hincapié en el matiz de
generosidad con que Abel ofrece a Dios las más selectas ovejas de
su rebaño para destacar que la ofrenda de Caín, nacida de la
obligación y no de la generosidad, no era deseable.
La razón por la que Dios solo aprobó la ofrenda
de Abel se explica en escritos posteriores. La epístola a los hebreos
cita a Abel como el primer hombre de fe, y muestra que esta fe resultó
en que su sacrificio fuera de “mayor valor” que la ofrenda de Caín.
Irineo de Lyon, siguiendo el texto de la Septuaginta, afirmó que:
"Dios puso los ojos sobre las oblaciones de Abel, porque las
ofrecía con sencillez y justicia; en cambio no miró el sacrificio
de Caín, porque su corazón estaba dividido por celos y malas
intenciones contra su hermano, según Dios mismo le dijo al reprenderlo
por lo que ocultaba: «¿Acaso no pecas aunque ofrezcas tu sacrificio
rectamente, si no compartes con justicia? Tranquilízate.» Porque
no se aplaca a Dios con el sacrificio. Por eso, si alguien tratara de ofrecer
su sacrificio de modo que pareciese puro, recto y legítimo, en cambio
en su alma no compartiera con rectitud en el trato con su hermano ni tuviera
temor de Dios, no por haber ofrecido un sacrificio externamente correcto
seduciría a Dios: por dentro estaría lleno de pecado y su oblación
de nada le serviría si no cesa de hacer el mal que ha concebido interiormente;
pues al simular una obra, el pecado mismo hace homicida a esa persona...
No son los sacrificios los que purifican al ser humano, pues Dios no los
necesita; sino la conciencia pura de quien lo ofrece es lo que santifica
el sacrificio."
De acuerdo a la tradición oral, las ofrendas de Abel
fueron consumidas por el fuego enviado por Dios. Caín, no satisfecho
del favor de éste, y pese a la advertencia divina de que era la justicia
de sus obras lo que decidiría que su ofrenda se aceptase o no, mató
a su hermano. Según Jerónimo de Estridón, que recoge
una tradición antigua, el lugar de los hechos es la ubicación
de la actual Damasco; otros hagiógrafos lo fijan junto a Hebrón,
aunque no hay tradiciones locales que avalen ninguna de las leyendas.
Por la muerte de Abel, Caín fue expulsado "de la presencia
de Yahveh", y marchó a habitar a la tierra de Nod, "al este del Edén".
La tradición judía dice que Abel fue enterrado por sus padres,
siguiendo las indicaciones de un cuervo enviado por Dios para ese propósito;
el Corán, por el contrario, sostiene que fue Caín quien fue
instruido por un cuervo para enterrarlo. En el capítulo 22 del libro
de Enoc, que forma parte del canon de la Iglesia ortodoxa etíope,
se hace mención al espíritu de Abel; indicándose que
este estaría en el lugar en donde los espíritus de todos los
seres humanos esperan el gran juicio en el fin de los tiempos. En aquel lugar
Abel realizaría su acusación y denunciaría a su hermano
Caín hasta que la semilla de su hermano desaparezca de la faz de la
tierra; y se haga justicia.
El Nuevo Testamento menciona con frecuencia a Abel como prototipo
de justo. Jesús lo menciona en Mateo8 como el primero de los muertos
en nombre de la justicia, y su ejemplo sirve a los apóstoles como
analogía y premonición del de Jesús. Los padres de la
Iglesia lo cuentan entre los mártires. En el Corán el pacifismo
de Abel, que se niega a responder a la violencia de Caín, es la virtud
que lo salva; es el principal ejemplo de humildad
y mansedumbre para los musulmanes.
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(Samuel Miranda)