SAN AGUSTIN ROSCELLI
1902 d.C.
7 de mayo
Nació en Bargone de
Casarza Ligure (Génova, Italia), el 17 de julio de 1818 de Domingo
y María Gianelli; fue bautizado el mismo día porque se temía
por su vida. Su familia, pobre de medios materiales, fue siempre para él,
un ejemplo de fe y de virtudes cristianas.
Inteligente, sensible, más bien reservado, Agustín
muy pronto se mostró útil a la familia en el cuidado del rebaño
paterno. Sus padres lo confiaron al Párroco, el Padre Andrés
Garibaldi, quien le impartió los primeros elementos del saber.
Hacia el sacerdocio
En mayo de 1835, con ocasión de una misión animada
por el Archipresbítero de Chiavari, Antonio María Gianelli,
Agustín se sintió decididamente llamado al sacerdocio y se trasladó
a Génova para comenzar los estudios. Los años de preparación
a la Ordenación sacerdotal fueron duros y difíciles, debiendo
él mismo afrontar graves desafíos económicos.
Lo sostuvieron la voluntad tenaz, la intensa oración
y la ayuda de personas buenas, tales como el canónigo Gianelli quien,
nombrado Obispo de Bobbio en el año 1838, le encontró una ubicación
como clérigo-sacristán y custodio de la iglesia del Conservatorio
de las Hijas de San José en San Rocchino, de la cual Mons. Gianelli
era el Director; los jesuitas después, lo vieron como el "diligente
prefecto", como lo afirma el mismo Rector en 1845. El 19 de setiembre de 1846,
fue ordenado sacerdote por el Cardenal Plácido María Tadini.
Vice-Párroco - Confesor santo - Educador junto a los Artesanitos
El Padre Agustín fue destinado inmediatamente al populoso
barrio de San Martín de Albaro donde, con el espíritu de Cristo
Pastor y con la administración de todos los sacramentos, inició
su humilde servicio en la obra de santificación, dedicándose
con esmero, caridad y con el ejemplo, al crecimiento espiritual del Cuerpo
de Cristo.
En el confesionario adquirió un conocimiento concreto
de la triste realidad y de los peligros en los que se encontraban tantas jóvenes
que, por motivos de trabajo, se trasladaban a la ciudad convirtiéndose
en fácil presa para los deshonestos. Allí, su corazón
de padre se angustiaba y se conmovía al pensar que tantas almas sencillas
podían perderse, porque se las dejaba solas e indefensas.
En 1858, si bien continuaba a dedicarse asiduamente al ministerio
de la Confesión, aceptó colaborar con el Padre Francisco Montebruno
en la Obra de los Artesanitos.
Entre los encarcelados y luego al horfanatorio
En 1872 amplió su campo de apostolado. Como ministro
de Cristo "tomado entre los hombres y constituido en favor de los hombres",
se consagró enteramente a la obra a la que el Señor lo había
llamado, sin apartarse de las miserias y de las pobrezas morales de su ciudad,
interesándose no sólo de la juventud masculina y femenina, sino
incluso de los detenidos en la cárcel de San Andrés, para llevar
el consuelo y la misericordia del Señor.
En 1874, Capellán del nuevo Horfanatorio Provincial
en la calle "delle Fieschine", se dedicó a los recién nacidos
administrándoles el Bautismo por un lapso de 22 años (de los
registros resulta que los bautizados fueron 8.484) y, haciendo suyas las palabras
de San Agustín "la plenitud de todas nuestras obras es el amor", trabajó
intensamente incluso a favor de las madres solteras, las que eran jovencitas
sencillas del pueblo que, por la falta de un trabajo digno y retribuido,
se convertían en víctimas de los malintencionados.
Las escuelas taller
El Padre Roscelli recibió la propuesta de algunas de
sus penitentes, espiritualmente maduras que, condividiendo su deseo de salvar
las almas, le ofrecieron su colaboración para ayudar a tantas jóvenes
necesitadas de asistencia moral, de una guía segura y de ser capaces
de ganar honestamente lo necesario para vivir.
En estas sedes, las jóvenes recibían una instrucción
moral y religiosa, junto a una sólida formación humana y cristiana
en forma tal que las preparaba para prevenir o para defenderse de los peligros
de la ciudad, y al mismo tiempo las capacitaba profesionalmente.
Una nueva Congregación
La tímida idea de dar vida a una Congregación
religiosa fue estimulada por Mons. Salvador Magnasco y por las colaboradoras
del Padre Roscelli, las maestras de las Casas-Taller, las que estaban convencidas
que la Consagración a Cristo y el empeño de santificación
en la vida comunitaria, son la fuerza del apostolado.
El Padre Agustín, interpeló incluso al Papa Pío
IX y después de haber recibido la respuesta "Deus benedicat te et opera
tua bona" (Dios te bendiga a ti y a tu buena obra), se sometió totalmente
a la voluntad de Dios y el 15 de octubre de 1876 realizó su sueño,
y el 22 del mismo mes, entregó el hábito religioso a sus primeras
Hijas a las que llamó Hermanas de la Inmaculada, indicando a las mismas
el camino de santidad, señalado particularmente por las virtudes propias
de Quien es el modelo de la vida consagrada. Después de las primeras
incertezas, su obra se consolidó y se dilató más allá
de los confines de Génova y de Italia. La existencia del "pobre sacerdote"
concluyó el 7 de mayo del año 1902.