SAN BERNARDO DE CLARAVAL
1153 d.C.
20 de agosto
San Bernardo, primer abad
de Claraval en territorio de Langres, glorioso en santidad de vida, en doctrina
y en milagros. Nació en Fontaines-lès-Dijon (Borgoña),
de una noble familia feudal (su padre era vasallo del duque de Borgoña);
era el tercero de seis hermanos. A los 16 años quedó huérfano
de madre y tuvo una juventud bastante ligera. Con 30 miembros de su familia
y amigos llegó a Citeaux (1112), a sacar la Orden del Cister de san
Esteban Harding, de la falta de vocaciones que se encontraba; tenía
22 años. Los cistercienses iban a renacer, convirtiéndose Bernardo
en una especie de segundo fundador.
Tres años después (1115), (había fundado
la abadía de Ferté, y Pontigny) se le encargó fundar
la abadía de Claraval, en Langres, donde permaneció hasta su
muerte, tras dedicarse a la contemplación, a la predicación
y a responder a todos los llamamientos de la caridad y las circunstancias
históricas requerían; este mismo año fue ordenado sacerdote.
En 1147, el papa san Eugenio III asistió con él al capítulo
general de Claraval. Todos los pueblos, reyes y papas escuchaban sus consejos.
Solucionó el cisma entre el antipapa Anacleto II frente al papa Inocencio
II, logrando que el antipapa pidiera perdón al auténtico pontífice
y así recobrar la unidad de la Iglesia. Fue elegido muchas veces obispo
de Langres y Challons, y arzobispo de Génova, Milán y Reims;
pero se opuso tan tajantemente a la moción que los papas no desearon
ofender su humildad. Encargado por el papa beato Eugenio III, antiguo discípulo
suyo, a quien le había dedicado su último libro (“De consideratione”),
predicó la II Cruzada (1146), que tuvo un éxito militar negativo.
Su temperamento fogoso, le llevó a lanzar en el 1128, en el concilio
de Troyes, una invitación a favor del reclutamiento de la orden militar
de los Caballeros del Temple (Templarios), cuya regla escribió en
un libro, “Alabanza de una nueva milicia”. “Tened piedad de vuestras almas,
de la sangre que ha sido derramada por vosotros". El quiso tratar su alma
como "si llevase una gota de la sangre de Cristo en un ánfora de cristal”.
Estudió y vivió la Sagrada Escritura y los Santos Padres en
sí mismo "pues gustado en su fuente tiene más sabor". Es el
autor de la “Salve” y de la “Teología Mariana”. Aunque no aceptó
la doctrina de la Inmaculada Concepción. "Bernardo dame algo. El le
contestó: Señor tu sabes que te lo he dado todo, ¿qué
más quieres? - Bernardo dame más.- Pero Señor, qué
quieres que te dé de mas, si te lo he dado todo, mi familia, mi vida,
mis trabajos, todo, todo es tuyo. -Bernardo, te falta una cosa, dame tus
pecados”
Fue por iniciativa suya que los cistercienses pusieran todas
sus iglesias bajo la advocación de María. Si bien enriqueció
la teología mariana, declaró la guerra al arte, especialmente
la escultura que consideraba un lujo pernicioso que proscribió en
las iglesias cistercienses.
Además de fundar unos 60 monasterios, desde España
hasta Siria y desde Sicilia hasta Suecia; intervino, por fin, como pacificador
en las diversas contiendas, predicó sin descanso, amonestó
a reyes y papas, asistió a concilios, combatió herejías
y los abusos eclesiásticos, intervino como árbitro en los litigios
políticos y aun encontró tiempo para escribir un montón
de cartas y ser un gran teólogo. Abelardo tuvo que declararse vencido
por él en el concilio de Sens (1140), aunque Bernardo utilizó
algún engaño procesal para condenarlo, y gracias a san Hugo
de Grenoble terminará por congraciarse con Abelardo. Fue un hombre
de hierro que tuvo una incansable actividad -aunque su salud fue siempre
mala - y que fue contemplativo, un alma dulcísima y efusiva al que
se le puso el sobrenombre de "Doctor Melifluo". Suscitó por doquier
entusiasmo y veneración por sus milagros, así como por su doctrina
de interiorización espiritualista.
Su aportación a la espiritualidad cristiana se condensa en
estos dos motivos: el descubrimiento de la piedad humanística, con
la devoción a la humanidad de Cristo y el rol constitutivo de la piedad
mariana en el contexto de la piedad hacia el Hombre-Dios (María es
el "aquaeductus gratiae"). Decía: "Yo sirvo voluntariamente porque
la caridad me hace libre"; "amémonos, porque somos amados: es nuestro
interés y el interés de los nuestros. En aquello que amamos,
nosotros reposamos; a aquellos que amamos, ofrecemos nuestro reposo.
Amar en Dios significa tener caridad; buscar de ser amados por Dios, significa
servir la caridad".
Escribió obras teológicas y ascéticas como
el “Tratado de la gracia y del libre arbitrio”, “Sobre el ascenso del alma
a Dios”, los “Sermones sobre el Cantar de los Cantares” y su obra maestra
ascética: el “Tratado del amor de Dios”. Fue amigo del cisterciense
irlandés san Malaquias quién murió en sus brazos en
Claraval. Sobre él se han escrito numerosas leyendas.
Tres Sermones sobre los Ángeles