SAN  CARALAMPIO
 202 d.C.
 10 de febrero
 
 
 
 
  
   En un resumen de los martirologios 
griegos se dice que, bajo el reinado de Séptimo Severo, el prefecto 
Luciano, que gobernaba en Magnesia, mandó detener a un sacerdote llamado 
Caralampio, porque éste despreciaba los edictos imperiales que prohibían 
predicar el Evangelio. Con el propósito de vencer la constancia del 
sacerdote, Luciano mandó que le torturaran y él mismo se unió 
a los verdugos para desgarrar las carnes del confesor con garfios de hierro. 
 
    Se dice que en aquel momento, por justo juicio de Dios, las 
manos del pefecto Luciano quedaron paralizadas y adheridas al cuerpo del mártir,
sin que su dueño pudiese retirarlas. Pero Caralampio elevó
a Dios una plegaria, pidiendo el perdón para el inhumano verdugo y
las manos de Luciano recuperaron el movimiento. Ante un prodigio tan evidente,
los dos lictores, Porfirio y Bato, que también desempeñaban 
el oficio de verdugos, abjuraron del culto de los ídolos y se declararon 
cristianos; tres mujeres que presenciaban el suplicio, siguieron su ejemplo. 
Pero el prefecto persistió en su incredulidad y mandó que todos 
fuesen decapitados al instante.