SAN CHARBEL
1898 d.C.
24 de julio
Nuestro Santo nació
en Beqakafra, pueblo situado a 140 Kms. De la capital del Líbano,
Beirut, un día 8 de mayo del año de 1828; quinto hijo de los
Antun Makhlouf y Brigitte Chidiac, piadosa familia de campesinos. Ocho día
después de su nacimiento, recibió el bautismo, en la iglesia
de Ntra. Sra. en el pueblo, imponiéndole sus padres el nombre de
YUSEF. (José) Sus primeros años transcurrieron en paz y tranquilidad,
rodeado de su familia y sobre todo de la insigne devoción de su
madre, quien toda su vida practicó de palabra y obra su fe religiosa,
dando ejemplo a sus hijos que crecieron, así en el santo temor de
Dios.
A los tres años, el padre de Yusef fue requerido por el ejercito
turco, que guerreaba en ese momento contra las tropas egipcias. Su padre
muere de regreso a casa y su madre pasado un tiempo vuelve a contraer matrimonio
con un hombre devoto y bueno, quien eventualmente recibirá la Orden
Sacerdotal. Yusef ayudó siempre a su padrastro en todas las ceremonias
religiosas, notándose en El desde un principio un raro ascetismo e
inclinación a la vida de oración.
INFANCIA
Yusef aprendió las primeras letras en la escuela Parroquial del
pueblo, pequeña habitación contigua a la iglesia. A la edad
de 14 años se dedicaba a cuidar un rebaño de ovejas cerca
de la casa paterna; de este tiempo datan sus primeras experiencias serias
en cuanto a la oración, se retiraba constantemente a una cueva que
había descubierto cerca de los pastizales, y ahí pasaba largas
horas de meditación, recibiendo muchas veces las burlas de otros
muchachos pastores de la región. Aparte de su padrastro (sacerdote),
Yusef tenía dos tíos de parte de su madre que eran ermitaños
pertenecientes a la Orden Libanesa Maronita, a quienes acudía con
frecuencia, pasando largas horas de conversación, referentes a la
vocación religiosa y en especial al monacato, que cada vez se hace
más significativo para Él.
LA VOCACIÓN
A la edad de 20 años, Yusef es todo un hombre, sostén de
su casa, él sabe que pronto deberá contraer matrimonio, sin
embargo, se resiste a la idea y tras un periodo de tres años de
espera, en los cuales había llegado a escuchar la voz de Dios "Deja
todo, ven y sígueme" se decide, y en efecto, sin despedirse de nadie,
ni de su mamá, una mañana del año de 1851 se dirige
al convento de Ntra. Sra. de Mayfouq, donde será recibido como Postulante
y luego como Novicio, llevando una vida ejemplar desde el primer momento,
sobretodo en lo referente a la obediencia. Es precisamente cuando Yusef toma
el hábito de novicio, cuando renunció a su nombre original
escogiendo el de su consagración: CHARBEL,
ESTUDIOS PARA SACERDOTE
Pasado un tiempo le enviaron al Convento de Annaya, en donde profesó
los Votos Perpetuos como monje en 1853. Inmediatamente después,
la obediencia le llevó al Monasterio de San Cyprianos de Kfifen
( nombre del pueblo ), donde realizó sus estudios de filosofía
y teología, llevando una vida ejemplar en cuanto a la observancia
de la Regla de su orden. Fue ordenado sacerdote el 23 de julio de 1859 de
manos de Mons. José al Marid, bajo el patriarcado de Paulo Massad,
en la residencia patriarcal de Bkerke. Al poco tiempo de ordenado, el P.
Charbel regresó al Monasterio de Annaya por orden de sus superiores.
Ahí pasó largos años, siempre, como ejemplo de todos
sus hermanos de la Orden Libanesa Maronita, y en las más diversas
actividades, que incluyeron: el apostolado, el cuidado de enfermos, el pastoreo
de almas y el trabajo manual (cuanto más humilde mejor).
El ERMITAÑO
Así transcurrió su vida en comunidad. Sin embargo, el anhelaba
fervientemente el ser ermitaño, para ello pidió autorización
al Superior, quien viendo que Dios estaba con Él redactó
la autorización solicitada el 13 de febrero de 1875. Desde este
momento hasta el día de su muerte ocurrida la víspera de
Navidad del año de 1898. En la ermita de los Santos Pedro y Pablo,
el P. Charbel se dedicó al coloquio intimo con Dios, perfeccionándose
en las virtudes, en la ascésis, en la santidad heroica, en el trabajo
manual y en el cultivo de la tierra, en la oración
(Liturgia de las Horas, 7 veces al día), y en la mortificación
de comer una vez al día y llevar silicio. El P. Charbel alcanzó
celebridad después de su muerte, principiando por el prodigio de
su cuerpo incorrupto, que sudaba sangre, por prodigios de luz observados
y constatados, no sólo por miembros de su orden, sino por el pueblo
que empezó a venerarle como a Santo, aún cuando la jerarquía
y los superiores habían prohibido su culto, mientras la Iglesia
no pronunciara su veredicto.
BEATIFICACIÓN Y CANONIZACIÓN
Andando el tiempo, y en vista de los milagros que hacía y del
culto de que era objeto, el P. Superior General Ignacio Dagher se dirigió
a Roma en 1925 para solicitar de S.S. el Papa Pío XI la apertura
del proceso de beatificación del ermitaño P. Chárbel.
Durante la clausura del Concilio Vaticano II., el 5 de Diciembre de 1965,
el Papa Paulo IV, le beatificó, con las siguientes palabras: " un
ermitaño de la montaña libanesa está inscrito en el
número de los Bienaventurados… un nuevo miembro de santidad monástica
enriquece con su ejemplo y con su intercesión a todo el pueblo cristiano.
El puede hacernos entender en un mundo fascinado por el confort y la riqueza,
el gran valor de la pobreza, de la penitencia y del ascetismo, para liberar
el alma en su ascensión a Dios" .
El 9 de octubre de 1977 durante el Sínodo Mundial de Obispos,
el mismo Papa canonizó al Beato Chárbel, elevándolo
a los altares con la siguiente formula: " en honor de la Santa e Individua
Trinidad para exaltación de la fe católica y promoción
de la vida cristiana, con la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo,
de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo, y nuestra, después
de madura deliberación y tras implorar intensamente la ayuda divina…
decretamos y definimos que el Beato Chárbel Majluf es SANTO, y lo inscribimos
en el catálogo de los Santos, estableciendo que sea venerado como
santo con piadosa devoción en toda la iglesia. En el nombre del Padre
y del Hijo y del Espíritu santo."
Enamorado de la Eucaristía y de la Santísima Virgen María,
San Chárbel modelo y ejemplo de vida consagrada, es llamado El último
de los Grandes Ermitaños. Sus milagros son múltiples y todo
aquel que se acerca a su poderosa intercesión, no queda defraudado,
recibiendo siempre el beneficio de la Gracia y quedando curado de cuerpo
y alma.