SAN ESTEBAN DE BOURG-EN-BRESSE
118 d.C.
4 de enero
Nació en Bourg-en-Bresse.
Canónigo regular de San Rufo en Valenza en el Delfinado; vivió
esta experiencia con mucho fervor, pero pronto se dio cuenta que quería
encontrarse con Dios en la soledad absoluta. En compañía de
otro canónigo de San Rugo, Esteban de Diè, y después
de obtener el permiso de su abad, decidieron ir a Sèche-Fontaine en
la diócesis de Langres, donde san Bruno, se había establecido
con algunos amigos para comenzar una experiencia eremítica. Los dos
canónigos aportaron al grupo de ascetas su experiencia y su profundo
conocimiento litúrgico.
Después de algún
tiempo, como las condiciones del lugar, no eran las idóneas para la
vida eremítica que quería san Bruno, fue necesario buscar otro
lugar más en consonancia con las exigencias eremíticas que
tenían. Los dos canónigos le propusieron a san Bruno ir a la
diócesis de Grenoble, donde había un lugar perfecto para ello.
Le propusieron también que hablara con el obispo de Grenoble, san
Hugo, hombre de gran corazón y amante de los eremitas.
Como ya sabemos fueron los que en el desierto de Chartreuse,
hicieron germinar la Orden cartuja. Esteban de Bourg, vivió durante
más de 33 años en la soledad de la primera cartuja, llevando
una existencia de penitencia, obediencia y caridad. En el 1116, en la diócesis
de Lyon, Ponce de Balmay y sus dos hermanos, donaron territorios de su propiedad
y el bosque circundante a los cartujos para que edificaran una nueva cartuja.
Guigo, prior de la Gran Cartuja, eligió a Esteban, por su celo y su
indiscutible virtud, y lo nombró prior de la nueva cartuja de Meyrat
encargándole de organizar la comunidad y de construir los edificios.
Acompañado de dos hermanos conversos: Bonfils y Jeoffrey,
Esteban se dedicó a organizar el nuevo complejo monástico ayudado
de prelados que contribuyeron con su dinero para la realización de
las construcciones. Ayudaron el arzobispo de Lyon, el obispo de Ginebra de
Belley y de Grenoble, y el abad de Cluny, san Pedro el Venerable, con los
que mantuvo una estrecha amistad. En dos años la cartuja de Meyrat
fue completada y Esteban pudo morir en paz. Muchos fueron los milagros, que
siguieron después de su muerte, y a su protección se confió
el complejo monástico de Meyrat.