SAN IGNACIO DE LOYOLA
1556 d.C.
31 de julio
La gloriosa muerte de San
Ignacio, confesor, fundador de la Compañía de Jesús,
en Roma; esclarecido por su santidad y milagros, y por el ardientísimo
celo en extender la fe católica por todo el mundo.
San Ignacio nació en 1491 en
el castillo de Loyola, en Guipúzcoa, norte de España, cerca
de los montes Pirineos que están en el límite con Francia.
Su padre Bertrán De Loyola y su madre Marina Sáenz, de familias
muy distinguidas, tuvieron once hijos: ocho varones y tres mujeres. El más
joven de todos fue Ignacio.
El nombre que le pusieron en el bautismo fue Iñigo. Entró
a la carrera militar, pero en 1521, a la edad de 30 años, siendo ya
capitán, fue gravemente herido mientras defendía el Castillo
de Pamplona. Al ser herido su jefe, la guarnición del castillo capituló
ante el ejército francés.
Los vencedores lo enviaron a su Castillo de Loyola a que fuera
tratado de su herida. Le hicieron tres operaciones en la rodilla, dolorosísimas,
y sin anestesia; pero no permitió que lo atasen ni que nadie lo sostuviera.
Durante las operaciones no prorrumpió ni una queja. Los médicos
se admiraban. Para que la pierna operada no le quedara más corta le
amarraron unas pesas al pie y así estuvo por semanas con el pie en
alto, soportando semejante peso. Sin embargo quedó cojo para toda
la vida.
A pesar de esto Ignacio tuvo durante toda su vida un modo muy
elegante y fino para tratar a toda clase de personas. Lo había aprendido
en la Corte en su niñez. Mientras estaba en convalecencia pidió
que le llevaran novelas de caballería, llenas de narraciones inventadas
e imaginarias. Pero su hermana le dijo que no tenía más libros
que "La vida de Cristo" y el "Año Cristiano", o sea la historia del
santo de cada día.
Y le sucedió un caso muy especial. Antes, mientras leía
novelas y narraciones inventadas, en el momento sentía satisfacción
pero después quedaba con un sentimiento horrible de tristeza y frustración
. En cambio ahora al leer la vida de Cristo y las Vidas de los santos sentía
una alegría inmensa que le duraba por días y días. Esto
lo fue impresionando profundamente.
Y mientras leía las historias de los grandes santos pensaba:
"¿Y por qué no tratar de imitarlos? Si ellos pudieron llegar
a ese grado de espiritualidad, ¿por qué no lo voy a lograr
yo? ¿Por qué no tratar de ser como San Francisco, Santo Domingo,
etc.? Estos hombres estaban hechos del mismo barro que yo. ¿Por qué
no esforzarme por llegar al grado que ellos alcanzaron?". Y después
se iba a cumplir en él aquello que decía Jesús: "Dichosos
los que tienen un gran deseo de ser santos, porque su deseo se cumplirá"
(Mt. 5,6), y aquella sentencia de los psicólogos: "Cuidado con lo
que deseas, porque lo conseguirás".
Mientras se proponía seriamente convertirse, una noche
se le apareció Nuestra Señora con su Hijo Santísimo.
La visión lo consoló inmensamente. Desde entonces se propuso
no dedicarse a servir a gobernantes de la tierra sino al Rey del cielo.
Apenas terminó su convalecencia se fue en peregrinación
al famoso Santuario de la Virgen de Monserrat. Allí tomó el
serio propósito de dedicarse a hacer penitencia por sus pecados. Cambió
sus lujosos vestidos por los de un pordiosero, se consagró a la Virgen
Santísima e hizo confesión general de toda su vida.
Y se fue a un pueblecito llamado Manresa, a 15 kilómetros
de Monserrat a orar y hacer penitencia, allí estuvo un año.
Cerca de Manresa había una cueva y en ella se encerraba a dedicarse
a la oración y a la meditación. Allá se le ocurrió
la idea de los Ejercicios Espiritales, que tanto bien iban a hacer a la humanidad.
Después de unos días en los cuales sentía
mucho gozo y consuelo en la oración, empezó a sentir aburrimiento
y cansancio por todo lo que fuera espiritual. A esta crisis de desgano la
llaman los sabios "la noche oscura del alma". Es un estado dificultoso que
cada uno tiene que pasar para que se convenza de que los consuelos que siente
en la oración no se los merece, sino que son un regalo gratuito de
Dios.
Luego le llegó otra enfermedad espiritual muy fastidiosa:
los escrúpulos. O sea el imaginarse que todo es pecado. Esto casi
lo lleva a la desesperación.Pero iba anotando lo que le sucedía
y lo que sentía y estos datos le proporcionaron después mucha
habildad para poder dirigir espiritualmente a otros convertidos y según
sus propias experiencias poderles enseñar el camino de la santidad.
Allí orando en Manresa adquirió lo que se llama "Discreción
de espíritus", que consiste en saber determinar qué es lo que
le sucede a cada alma y cuáles son los consejos que más necesita,
y saber distinguir lo bueno de lo malo. A un amigo suyo le decía después:
"En una hora de oración en Manresa aprendí más a dirigir
almas, que todo lo que hubiera podido aprender asistiendo a universidades".
En 1523 se fue en peregrinación a Jerusalén,
pidiendo limosna por el camino. Todavía era muy impulsivo y un día
casi ataca a espada a uno que hablaba mal de la religión. Por eso
le aconsejaron que no se quedara en Tierra Santa donde había muchos
enemigos del catolicismo. Después fue adquiriendo gran bondad y paciencia.
A los 33 años empezó como estudiante de colegio
en Barcelona, España. Sus compañeros de estudio eran mucho
más jóvenes que él y se burlaban mucho. El toleraba
todo con admirable paciencia. De todo lo que estudiaba tomaba pretexto para
elevar su alma a Dios y adorarlo.
Después pasó a la Universidad de Alcalá.
Vestía muy pobremente y vivía de limosna. Reunía niños
para enseñarles religión; hacía reuniones de gente sencilla
para tratar temas de espiritualidad, y convertía pecadores hablandoles
amablemente de lo importante que es salvar el alma.
San Ignacio de LoyolaLo acusaron injustamente ante la autoridad
religiosa y estuvo dos meses en la cárcel. Después lo declararon
inocente, pero había gente que lo perseguía. El consideraba
todos estos sufrimientos como un medio que Dios le proporcionaba para que
fuera pagando sus pecados. Y exclamaba: "No hay en la ciudad tantas cárceles
ni tantos tormentos como los que yo deseo sufrir por amor a Jesucristo".
Se fue a Paris a estudiar en su famosa Universidad de La Sorbona.
Allá formó un grupo con seis compañeros que se han hecho
famosos porque con ellos fundó la Compañía de Jesús.
Ellos son: Pedro Fabro, Francisco Javier, Laínez, Salnerón,
Simón Rodríguez y Nicolás Bobadilla. Recibieron doctorado
en aquella universidad y daban muy buen ejemplo a todos.
Los siete hicieron votos o juramentos de ser puros, obedientes
y pobres, el día 15 de Agosto de 1534, fiesta de la Asunción
de María. Se comprometieron a estar siempre a las órdenes del
Sumo Pontífice para que él los emplease en lo que mejor le
pareciera para la gloria de Dios.
Se fueron a Roma y el Papa Pablo III les recibió muy
bien y les dio permiso de ser ordenados sacerdotes. Ignacio, que se había
cambiado por ese nombre su nombre antiguo de Íñigo, esperó
un año desde el día de su ordenación hasta el día
de la celebración de su primera misa, para prepararse lo mejor posible
a celebrarla con todo fervor.
San Ignacio se dedicó en Roma a predicar Ejercicios Espirituales
y a catequizar al pueblo. Sus compañeros se dedicaron a dictar clases
en universidades y colegios y a dar conferencias espirituales a toda clase
de personas.Se propusieron como principal oficio enseñar la religión
a la gente.
En 1540 el Papa Pablo III aprobó su comunidad llamada
"Compañía de Jesús" o "Jesuitas". El Superior General
de la nueva comunidad fue San Ignacio hasta su muerte. En Roma pasó
todo el resto de su vida.
Era tanto el deseo que tenía de salvar almas que exclamaba:
"Estaría dispuesto a perder todo lo que tengo, y hasta que se acabara
mi comunidad, con tal de salvar el alma de un pecador". Fundó casas
de su congregación en España y Portugal. Envió a San
Francisco Javier a evangelizar el Asia. De los jesuitas que envió
a Inglaterra, 22 murieron martirizados por los protestantes. Sus dos grandes
amigos Laínez y Salmerón fueron famosos sabios que dirigieron
el Concilio de Trento. A San Pedro Canisio lo envió a Alemania y este
santo llegó a ser el más célebre catequista de aquél
país. Recibió como religioso jesuita a San Francisco de Borja
que era rico político, gobernador, en España. San Ignacio escribió
más de 6 mil cartas dando consejos espirituales.
El Colegio que San Ignacio fundó en Roma llegó
a ser modelo en el cual se inspiraron muchísimos colegios más
y ahora se ha convertido en la célebre Universidad Gregoriana. Los
jesuitas fundados por San Ignacio llegaron a ser los más sabios adversarios
de los protestantes y combatieron y detuvieron en todas partes al protestantismo.
Les recomendaba que tuvieran mansedumbre y gran respeto hacia el adversario
pero que se presentaran muy instruidos para combatirlos. El deseaba que el
apóstol católico fuera muy instruido.
El libro más famoso de San Ignacio se titula: "Ejercicios
Espirituales" y es lo mejor que se ha escrito acerca de como hacer bien los
santos ejercicios. En todo el mundo es leído y practicado este maravilloso
libro. Duró 15 años escribiéndolo.
Su lema era: "Todo para mayor gloria de Dios". Y a ello dirigía
todas sus acciones, palabras y pensamientos: A que Dios fuera más
conocido, más amado y mejor obedecido. En los 15 años que San
Ignacio dirigió a la Compañía de Jesús, esta
pasó de siete socios a más de mil. A todos y cada uno trataba
de formarlos muy bien espiritualmente.
Como casi cada año se enfermaba y después volvía
a obtener la curación, cuando le vino la última enfermedad
nadie se imaginó que se iba a morir, y murió subitamente el
31 de julio de 1556 a la edad de 65 años. En 1622 el Papa lo declaró
Santo y después Pío XI lo declaró Patrono de los Ejercicios
Espirituales en todo el mundo. Su comunidad de Jesuitas es la más
numerosa en la Iglesia Católica.