SAN JOSÉ ISABEL FLORES VARELA
1927 d.C.
21 de junio

San José Isabel Flores Varela

   Nació en San Juan Bautista del Teúl de González Ortega, Zac., el 20 de noviembre de 1866. Hijo de Vidal Flores y de Sixta Varela, de familia muy piadosa, fue bautizado el 29 del mismo mes.

   Recibió la confirmación en el año de 1868 en Tlatenango, Zac., por el Ilmo. y Rvmo. Sr. Ignacio Mateo Correa, Obispo de Zacatecas.

   Inició sus estudios en el Seminario de Guadalajara el 14 de febrero de 1887. Durante su estancia en el Seminario sostuvo exámenes públicos, obtuvo varios diplomas y en repetidas ocasiones figuró entre los alumnos más distinguidos. Sus calificaciones en general fueron sobresalientes.

   Recibió el diaconado el 25 de junio de 1896 y la ordenación sacerdotal el 26 de julio del mismo año por imppsición de manos del  Excmo. Señor Obispo de Colima, Atenógenes Silva. Cantó su Primera Misa el 15 de agosto en el pueblo de Atemajac.

   En seguida fue adscrito a la Parroquia de Teocaltiche , con residencia en la Congregación de Belén del Refugio, en donde permaneció hasta diciembre de 1899. El mismo mes fue asignado a la Parroquia de Zapotlanejo, y en mayo de 1900 fue trasladado a la capilla de Matatlán, en la misma parroquia, donde permaneció hasta su martirio.

   Las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad, aparecen en toda su vida sacerdotal, en el ejercicio de su ministerio y sobre todo en su martirio. Hombre de oración constante, celebraba la Misa con mucha devoción.

   Su ministerio se caracterizó por su bondad, responsabilidad y entrega. Su rectitud le ganó el respeto y aprecio de la gente. Promovió el desarrollo material y social y se preocupó la instrucción religiosa y sacramental de su feligresía. Sacerdote ejemplar, valiente, íntegro, fue un verdadero padre. Por su humildad, abnegación y sabiduría fue por 25 años  el alma de la feligresía de Matatlán , con su ministerio oportuno y caritativo trabajo.

La persecución cristera se desencadenó con violencia de parte del Gobierno y el pueblo mexicano comenzó a vivir situaciones muy difíciles e injustas. El pueblo mexicano sufrió abnegada, pacientemente y con heroísmo toda clase de penalidades, dolores y vejaciones por defender la causa de Dios y de su Iglesia. Era frecuente que  amanecieran los cristeros ajusticiados, colgados de árboles o postes. Los sacerdotes eran especialmente perseguidos y se vieron obligados, al cerrar el culto público, a celebrar la Eucaristía y a administrar los sacramentos en casas particulares, y muchas veces a huir o esconderse. En cuanto ra denunciado un sacerdote, venía la aprehensión y la ejecución. Los sacardotes sufrieron esas pruebas con una actitud heroica, esforzándose cada vez más por vivir las virtudes cristianas y la oración confiada, con lo que lograron sostener la fe del pueblo.

   El padre Flores fue denunciado por Nemesio Bermejo ante el señor J. Rosario Orozco, presidente municipal de Zapotlanejo y cacique de esa región, quien había sido mayor del ejército carrancista. En la madrugada del 13 de junio de 1927 salió el Padre Flores del rancho "La Loma de las Flores" a celebrar Misa, y al rancho de "Colimilla", y en un lgar llamado "El Cascajo"  fue tomado prisionero por una compañía de soldados mandada por José Rosario Orozco. Le quitaron el caballo y lo hicieron caminar hasta el antiguo curato de Zapotlanejo, que había sido convertido en un cuartel.

   Le propusieron la libertad a cambio de que firmara la aceptación de las leyes de Calles, pero se negó. Mientras tanto, la Sagrada Mitra, los parientes y feligreses del padre Flores hicieron algunas tentativas para lograr su libertad, aunque todo fue inútil.

   En la madrugada del 21 de junio de 1927 fue conducido al panteón de Zapotlanejo por tres o cuatro soldados enviados por Rosario Orozco. Echaron una reata a la rama de un árbol llamado cuenta o bolitario, le pusieron la soga al cuello y comenzaron a martirizarlo subiéndolo y bajándolo. Después de tres o cuatro intentos, viendo que al Padre no le pasaba nada, sacaron la pistola para dispararle. El padre, muy senero, les dijo a sus verdugos: "Así no me van a matar, hijos; yo les voy a decir cómo, pero antes quiero decirles que si alguno recibió de mí algún sacramento, no se manche las manos". Uno de los que estaban ahí, el que había sido señalado para matarlo, dijo: "Yo no meto las manos; el padre es mi padrino; el me dio el bautismo". El jefe, muy indignado, dijo: "Te matamos también a ti"; él respondió: "No le hace, yo muero junto con mi padrino", y de un balazo lo mataron. Entonces quisieron también matar al padre a balazos, pero las armas no dispararon. Uno de los soldados, para quedar bien con el cacique, lo degolló con un machete.

   Después de algunos años, los feligreses de Matatlán promovieron la exhumación de los restos mortales para trasladarlos al templo. Actualmente se conserva un monumento de mármol, en el templo antiguo de ses lugar, que fue el campo de su ministerio y cuidados.

   La fama del martirio se extendió rápidamente después de su muerte, y su recuerdo sigue vivo en numerosas personas que se encomiendan a su intercesión.

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(Samuel Miranda)