SAN JUAN LEONARDI
1609 d.C.
9 de octubre
San Juan Leonardo o Leonardi
pertenece, por la cronología y por su obra, al período de la
reforma Católica. Nace en el año 1541 en Diécimo, pueblo
cercano a Lucca, la pequeña república llamada en otro tiempo
"religiosísima", y agitada ahora por la crisis protestante.
A la edad de doce años, sus padres, modestos industriales,
le enviaron a casa del párroco de Villa Basílica, donde adquirió
una cultura elemental e inició su formación religiosa. Habría
sido tal vez ésta la ocasión para elegir el estado eclesiástico,
pero el padre de Leonardo cambió por ahora el rumbo de su vida, mandándole
a Lucca a estudiar farmacia. La profesión de "farmacéutico"
o "droguero" en aquellos tiempos bordeaba los limites de la medicina y de
la alquimia, de la magia y de la filosofía. En este ambiente moldeó
Leonardo su recia personalidad de cristiano seglar militante, cuya característica
no fue la de hechos asombrosos, aureolados de milagrosos "golpes de gracia",
sino la de una progresiva ascensión hacia el ideal de santidad. Intensifica
la frecuencia de sacramentos y la práctica de la mortificación,
realiza el apostolado en el ambiente en que vive y se adhiere al grupo de
piadosos seglares llamados "colombinos" para asegurar su perseverancia, madurando
así su capacidad de entrega a una intensa vida sacerdotal que había
de ser su decidida vocación.
Efectivamente, después de la muerte de su padre, a pesar
de que la madre le instaba para que se instalase en Diécimo como farmacéutico,
inicia sus estudios eclesiásticos. Tiene ahora veintiséis años.
Aprobado el latín en las escuelas públicas de Pisa, aprende
lógica y teología con el Padre dominico Paolino Bernardini,
que por prescripción médica residía en una casa de Cam
po perteneciente a la Orden.
El contacto directo con el maestro dominico produjo en Juan
Leonardo cierta preocupación científica, que manifestó
luego en los ensayos, inéditos, que escribió sobre diversos
tratados teológicos. La perfección que podría faltar
en su elemental plan de estudios era suplida por la madurez humana y espiritual
que Leonardo había adquirido en sus treinta y dos años de vida
seglar. Fue ordenado sacerdote en Pisa, el año 1572.
Instalado en Lucca como capellán de la iglesia de San
Giovanni della Magione, Juan Leonardo comienza su apostolado y su obra de
proselitismo, que había de cristalizar en la fundación de los
Clérigos Regulares de la Madre de Dios. Característica relevante
del apostolado de Juan Leonardo es la enseñanza del catecismo, que
revela el espíritu eminentemente parroquial que había de diferenciar
a su Institución. Juan Leonardo es "sacerdote de parroquia", atento
siempre a preocuparse de las necesidades concretas e inmediatas de los fieles.
Habiendo conocido el obispo de Lucca su actividad catequística,
le encargó de realizarla en otras iglesias y parroquias de Luc ca.
Para sistematizar esta actividad San Juan Leonardo escribió un Manual
de doctrina cristiana, que estuvo durante mucho tiem po en uso en algunas
regiones de Italia. Queriendo asegurar la continuidad de este movimiento renovador
de la enseñanza del catecismo, formó la Compañía
de la Doctrina Cristiana, integrada por elementos seglares y que muy pronto
había de extenderse a Siena, Pistoya, Nápoles y Roma. Los pontífices
Gregorio XIII, Clemente VIII y Paulo V concedieron a esta Compañía
especiales privilegios.
La personalidad de este sacerdote de vocación tardía
comenzaba a destacarse en la Iglesia briosamente, paralela a la de los coetáneos
San José de Calasanz y San Felipe Neri, a quienes estará muy
unido en el andar de su vida de fundador y de apóstol.
A los dos años de actividad sacerdotal Juan Leonardo
había formado un grupo de colaboradores parroquiales íntimos,
a los que fue preparando para el sacerdocio y con los que inicia su fundación
el año 1574.
En realidad, sus proyectos de fundador no eran ambiciosos en
cuanto a la organización. La pequeña comunidad de sacerdotes
surgía limitada al ámbito de la parroquia. El ideal de Juan
Leonardo era hacer de sus colaboradores santos sacerdotes dedicados al ministerio
parroquial.
La nueva Congregación encontró una férrea
oposición por parte de las autoridades civiles de Lucca. La pequeña
república, celosa de su independencia, seguía con recelo la
actividad del Santo, a quien comenzó a considerar aliado de potencias
extran jeras y posible colaborador de la Inquisición. Sin ninguna responsabilidad
personal, Juan Leonardo fue tratado durante toda la vida como un enemigo
irreconciliable de su patria.
Tal enemistad ocasionó a los noveles religiosos una precaria situación
económica, hasta tal punto que el mismo fundador se vio obligado a
pedir limosna.
Estas dificultades, sin embargo, no desalentaron a Juan Leonardo
en sus tareas apostólicas. Intensificó en su iglesia el culto
al Santísimo Sacramento con la función de las Cuarenta Horas
y organizó continuamente ejercicios de reparación y penitencia.
Los fieles recorrían de noche procesionalmente las calles de Lucca,
visitando las iglesias principales, entonando himnos penitenciales, disciplinándose
y gritando: "¡Perdón, Señor, misericordia!" El devoto
espectáculo ocasionó ruidosas conversiones, no siempre coronadas
con una fiel perseverancia, y que proporcionaron al celoso predicador algún
fracaso apostólico
Tal fue el de la Compañía de la Paz, agrupación
formada con cincuenta bandidos convertidos en masa, que a los pocos meses
de existencia el Santo debió disolver, porque algunos de los conversos
habían vuelto a las andadas; los que perseveraron ingresaron en los
capuchinos.
Más afortunado fue con la fundación de las Monjas
de los Ángeles, religiosas dedicadas a las muchachas pobres, de las
cuales, no obstante, Juan Leonardo se desentendió muy pronto, por que
era radicalmente opuesto a los apostolados femeninos, aun los de clausura.
A la sazón el Santo andaba preocupado con el traslado
de su comunidad de clérigos a la nueva casa de Santa María Contelandini,
en Lucca. Lo cual no se llevó a cabo sin graves disturbios, ocasionados
por los fieles de esta parroquia, que llegaron a decir al obispo en señal
de protesta: " Monseñor, ¿ qué hacéis? ¿
Habéis alejado de vos aquellos diablos y nos los habéis metido
en medio de nosotros?" A pesar de todo San Juan Leonardo tomó posesión
de la nueva sede. Era el año 1580. Al año siguiente la Congregación
recibía la aprobación oficial del obispo de Lucca, llamándose
Clérigos Regulares de la Madre de Dios.
Con razón Juan Leonardo había ya ganado también
la con fianza de la Santa Sede y fue nombrado varias veces por Clemente VIII
comisario apostólico con la misión de reformar algunas de las
Ordenes monásticas decadentes. El Santo realizó siempre con
gran celo y notable éxito esta tarea de reformador, pero la impronta
de su personalidad está más grabada en aquéllas catequesis
y aquélla actividad pastoral de Juan Leonardo en las iglesias de Lucca.
Con no menor intensidad se dedica ahora el Santo a solidificar
su fundación. Aunque no era ideal del fundador multiplicar las nuevas
casas, quiso, sin embargo, fundar una en Roma. Lo consiguió gracias
al apoyo de algunos cardenales, principalmente el cardenal Baronio, que le
estimó y protegió siempre con especial predilección.
La nueva comunidad se instaló definitivamente, el año 1662,
en Santa María in Campitelli, que aún hoy día es la Casa
Generalicia de la Congregación. Durante su estancia en Roma, Juan
Leonardo realizó una de las más importantes actividades de
su vida: la colaboración con el cardenal español Juan Bautista
Vives en la organización del Colegio de Propaganda Fide. Durante los
últimos siete años de su vida el Santo se dedicó con
ardor a la naciente Institución misionera, cuyo ideal él había
acariciado desde hacía tiempo. Este mérito fue premiado por
León XIII, que por especial privilegio le inscribió, siendo
aún Beato, en el Martirologio Romano, poniendo de relieve la obra misional
realizada por San Juan Leonardo.
Antes de morir Juan Leonardo tuvo la alegría de ver
aprobadas en 1603 por Clemente VIII las constituciones de la nueva Congregación
de Clérigos Regulares. No pudo llegar a verla florecer y brillar. Pero
guardó en su corazón la alegría de una vida entregada
al servicio de la Iglesia. Murió entre los suyos, en Lucca, el año
1609. Beatificado por Pío IX en 1861, fue canonizado por Pío
XI en 1938. Sus restos se veneran en Santa María in Campitelli, de
Roma.
San Juan Leonardo encarnó el ideal de un santo sacerdote,
que no deslumbra por la magnitud de sus empresas, sino por el perseverante
ejercicio de la caridad pastoral.