SAN JUAN OGILVIE
1615 d.C.
14 de octubre
El padre Juan Ogilvie procedía
de una familia noble. Nació en Drum-na-Kelth (Escocia), en el año
1579 y fue educado en el calvinismo. A los trece años su padre lo
envió a Francia, Italia y Alemania para darle una educación
más completa.
Allí tuvo los primeros contactos con el catolicismo
dado que las controversias religiosas eran muy populares en esos lugares.
Se convirtió al catolicismo y fue recibido en la iglesia del colegio
escocés de Lovaina en 1596, a los diecisiete años. Abrazar la
fe católica significaba para Juan la ruptura con la familia y la pérdida
del apoyo que de ella recibía, la renuncia a una carrera brillante
y la persecución reservada a los traidores. El 15 de noviembre de
1599 ingresó al noviciado de los jesuitas en Brno, estudió filosofía
en Gratz, fue profesor del colegio de los jesuitas en Viena y finalmente
estudió la teología en Olmutz, siendo ordenado sacerdote en
París el año 1610. Después de tres años de vida
pastoral en la ciudad de Ruán consiguió permiso para ir a Inglaterra.
Llegó a Escocia, bajo la guía de un exoficial,
dedicado al comercio de caballos, con el seudónimo de Juan Watson
y fingiéndose tratante de caballos, pues las leyes contra los sacerdotes
que ingresaban en la Gran Bretaña eran muy severas. Desembarcó
en noviembre de 1613 en el puerto de Leith.
Concentró su actividad en Renfrewshire, Edimburgo y
Glasgow, afrontando mil peligros. La comunidad católica del padre Ogilvie
comenzó a crecer en la clandestinidad y se hizo famoso por la insistencia
con que predicaba el fervor en la vida católica; con grandes peligros,
visitaba a los católicos: sir James MacDonald recordaba con satisfacción
las visitas en la prisión del padre Ogilvie, quien fue traicionado
y arrestado en Glasgow el 14 de octubre de 1614.
Fue sometido a torturas e interrogatorios prolongados para
que denunciara a los católicos, llegando a privarle del sueño
por ocho días consecutivos. Siendo interrogado sobre si la jurisdicción
del Papa se extendía a la autoridad del rey en materia espiritual,
lo afirmó constantemente declarando que estaba dispuesto a morir
para defenderlo. En todos los juicios que se prolongaron durante meses,
ya en Glasgow, ya en Edimburgo, el padre no retrocedió porque no podía,
ni quería traicionar a Dios. La noticia de su heroísmo corrió
por toda Escocia, de tal manera que los perseguidores y especialmente el
arzobispo anglicano hubieran dado cualquier cosa para que renegara de su
fe y aceptara la supremacía del rey. Aunque los guardias comenzaron
a tratarlo con mayor rigor, el padre Ogilvie pudo escribir en latín
un relato sobre su prisión; cuando lo terminó, consiguió
deslizarlo por debajo de la puerta a algunos católicos que habían
entrado en la cárcel. Al fin declaró: Salvaré mi vida
solamente si puedo salvarla sin ser forzado a perder a Dios. No pudiendo
conservar ambas cosas, pierdo voluntariamente el bien menor, por conservar
el mayor. Fue sentenciado a morir como traidor. Los verdugos le ofrecieron
la libertad si renegaba de la fe. Murió ahorcado el 10 de marzo de
1615, en Glasgow. Fue beatificado en 1929 por el papa Pío XI y canonizado
en 1976 por el papa Pablo VI.