SAN JULIO I
337-352 d.C.
San Julio, romano de nacimiento,
fue elegido el 6 de febrero del año 337 para ocupar la silla apostólica,
vacante por la muerte del Papa San Marcos. En 347 envió sus legados
al Concilio de Sárdica y defendió con constancia y energía
la causa de San Atanasio, defensa que hizo célebre su nombre por
ser aquella causa la de la Iglesia Católica. Se conserva una excelente
carta suya o de su Concilio tocante a este asunto de los Eusebianos, en
la cual defiende la verdad con un vigor digno de la cabeza de los obispos.
Se puede decir, con Tillemont, que es uno de los más
bellos monumentos de la antiguedad. Dotó a la Iglesia de sabios reglamentos,
y entre ellos ordenó según San Atanasio, que el bibliotecario
recogiese todas las actas eclesiásticas y éstas fuesen arregladas
por el primicerio de los notarios.
Este Pontífice no sólo restableció
a San Atanasio, como dice Sozomeno, sino también a los obispos adictos
a su causa en las iglesias de las que habían sido sacados por los
Eusebianos. Gobernó gloriosa y santamente la Iglesia por espacio
de quince años, dos meses y seis días, descansando en paz a
los 12 de abril del año 352.