SAN JUSTINO MÁRTIR
164 d.C.
1 de junio
San Justino nació en
Naplusa, la antigua Siquem, en Samaria, a comienzos del siglo Il. Si lo que
él mismo nos narra tiene valor autobiográfico y no es —como
pretenden algunos— mera ficción literaria, se habría dedicado
desde joven a la filosofía, recorriendo, en pos de la verdad, las escuelas
estoica, peripatética, pitagórica y platónica, hasta
que, insa tisfecho de todas ellas, un anciano le llamó la atención
sobre las Escrituras de los profetas, "los únicos que han anunciado
la verdad". Esto, junto a la consideración del testimonio de los cristianos
que arrostraban la muerte por ser fieles a su fe, le llevó a la conversión.
Más adelante Justino pasa a Roma, donde funda una especie
de escuela filosófico-religiosa, y muere martirizado hacia el año
165.
Se conocen los títulos de una decena de obras de Justino:
de ellas sólo se han conservado dos Apologías (que quizás
no son sino dos partes de una misma obra), y un Diálogo con un judío,
por nombre Trifón.
Tanto por la extensión de sus escritos como por su contenido,
Justino es el más importante de los apologetas. Es el primero que de
una manera que pudiéramos decir sistemática intenta establecer
una relación entre el mensaje cristiano y el pensamiento helénicos
predeterminando en gran parte, bajo este aspecto, la dirección que
iba a tomar la teología posterior.
La aportación más fundamental de Justino es el
intento de relacionar la teología ontológica del platonismo
con la teología histórica de la tradición judaica, es
decir, el Dios que los filósofos concebían como Ser supremo,
absoluto y transcendente, con el Dios que en la tradición semítica
aparecía como autor y realizador de un designio de salvación
para el hombre.
En el esfuerzo por resolver el problema de la posibilidad de
relación entre el Ser absoluto y transcendente y los seres finitos,
las escuelas derivadas del platonismo habían postulado la necesidad
del Logos en función de intermediario ontológico: la idea se
remonta al «logos universal» de Heraclito, y viene a expresar
que la inteligibilidad limitada del mundo es una expresión o participación
de la inteligibilidad infinita del Ser absoluto.
Justino, reinterpretando ideas del evangelio de Juan, identifica
al Logos mediador ontológico con el Hijo eterno de Dios, que recientemente
se ha manifestado en Cristo, pero que había estado ya actuando desde
el principio del mundo, lo mismo en la revelación de Dios a los patriarcas
y profetas de Israel, que en la revelación natural por la que los filósofos
y sabios del paganismo fueron alcanzando cada vez un conocimiento más
aproximado de la verdad.
De esta forma Justino presenta al cristianismo como integrando,
en un plan universal e histórico de salvación, lo mismo las
instituciones judaicas que la filosofía y las instituciones naturales
de los pueblos paganos. Así intenta resolver uno de los problemas más
graves de la teología en su época: el de la relación
del cristianismo con el Antiguo Testamento y con la cultura pagana. Ambas
son praeparatio evangelica, estadio inicial y preparatorio de un plan salvífico,
que tendrá su consumación en Cristo.
Sin embargo, al identificar Justino al Logos con el mediador
ontológico entre el Dios supremo y transcendente y el mundo finito,
a la manera en que era postulado de los filósofos, introduce una concepción
que inevitablemente tenderá hacia el subordinacionismo y, finalmente,
hacia el arrianismo. Cuando Justino afirma que el Dios supremo no podía
aparecerse con su gloria transcendente a Moisés y los profetas, sino
sólo su Logos, implícitamente afirma que el Logos no participa
en toda su plenitud de la gloria de Dios y que es en alguna manera inferior
a Dios.
Los escritos de Justino son también importantes en cuanto
nos dan a conocer las formas del culto y de la vida cristiana en su tiempo,
principalmente en lo que se refiere a la celebración del bautismo y
de la eucaristía.