SAN LEÓN IV
847-855 d.C.



   La antigua muralla aureliana fue reconstruida por el nuevo Papa y una nueva muralla circundó el barrio del Vaticano, conocido desde entonces como la Ciudad Leonina. Las invasiones sarracenas eran cada vez más frecuentes. En 849, el Papa logró crear una flota de guerra, con la que se enfrentó con los infieles, a los que derrotó en las aguas de Ostia.

Al papa León se le atribuye un hecho milagroso acaecido durante una de las correrías de los sarracenos: un violento incendio, que estalló en el burgo, lo estaba destruyendo. El papa consiguió dominarlo asomándose a la ventana y enseñando un icono de la Virgen María. La escena ha quedado inmortalada por Raffaello en un fresco de una de sus Salas, titulada precisamente «Incendio del Burgo».

Pero no se ocupó sólo de guerras y de sarracenos: tuvo que vérselas también con cismas y errores doctrinales, a los que se opuso siempre con energía. Fue el primer papa que mandó poner en sus documentos oficiales de la Iglesia, el año de su pontificado. Instituyó el rito de la aspersión con agua bendita sobre personas o cosas, para bendecirlas y purificarlas.

   Al año siguiente León IV ungió en Roma a Luis II hijo de Lotario. El Imperio decaía rápidamente, mientras el prestigio de la Iglesia iba aumentando. El Papa falleció el 17 de julio de 855. Entre esta fecha y la elección de su sucesor fue colocado por la imaginación popular el pontificado de la famosa "papisa Juana" cuya leyenda empezó a circular tres siglos más tarde. Se trataba, según la leyenda, de una cierta Gilberta o Teodora o Jutta, nacida en Maguncia, y que vestida de hombre, había estudiado en la Universidad de Atenas, y enseñado en Roma, donde llegó a ser Papa.

   Su verdadera identidad había sido descubierta al dar a luz durante una procesión. Fue fácil comprobar la inexistencia de la "papisa Juana", ya que ningún documento de la época habla de ella y que Benedicto III subió al Trono de Pedro inmediatamente después de la muerte de San León IV.

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(Samuel Miranda)