SAN LIBERIO
352-366 d.C.
La victoria de Constancio sobre su rival,
Constante, que había usurpado el trono como sucesor de Constantino,
aseguró la victoria de los arrianos. Un Concilio convocado en Arlés
(353) fue seguido por otro en Milán (355) y sobre ambos impuso Constancio
su voluntad. El único en resistirle fue el Papa, que fue exiliado
a Tracia.
El 2 de agosto de 358, Liberio volvió a Roma, donde
se negó a sentarse al lado de su rival, el antipapa Félix,
entronizado por el emperador. El pueblo de Roma se levantó enseguida,
defendiendo a Liberio y gritando por las calles: "No hay más que
un sólo Cristo y un sólo pastor". Feliz abandonó la
Ciudad Eterna.
La muerte de Constancio durante una guerra contra los persas,
significó el principio de la decadencia de los arrianos, cuyo concilio
disidente en Ravena (359) fue rechazado por Liberio. Antes de morir el Papa
Liberio tuvo todavía la desgracia de asistir a los intentos del
emperador Juliano de reactualizar el paganismo.
Admirador de la filosofía sincretista y del neoplatonismo,
Juliano, llamado el Apóstata, proclamó el culto al dios sol,
y a través de él, del dios apolo. Emprendió esta reforma
no debido a cálculos políticos, sino a una profunda convicción
religiosa.
Pero el cristianismo era ya poderoso, mientras el paganismo
no constituía más que un recuerdo histórico, exento
de fuerza y de sustancia.
Mientras agonizaba, herido durante una guerra contra los persas, Juliano
levantó los ojos al cielo y dijo: "Venciste Galileo". Con él,
el paganismo se hundió para siempre.
San Liberio empezó, en 352, la contrucción
de la Basílica de Santa María la Mayor, de Roma, considerada
como centro del culto mariano en Europa.