SAN MARCELINO
296-304 d.C.

San Marcelino 296-304 d.C.  

   Fue natural de Roma, hijo de uno que se llamaba Proyecto. Sus grandes prendas y virtud se dejan conocer por lo mucho que se distinguía en el clero, y por la general estimación que se merecía en toda la ciudad. Había hecho importantes servicios a la Iglesia en el Pontificado de San Cayo. Era sabio en la ciencia de los Santos, infatigable en el trabajo, y estaba bien instruido en las necesidades de la Iglesia; por lo cual después de la muerte de San Cayo, fue escogido para gobernarla en aquellos borrascosos tiempos del Imperio de Dioclesiano y Maximiano enemigos inexorables de la Iglesia.

   Ascendió San Marcelino a la silla apostólica el año 296. Asegura Teodoreto, que supo adquirirse grande gloria en tiempos tan calamitosos. Era de gran consuelo su prudencia y su virtud en medio de un pueblo a quien el nombre sólo de cristiano irritaba y enfurecía, y su celo se dejó sentir de los fieles.

   Hacia el año 303 se declaró la guerra contra la Iglesia, y publicó Dioclesiano nuevos decretos mandando que se emplease todo género de tormentos para exterminar de una vez a los cristianos.  Fue tan horrible la persecución, que en menos de un mes se contaron 17 mil Mártires. No perdonó al Pontífice de Roma, porque echando mano de San Marcelino, y arrastrándole a la cárcel, le hicieron padecer todo cuanto puede inventar un pueblo furioso para cansar la más sufrida paciencia.

   Pasó también muchas angustias por la injusta severidad de los que lo acusaban de demasiada benignidad con los que habían caído en la idolatría, y esta fue la causa de que le calumniaran de haber ofrecido incienso a los ídolos. Todo era falso. Antes al contrario, cuando estuvo en presencia de Dioclesiano, predicó la divinidad de Jesucristo y la locura del paganismo, con tanto valor, que irritado el tirano al oír aquella tan generosa confesión de nuestro Santo, mandó que le cortasen al punto la cabeza, lo que se ejecutó al instante.

   Más de un mes estuvo en la plaza donde se ejecutó la sentencia el cuerpo de nuestro Santo, con los de San Claudio, Quirino y Antonino, por mandato del Emperador que ninguno le diese sepultura; pero al fn el presbítero Marcelo los tomó por la noche, y los enterró en el Cementerio  de Priscila. Aseguran muchos que el año 849 el Papa León IV regaló el cuerpo de San Marcelino a Nomenoy, duque de Bretaña, que había tomado el título de rey; y que fue llevado con gran pompa a la abadía de San Salvador de Rodon, en la diócesis de Vannes, cuyo abad era San Couvoyon, que hacía oficio de embajador de Nomenoy cerca del Papa.

Página Principal

(Samuel Miranda)