SAN MODESTO DE TREVERIS
 486 d.C.
 24 de febrero
 
  
   Su apelativo bien pronunciado 
indica al poseedor de una virtud altamente costosa de conseguir y dice mucho 
con relación a la templanza que ayuda al perfecto dominio de sí. 
Buen servicio hizo esta virtud al santo que la llevó en su nombre. 
El pastor de Tréveris trabaja y se desvive por los fieles de Jesucristo, 
allá por el siglo V. Lo presentan los escritos narradores de su vida 
adornado con todas las virtudes que debe llevar consigo un obispo. Al leer 
el relato, uno va comprobando que, con modalidades diversas, el hombre continúa 
siendo el mismo a lo largo de la historia. No cambia en su esencia, no son 
distintos sus vicios y ni siquiera se puede decir que no sea un indigente 
de los mismos remedios ayer que hoy. Precisamente en el orden de la sobrenatural, 
las necesidades corren parejas por el mismo sendero, las virtudes a adquirir 
son siempre las mismas y los medios disponibles son idénticos. Fueron 
inventados hace mucho tiempo y el hombre ha cambiado poco y siempre por fuera. 
Modesto es un buen obispo que se encuentra con un pueblo invadido y su población 
asolada por los reyes francos Merboco y Quildeberto. A su gente le pasa lo 
que suele suceder como consecuencia del desastre de las guerras. Murió 
-y la gente decía que era un santo el que se iba- el 24 de febrero 
del año 486. El relato reafirma juntamente la pequeñez del hombre
-el de ayer y el de hoy- y su grandeza.