SAN SILVESTRE
314-335 d.C.
San Silvestre, destinado
por Dios para los primeros días serenos que vió la Iglesia,
libre ya de aquella multitud de perseguidores que la habían hecho
gemir por espacio de más de 300 años, y viendo en el número
de sus hijos el más grande y poderoso emperador que había
existido hasta entonces en el mundo.
San Silvestre, era romano, hijo de Rufino, de familia opulenta
y que hacía en Roma uno de los primeros papeles. Sus padres eran cristianos,
uno de sus primeros cuidados fue dar a su hijo una educación cristiana,
le dieron por preceptor un santo hombre lladado Cirino, uno de los más
hábiles y piadosos que había en el clero de Roma.
Los progresos que hizo San Silvestre en las letras, especialmente
en la religión fue grande ; tenía gran gusto en recibir a los
fieles extranjeros que venían a Roma en peregrinación a visitar
los sepulcros de los santos apóstoles, los conducía él
mismo a la posada, les lavaba los pies, les servía a la mesa y les
proveía abundantemente de todo lo necesario. Recibió a San
Timoteo, el que habiendo venido de Antioquía a venerar las reliquias
de los santos Mártires, después de haber trabajado con un
prodigioso suceso en la conversión de los infieles por la fuerza
y unción de sus instrucciones, alcanzó la palma del martirio.
San Silvestre se hizo del cuerpo de Timoteo , y lo enterró
con todo el honor que la persecución de los paganos le pudo permitir.
Tarquino Perpena, prefecto de la ciudad de Roma, sabiendo que el santo mártir
estaba hospedado en casa de nuestro santo, imaginó que Timoteo había
traído grandes riquezas a Roma del Oriente; y así mandó
prender a San Silvestre, le metió en la cárcel, resuelto a
hacerle morir, pero el prefecto murió al día siguiente, habiéndose
tragado una espina de pescado que le ahogó en pocas horas. Esta muerte
tan repentina hizo dieran libertad al Santo encarcelado.
San Silvestre fue admitido en el clero a los 30 años,
y le ordenó de sacerdote el Papa San Marcelino. San Silvestre atrajo
sobre él una furiosa persecución de parte de los Donatistas.
San Silvestre fue ensalzado a la Santa Sede de común consentimiento
del pueblo y del clero. Había empezado a respirar la Iglesia después
de la muerte del impío Diocleciano: más aunque el emperador
Constantino, después de la célebre victoria sobre el tirano
Majencio, la que aquel gran Príncipe conocía deber a la virtud
de la Cruz de Jesucristo, se había declarado altamente por los cristianos;
con todo los magistrados paganos no dejaban de perseguirlos, especialmente
mientras duró la guerra que este emperador se vio obligado a hacer
a Maximiano y a Lucio sus colegas en el Imperio. La protección abierta
que este Príncipe concedía a los cristianos irritó furiosamente
a los paganos, lo que aprovechándose de su ausencia, no omitieron
diligencia alguna para exterminar a los cristianos de Roma; éste el
último esfuerzo que hacía el infierno contra la religión.
Aunque el Papa deseaba dar su vida por Jesús, creyó
debía guardarse para cuidar a su querida grey, y así le fue
preciso salir de Roma y retirarse al Monte Soracte, llamado después
de San Silvestre, distante de la ciudad unas siete leguas. Las actas de este
Santo, autorizadas por gran número de autores célebres, tanto
griegos como latinos, dicen que viéndose el Emperador Constantino
cubierto de una especie de lepra, la que era muy común en aquel tiempo,
consultó sobre ellos a los más hábiles médicos
del Imperio, los que siendo todos paganos, convinieron unánimemente
en que el baño de sangre de niños pequeños era el único
eficaz para la mencionada enfermedad.
Aunque este Príncipe deseaba ardientemente sanar,
se horrorizó por el remedio, y rehusó tomar un baño
tan bárbaro. La noche siguiente tuvo una visión, vio dos venerables
ancianos, cuyo porte apacible y majestuoso a un mismo tiempo le daba a entender
bastante la dignidad de sus personas; los cuales acercándose le dijeron
cuán agradable había sido a Dios aquel acto de clemencia, y
le añadieron que enviara a buscar al Monte Soracte a Silvestre, quien
le mostaría un baño mucho más saludable, con el cual
sanaría al punto no sólo de la lepra del cuerpo sino también
de la del alma.
San Silvestre le dijo al Emperador: "No dudes gran Príncipe,
que la visión que has tenido viene de Dios. En cuanto a los dos venerables
viejos que has visto, conocerás viendo sus retratos que son los dos
grandes Apóstoles de Jesucristo, las dos columnas de su Iglesia",
y habiéndole mostrado las imágenes de Pedro y Pablo, reconoció
Constantino en ellas a los dos viejos que había visto en sueños,
y obrando la gracia en su corazón fue admitido entre los catecúmenos,
fue bautizado por San Silvestre, y apenas fue metido en las sagradas aguas
del bautismo, cuando despareció la lepra, y su alma quedó limpia
de toda mancha.
Constantino miró a Silvestre desde ese día
como a su padre en Jesucristo, y le veneró como a su maestro. Empleó
Constantino los 8 días que llevó el hábito de neófito
en hacer leyes y ordenanzas dignas del primer emperador cristiano, anuló
todos los edictos contra los cristianos, y publicó muchos en favor
del cristianismo, mandando abolir universalmente las supersticiones paganas.
Se demolieron los templos de los ídolos en todo el Imperio, y se edificaron
sobre sus ruinas templos consagrados al verdadero Dios; de modo, que si
puede decirse que si el gran Constantino fue el instrumento de que se sirvió
Dis para hacer triunfar el cristianismo, San Silvestre fue como el alma
de todas esas gloriosas hazañas.
Movió al emperador a edificar la magnífica
Basílica del Salvador, llamada San Juan de Letrán, y la de
los Apóstoles San Pedro y San Pablo, la que este Príncipe
enriqueció, dándole muchos tesoros, después de asignarle
rentas para la manutención de un gran número de eclesiásticos.
San Silvestre mientras tanto conseguía insignes victorias sobre los
judíos y herejes. A aquellos los confundió en presencia del
Emperador, y juntó contra éstos muchos Concilios, el cual es
el primer Concilio general, al que concurrieron 318 obispos, en él
se condenó la impía herejía de Arrio. Asistió
el Emperador Constantino.
Después de la solemne condenación del arrianismo,
después del famoso símbolo de la fe que allí se redactó,
escribió el Concilio a San Silvestre, pidiéndole la confirmación
de sus decretos; y habiendo juntado el Papa otro Concilio en Roma para este
fin, confirmó todo lo que el de Nicea había hecho, con estas
palabras: "Confirmamos de palabra, y así mismo nos conformamos con
todo lo que ha sido establecido en la ciudad de Nicea, en Bitinia, por los
318 bienaventurados obispos, para el bien y conservación de la Santa
Madre Iglesia Católica y Apostólica, y anatematizamos a todos
los que intenten destruir la definición de este grande y santo Concilio,
al que se ha hallado presente el piísimo y venerable príncipe
Constantino Augusto".
San Silvestre perfeccionó también la disciplina
eclesiástica, para lo cual juntó a algunos concilios. Uno de
los mas considerables fue el de Arlés, al que asistieron los obispos
de las Galias, de Italia, de España y de Africa, donde se estableció
que la fiesta de la Pascua se celebrase el domingo después del día
14 de la luna de marzo. En él se condenó la reiteración
del bautismo, observada por los africanos. Ceciliano, obispo de Cártago,
fue declarado inocente de los delitos de que le acusaban los Donatistas,
y se hicieron leyes muy justas contra los cismáticos. Sucedió
su muerte el 31 de diciembre del año 335, siendo de una edad avanzada.
Su cuerpo fue enterrado con mucha solemnidad en la Via Salaria, en el Cementerio
de Priscila, a una legua de Roma.