SAN SÌMACO
498-514 d.C.
Fue Símaco natural de Cerdeña,
y arcediano de la Iglesia de Roma en tiempo del Papa Anastasio, a quien sucedió
en la Santa Sede el año 498. Festo, patricio romano, había sido ganado por
Anastasio, emperador de Constantinopla y protector de los Eutiquianos para
procurar del Papa Anastasio una confirmación del Henoticon de Zenón, edicto
imperial en favor de los herejes, como refiere Teofanes. Muerto aquel Papa,
Festo con sus máquinas ganó varios votos para elevar al pontificado al arcipestre
de Santa Práxedes.
Ambos habían sido ordenados en un mismo día: Símaco en la Basílica de
Constantino, y Lorenzo en el de Nuestra Señora. Teodorico, rey de Italia,
aunque arriano, mandó que fuese confirmada la elección que se hubiese hecho
primero y a pluralidad de votos por el mayor número por cuya regla fue reconocido
por legítimo Papa Símaco. Éste convocó un Concilio en Roma de 63 obispos
y 67 presbíteros, el cual para precaver facciones y partidos en las eleccines
de los Papas, que si alguno prometía su voto a otro o trataba en alguna junta
sobre el asunto, vivo todavía el Papa de quien se ventilase la sucesión,
fuera excomulgado y depuesto, y que muerto aquél fuese tenido por legítimo
el que quedase elegido por la mayor parte de los votos del clero.
Lorenzo suscribió a estos decretos el primero de los presbíteros, y después
fue hecho obispo de Nocera. A poco tiempo algunos clérigos y senadores, a
diligencias de Festo y Provino, volvieron a llamar secretamente a Lorenzo
a Roma, y renovaron el cisma que según algunos historiadores fue el primero
que se conoció en aquella Iglesia, aunque los novacianos habían intentado
antes formar uno. Los cismáticos acusaban a Símaco de muchos crímenes; y
el rey Teodorico mandó que se celebrase un sínodo en Roma para el intento.
Los obispos de Liguria, Emilia y Venecia entraton en Ravena de camino para
Roma, y representaron al rey con mucho ahínco, que el Papa debía convocar
el conciio pues que aquel derecho le tocaba por su primacía a la Santa Sede
derivada de San Pedro y tenida por autoridad de los concilios mismos, así
mismo que no había ejemplar de que el Pontífice hubiese de sujetarse al juicio
de sus inferiores. El rey les mostró las cartas del Papa por las que convenía
en la convocación y aún la hacía de su autoridad y a la verdad que el Pontífice
dice que Símaco convocó este concilio.
Túvose, pues el sínodo en Roma en septiembre del año 501, y declaró al
Papa Símaco inocente de las acusaciones contra él alegadas, condenando a
ser castigados por cismáticos todos los que osasen celebrar Misa con consentimiento
suyo, pero perdonando a los que habían levantado el cisma, con tal de que
diesen alguna satisfacción al Papa. Cuando se llevó este decreto a las Galias
todos los obispos se conmovieron y encargaron a San Avito, obispo de Viena,
que escribese en nombre de todos ellos sobre el asunto. Este dirigió a Fausto
y Símaco, patricios que habían sido ambos cónsules, quejándose de que había
sido acusado el Papa ante el Príncipe, los obispos en vez de oponerse a una
injusticia como aquella, habían tomado a su cargo el juzgarle: "Porque no
es fácil de concebir, dice él, cómo un superior puede ser juzgado de sus
inferiores, especialmente la cabeza de la Iglesia".
El Papa Símaco escribió al emperador Anastasio, declarándole que no podía
mantener comunión con él, mientras la tuviese con Acacio. Aquél príncipe esperó
siempre esta amenaza del celo de este Papa, y por eso no le había escrito
la enhorabuena por su elevación al pontificado, como era siempre costumbre.
También le acusó de maniqueismo, aunque Símaco había desterrado a los Maniqueos
de Roma, y no cesó un punto de contradecir en todo al Papa, temiendo su conocido
celo contra su secta favorita los Acéfalos. Símaco compuso una apología contra
este emperador, en que demuestra la dignidad del sacerdocio cristiano. Escribió
a los obispos orientales exhortándoles a sufrir destierros y todas las persecuciones
antes hacer traición a la verdad divina.
Habiendo el rey Trasimundo desterrado a Cerdeña a muchos obispos africanos
católicos, el Papa Símaco les enviaba anualmente vestidos y dinero; y aún
se encuentra entre las obras de Ennodio una carta que este Papa les escribió
confortándoles. Esta la acompañó con muchas reliquias de Mártires, como de
San Nazario y San Román. Redimió a muchos cautivos, y dio 169 libras de plata
en ornamentos a varias iglesias de Roma, y a la capilla de la Santa Cruz
una de oro de diez libras de peso, en que incluyó un pedazo de la verdadera
Cruz de Cristo. En un copón, o ciborio, en el lenguaje de aquel tiempo tabernáculo,
que dio a la Iglesia San Pablo, mandó que se grabasen las figuras de Nuestro
Salvador y de los doce Apóstoles.
Él estableció que se cantase todos los domingos y en las festividades
de los Mártires, como testifican los Pontificales, el himno de divina alabanza
llamado Gloria in excelsis. Ocupó la silla pontifica 15 años y ocho meses,
y murió el 19 de julio del año 514.
(Samuel Miranda)