SANTA ANA, Profestisa
Siglo I d.C.
3 de enero



   Santos Simeón y Ana. Eran dos ancianos que servían en el Templo de Jerusalén y tuvieron el privilegio de conocer a Jesús hace poco nacido. Lo cuenta el evangelista San Lucas en el capítulo 2, donde dice que al ver al Niño, Simeón exclamó: "¡Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, porque mis ojos han visto la salvación!". De Ana, dice que era profetiza y que tenía 84 años. Al ver al Niño "se puso a dar gracias a Dios y hablaba del Niño Jesús a todos los que esperaban la redención" En el evangelio de Lucas nos presenta relacionados con la primera infancia de Jesús, acogiendo al niño en el templo y bendiciendo a Dios por él. El encuentro tiene un encanto especial. Por un lado los padres, María y José con el niño, acercándose piadosamente a cumplir lo que mandaba la ley, y por otro, Simeón y Ana, dos ancianos que acogen al niño reconociendo en él la salvación de Dios.

   Vamos a introducirnos en esta bella escena, desde lo que nos cuenta Lucas, profundizando en su significado para Israel y para nosotros. Por fuerza aquí sólo os brindo unas ideas, si valen, para que cada uno "rumie" y digiera el texto a su manera. La mejor tradición de la Lectio Divina (lectura pausada, orante de la Escritura) nos invita a ir desde lo externo a lo interno del texto. Desde la lectura pausada del texto, saboreando cada frase, cada palabra (leer el texto varias veces, si se quiere, en voz alta), a ir, poco a poco, entrando tú mismo en la escena, tomando posición, deteniéndote, recreándote en alguna palabra o imagen que llame tu atención, pero siempre, esto es muy importante, sin querer llegar a ningún punto que previamente te hayas marcado, ni siquiera es necesario leer todo el texto; es clave, no tener prisa, hacerte capacidad, respirando hondo y suave para que todo tu ser se abra a la sorpresa de este texto, y más que un texto, a la revelación que Dios mismo quiera comunicarte, si quiere. Es un paseo por la escena, como le gustaba hacer a Santa Teresa en su oración entrando a palpar ella misma la humanidad de Jesús con todo su ser, a escuchar, mirar -dejarse mirar, estar con Él. Leer así la Biblia es "inútil ", y, curiosamente, más nutritiva.

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(Samuel Miranda)