SANTA MARÍA FAUSTINA KOWALSKA
1938 d.C.
5 de octubre
Santa Faustina nació
en la aldea de Glogoviec, en Swinice Varckie, Polonia, el 25 de agosto
de 1905. Fue bautizada dos días después con el nombre de
Elena Kowalska, en la Iglesia de San Casimiro. Sus padres tuvieron 8 hijos
(Elena es la tercera), a quienes criaron con mucha disciplina, siendo gran
ejemplo de vida espiritual. A muy temprana edad, Elena fue llamada a hablar
con el cielo. Una indicación de este hecho fue un sueño que
ella tuvo a la edad de 5 años. Su madre recuerda que en esa época
Elena dijo a su familia. “Yo estuve caminando de la mano de la Madre de
Dios en un jardín precioso”. Muchas veces, aún antes de los
siete años, la niña se despertaba durante la noche y se sentaba
en la cama. Su mamá veía que estaba rezando, y le decía
que regresara a dormir o terminaría perdiendo la cabeza. “Oh, no
madre”, Elena le contestaba, “mi ángel guardián me debe haber
despertado para rezar.” Nos dice Santa Faustina en su diario (#7): “Desde
los siete años sentía la suprema llamada de Dios, la gracia
de la vocación a la vida consagrada. A los siete años por
primera vez oí la voz de Dios en mi alma, es decir, la invitación
a una vida más perfecta. Sin embargo, no siempre obedecí la
voz de la gracia. No encontré a nadie quien me aclarase esas cosas.”
Este evento ocurrió en Vísperas, durante la exposición
del Santísimo Sacramento.
Elena tenía aproximadamente 9 años cuando se preparó
para recibir los sacramentos de la Confesión y la Comunión
en la Iglesia de San Casimiro. Su madre recuerda que antes de dejar la casa
en el día de su Primera Comunión, Elena besó las mano
de sus padres para demostrar su pena por haberles ofendido. Desde aquél
entonces, se confesaba todas las semanas; cada vez rogaba a sus padres
perdón, besándoles las manos, siguiendo una costumbre Polaca.
Esto lo hacía a pesar de que sus hermanos y hermanas no le imitaban.
Elena ayudaba en la casa con los quehaceres de la cocina, ordeñando
las vacas, y cuidando de sus hermanos. Empezó a asistir al Colegio
cuando tenía 12 años de edad, debido a que las escuelas en
Polonia estaban cerradas durante la ocupación Rusa. Solo pudo completar
tres trimestres, cuando en la primavera de 1919, se notificó a todos
los estudiantes mayores, que salieran del colegio para dar cabida a los
niños menores.
A los 15 años comenzó a trabajar como empleada doméstica
y de nuevo sintió muy fuertemente el llamado a la vocación
religiosa, pero al presentarle su sentido a sus padres se lo negaron. Varias
veces pidió permiso a sus padres para entrar al convento; la misma
Santa relata una de estas ocasiones en el diario: “El decimoctavo año
de mi vida, insistente pedido a mis padres el permiso para entrar en un
convento; una categórica negativa de los padres. Después de
esa negativa me entregué a las vanidades de la vida sin hacer caso
alguno a la voz de la gracia, aunque mi alma en nada encontraba satisfacción.
Las continuas llamadas de la gracia eran para mí un gran tormento,
sin embargo intenté apagarlas con distracciones. Evitaba a Dios dentro
de mí y con toda mi alma me inclinaba hacia las criaturas, Pero la
gracia divina venció en mi alma” (# 8).
Durante ese mismo año tuvo una experiencia que marcó su
vida. Fue invitada a una fiesta junto con su hermana Josefina, en el parque
de Venecia, en la ciudad de Lodz: “Una vez, junto con una de mis hermanas
fuimos a un baile. Cuando todos se divertían mucho, mi alma sufría
tormentos interiores. En el momento en que empecé a bailar, de repente
vi a Jesús junto a mí. A Jesús martirizado, despojado
de sus vestiduras, cubierto de heridas, diciéndome esas palabras:
'¿Hasta cuándo Me harás sufrir, hasta cuándo
Me engañarás?' En aquel momento dejaron de sonar los alegres
tonos de la música, desapareció de mis ojos la compañía
en que me encontraba, nos quedamos Jesús y yo. Me senté junto
a mi querida hermana, disimulando lo que ocurrió en mi alma con un
dolor de cabeza. Un momento después abandoné discretamente
a la compañía y a mi hermana y fui a la catedral de San Estanislao
Kostka. Estaba anocheciendo, había poca gente en la catedral. Sin
hacer caso a lo que pasaba alrededor, me postré en cruz delante del
Santísimo Sacramento, y pedí al Señor que se dignara
hacerme conocer qué había de hacer en adelante.
Entonces oí esas palabras: 'Ve inmediatamente a Varsovia, allí
entrarás en un convento.' Me levanté de la oración,
fui a casa y solucioné las cosas necesarias. Como pude, le confesé
a mi hermana lo que había ocurrido en mi afina, le dije que me despidiera
de mis padres, y con un solo vestido, sin nada más, llegué
a Varsovia.” Pidió a la Santísima Virgen que la guiara y le
dejara saber donde dirigirse. Así llegó a la Iglesia de Santiago
Apóstol en las afueras de Varsovia y, al finalizar las misas, habló
con un sacerdote que la envió donde la Sra. Lipzye, una señora
muy católica, y se hospedó con ella. Durante su estadía
con la familia Lipzye visitó varios conventos pero todas las puertas
le fueron cerradas. Pidiéndole al Señor que no la dejara sola,
buscaba una respuesta a su oración, pero el Señor quería
enseñarle que El siempre responde a nuestras oraciones solo en su
tiempo, no en el nuestro.
Santa Faustina se dirigió a las puertas de la Casa Madre de la
Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de la Misericordia
en la calle Zytnia, en Varsovia, donde la Madre general la interrogó.
Madre Micaela le dijo que fuera a preguntarle al Señor de la casa
si Él la aceptaba. Santa Faustina se dirigió a la Capilla y
le preguntó al Señor si la aceptaba y escuchó en su
corazón: "Yo te acepto; tu estas en mi Corazón". Ella se dirigió
donde la Madre General y le dijo lo que había oído, la Madre
repuso, "si el Señor te acepta yo también te acepto, esta
es tu casa" (#’s 9 y 10).
La pobreza de Santa Faustina fue su peor obstáculo pues necesitaba
recoger dinero para el ajuar. La superiora le sugirió que siguiera
trabajando hasta completarlo. Trabajó un año como doméstica
para reunir todo el dinero. Durante ese tiempo tuvo muchos retos y obstáculos,
pero se mantuvo firme en su decisión, y durante la Octava de Corpus
Christi, el 25 de julio de 1925, hizo un voto de castidad perpetua al Señor.
Relata la Santa, “Con las palabras sencillas que brotaban del corazón,
hice a Dios el voto de castidad perpetua. A partir de aquel momento sentí
una mayor intimidad con Dios, mi Esposo. En aquél momento hice una
celdita en mi corazón donde siempre me encontraba con Jesús”
(#16).
Postulantado
El 2 de agosto de 1925, fiesta de Nuestra Señora de los Ángeles,
entró en la Congregación como Postulante. Pocas semanas después
de haber entrado tuvo la tentación de irse del convento. Fue en
busca de la Madre Superiora y al no encontrarla se fue a su celda. Estando
en su cuarto tuvo una visión de Jesús, con su rostro destrozado
y cubierto de llagas. Ella le preguntó "¿Jesús quien
te ha herido tanto?" Jesús le contestó: "Esto es el dolor
que me causarías si te vas de este convento. Es aquí donde
te he llamado y no a otro; y tengo preparadas para ti muchas gracias." Ella
comprendió que Dios realmente la quería ahí y a la
mañana siguiente confesó a su director espiritual lo que le
había ocurrido. Él le confirmó que realmente Dios la
quería ahí.
Como Postulante se familiarizó en sus ejercicios espirituales.
Fue encargada de la cocina, de limpiar el cuarto de la Madre Barkiewez y
de cuidarla durante su enfermedad.
A causa de sus conflictos interiores, su gran fervor espiritual, y el
cambio de vida, la salud de Santa Faustina empezó a decaer. Las superioras,
alarmadas por el agotamiento que manifestaba, la enviaron a Skolimow, a
la casa de descanso, en compañía de dos hermanas.
Entrada al Noviciado y profesión
En los comienzos de 1926, fue enviada al noviciado en Józefów
(el lugar de San José) en Cracovia-Lagiewniki, para terminar su
Postulantado y el 30 de abril tomó el hábito religioso como
novicia y recibió su nombre de Sor María Faustina. Durante
la ceremonia le fue revelada la magnitud de sus sufrimientos futuros y
a lo que se estaba comprometiendo. Esto duró poco, luego el Señor
la llenó de una gran consolación. En este convento de Cracovia-Lagiewniki,
Santa Maria Faustina hizo su noviciado, pronunció sus primeros votos
y los perpetuos, sirvió como cocinera, jardinera y portera, y pasó
los últimos años de su vida terrenal.
En el transcurso de su noviciado un hecho que se conoce mucho es la historia
de la escurrida de las papas. Debido a la gran debilidad que sufría,
esta tarea se le dificultaba cada día mas, entonces empezó
a evadirla, pero al poco tiempo se empezó a notar; la Madre Superiora
no comprendía que a pesar de su deseo, Sor Faustina no podía
hacerlo por su poca fuerza. Un día, cuando hizo su examen de conciencia
se quejó al Señor de su debilidad. Escuchó estas palabras:
"Desde hoy tendrás mas facilidad, pues yo te fortaleceré".
A la noche, confiada por lo que el Señor le había prometido,
se apresuró a tomar la olla. La levantó con facilidad y la
escurrió perfectamente. Cuando levantó la tapa para dejar salir
el vapor, en vez de papas, ella vio ramos de rosas, las más hermosas
que jamás hubiese visto. Tratando de comprender esta visión
escuchó estas palabras: "Yo cambié tu trabajo tan duro en un
ramillete de las más bellas flores, y su perfume sube a Mi Trono".
Después de esto ella buscaba como hacer este trabajo diariamente aun
cuando no le tocaba, porque comprendió que le agradaba al Señor.
Para quien la observara desde fuera nada hubiera delatado su extraordinaria
y rica vida mística. Cumplía sus deberes con fervor, observaba
fielmente todas las reglas del convento, era recogida y piadosa, pero a
la vez natural, y alegre, llena de amor benévolo y desinteresado
al prójimo. Sus hermanas recuerdan que Santa Faustina fue una grata
compañía durante el noviciado y su conducta al orar provocaba
en las otras novicias una gran reverencia a la Majestad de Dios.
Toda su vida se concentraba en caminar con constancia hacia la cada vez
más plena unión con Dios y en una abnegada colaboración
con Jesús en la obra de la salvación de las almas. “Jesús
mío - confeso en el diario – Tú sabes que desde los años
más tempranos deseaba ser una gran santa, es decir, deseaba amarte
con un amor tan grande como ningún alma Te amó hasta ahora”
(# 1372).
Durante su vida logró un alto grado de unión de su alma
con Dios, pero también tuvo que esforzarse y luchar en duros combates
en el camino hacia la perfección cristiana. El Señor la colmó
de muchas gracias extraordinarias: los dones de contemplación y
de profundo conocimiento del misterio de la Divina Misericordia, visiones,
revelaciones, estigmas ocultos, los dones de profecía, de leer en
las almas humanas, y desposorios místicos. Colmada de tantas gracias,
escribió: “Ni las gracias ni las revelaciones, ni los éxtasis,
ni ningún otro don concedido al alma la hacen perfecta, sino la comunión
interior del alma con Dios... Mi santidad y perfección consisten
en una estrecha unión de mi voluntad con la voluntad de Dios." (#
1107).
La Noche oscura del Alma
Santa Faustina sufrió la mayor parte de su noviciado constantes
combates interiores. No podía meditar ni sentir la presencia de
Dios. Sufrió fuertes tormentos y tentaciones, aún estando
en la capilla. En mas de una ocasión, estando en la Santa Misa, sintió
que blasfemaba contra Dios, no sentía contento con nada. Hasta las
verdades mas simples sobre la fe le eran difícil de comprender.
Durante todo este tiempo Santa Faustina no estuvo sola, tuvo la ayuda
de su Maestra de Novicias, Sor Joseph Brzoza quien veía en ella grandes
gracias venidas de Dios. Aunque Santa Faustina se sentía en ese
momento totalmente abandonada por Dios, Sor Joseph le decía: "sepa
querida hermana que Dios quiere tenerla bien cerca de El en el Cielo. Tenga
gran confianza en Jesús."
Alma Víctima
Durante su tercer año de noviciado le fue revelado lo que era
ser Alma Víctima. Anota ella en su diario: "El sufrir es una gracia
grande; a través del sufrimiento el alma se hace como la del Salvador;
en el sufrimiento el amor se cristaliza, mientras más grande el sufrimiento
más puro el amor".
Sor Faustina se ofreció como víctima por los pecadores
y con este propósito experimentó diversos sufrimientos para
salvar las almas a través de ellos. Durante una hora particular de
adoración, Dios le reveló a Santa Faustina todo lo que ella
tendría que sufrir: falsas acusaciones, la pérdida del buen
nombre, y mucho más. Cuando la visión terminó, un sudor
frío bañó su frente. Jesús le hizo saber que
aún cuando ella no diere su consentimiento a esto, ella se salvaría
y El no disminuiría Sus gracias y seguiría manteniendo una
relación íntima con ella. La generosidad de Dios no disminuiría
para nada. Consciente de que todo el misterio dependía de ella, consintió
libremente al sacrificio en completo uso de sus facultades. Luego escribió
lo siguiente en su diario: “De repente, cuando había consentido a
hacer el sacrificio con todo mi corazón y todo mi entendimiento;
la presencia de Dios me cubrió, me parecía que me moría
de amor a la vista de su mirada.”
Durante la Cuaresma de ese mismo año, 1933, experimentó
en su propio cuerpo y corazón la Pasión del Señor, recibiendo
invisiblemente las estigmas. Únicamente su confesor lo conoció.
Ella lo narra así: "Un día durante la oración, vi una
gran luz y de esta luz salían rayos que me envolvían completamente.
De pronto sentí un dolor muy agudo en mis manos, en mis pies, y en
mi costado, y sentí el dolor de la corona de espinas, pero esto fue
sólo por un tiempo bien corto."
Tiempo más tarde, cuando Santa Faustina se enfermó de Tuberculosis,
experimentó nuevamente los sufrimientos de la Pasión del
Señor repitiéndose todos los Viernes y algunas veces cuando
se encontraba con un alma que no estaba en estado de gracia. Aunque esto
no era muy frecuente; los sufrimientos eran dolorosos y de corta duración,
no los hubiera soportado sin una gracia especial de Dios.
Visión del Purgatorio
Mientras estaba en Skolimow, casi al final de su Postulantado, Santa
Faustina le preguntó al Señor por quién mas debía
orar y la noche siguiente tuvo esta visión. "Esa noche vi a mi ángel
de la Guarda, quien me pidió que lo siguiera. En un momento me vi
en un lugar lleno de fuego y de almas sufrientes. Estaban orando fervientemente
por si mismas pero no era válido, solamente nosotras podemos ayudarlas.
Las llamas que las quemaban no podían tocarme. Mi ángel de
la guarda no me dejó sola ni un momento. Yo pregunté a las
almas que es lo que mas las hacía sufrir. Ellas me contestaron que
era el sentirse abandonadas por Dios...Vi a Nuestra Señora visitando
a las almas del Purgatorio, la llamaban Estrella del Mar. Luego mi ángel
guardián me pidió que regresáramos, al salir de esta
prisión de sufrimiento, escuché la voz interior del Señor
que decía: ‘Mi Misericordia no quiere esto, pero lo pide mi Justicia’".
Visión del Infierno
Durante un retiro de ocho días en octubre de 1936, se le mostró
a Sor Faustina el abismo del infierno con sus varios tormentos, y por pedido
de Jesús ella dejó una descripción de lo que se le
permitió ver: "Hoy día fui llevada por un Ángel al
abismo del infierno. Es un sitio de gran tormento. ¡Cuán terriblemente
grande y, extenso es!. Las clases de torturas que vi:
La primera es la privación de Dios;
la segunda es el perpetuo remordimiento de conciencia;
la tercera es que la condición de uno nunca cambiará;
la cuarta es el fuego que penetra en el alma sin destruirla -un sufrimiento
terrible, ya que es puramente fuego espiritual,-prendido por la ira de
Dios.
La quinta es una oscuridad continua y un olor sofocante terrible. A pesar
de la oscuridad, las almas de los condenados se ven entre ellos;
la sexta es la compañía constante de Satanás;
la séptima es una angustia horrible, odio a Dios, palabras indecentes
y blasfemia.
Estos son los tormentos que sufren los condenados, pero no es el fin
de los sufrimientos. Existen tormentos especiales destinados para almas
en particular. Estos son los tormentos de los sentidos. Cada alma pasa por
sufrimientos terribles e indescriptibles, relacionado con el tipo de pecado
que ha cometido.
Existen cavernas y fosas de tortura donde cada forma de agonía
difiere de la otra. Yo hubiera fallecido a cada vista de las torturas si
la Omnipotencia de Dios no me hubiera sostenido. Estoy escribiendo esto por
orden de Dios, para que ninguna alma encuentre una excusa diciendo que no
existe el infierno, o que nadie a estado ahí y por lo tanto, nadie
puede describirlo."
El Señor fue preparando de esta forma el corazón de Santa
Faustina para que por medio de su intercesión se salvaran muchas almas.
Visión del Cielo
El 27 de noviembre de 1936, cuando la debilidad la llevó a la
cama, escribió la siguiente visión del cielo: "Hoy día,
estuve en el cielo en espíritu, y vi sus bellezas incomparables
y la felicidad que nos espera para después de la muerte. Cómo
todas las criaturas alaban y dan gracias a Dios sin cesar...Esta fuente
de felicidad es invariable en su esencia, pero es siempre nueva, derramando
felicidad para todas las criaturas. Dios me ha hecho entender que hay una
cosa de un valor infinito a Sus ojos, y eso es, el amor a Dios; amor, amor
y nuevamente amor, y nada puede compararse a un solo acto de amor a Dios.
Dios en su gran majestad, es adorado por los espíritus celestiales,
de acuerdo a sus grados de gracias y jerarquías en que son divididas,
no me causó temor ni susto; mi alma estaba llena de paz y amor;
y mientras más conozco la grandeza de Dios, más me alegro
de que El sea El que es. Me regocijo inmensamente en Su grandeza y me alegro
de que soy tan pequeña, ya que siendo tan pequeña, El me carga
en Sus brazos y me aprieta a Su corazón" (777-780).
Los siguientes años fueron un entrenamiento del Señor.
Ella no sabía lo que Dios estaba haciendo en ella, pero su respuesta
era firme e invariable: si Señor, haz en mi tu voluntad. Algo que
ella si veía en todo esto era que el Señor quería
su obediencia. Santa Faustina siempre mantuvo una fuerte relación
con Dios, sin saber de antemano el camino que Dios trazaba para ella.
La Devoción a la Divina Misericordia según las revelaciones
de Jesús a Sta. Faustina >>>
Sus últimos Días
En los últimos años de su vida aumentaron los sufrimiento
interiores, la llamada noche pasiva del espíritu y las dolencias del
cuerpo: se desarrolló la tuberculosis que atacó sus pulmones
y sistema digestivo. A causa de ello dos veces fue internada en el hospital
de Pradnik en Cracovia, por varios meses.
Extenuada físicamente por completo, pero plenamente adulta de
espíritu y unida místicamente con Dios, falleció en
olor de santidad, el 5 de octubre de 1938, a los 33 años, de los
cuales 13 fueron vividos en el convento. Su funeral tuvo lugar dos días
mas tarde, en la Fiesta de Nuestra Señora del Rosario que aquel
año fue primer viernes de mes. Su cuerpo fue sepultado en el cementerio
de la Comunidad en Cracovia – Lagievniki, y luego, durante el proceso informativo
en 1966, fue trasladado a la capilla.