SANTA MARÍA MAGDALENA DE PAZZI
1607 d.C.
25 de mayo
La familia de Pazzi, a cuyo
nombre está unida la famosa conjuración contra el gran duque
de Médici, en tiempos de nuestra santa, era todavía de las más
importantes de Florencia. Catalina de Pazzi (María Magdalena es el
nombre que asumió la santa carmelita el día de su profesión
religiosa) nació en 1566, en un siglo rico de acontecimientos en la
historia civil y religiosa de Italia y caracterizado por el florecimiento
excepcional de grandes santos.
También María Magdalena de Pazzi participó
en la situación histórica y social de su tiempo escribiendo
cartas muy valientes al Papa, a los cardenales, a los obispos y a los príncipes,
señalando las causas de los males que afligían a la Iglesia,
que ella atribuía a las deficiencias espirituales de los cristianos
y de sus pastores.
Este es uno de los lados maravillosos de la santa, asociada a la pasión
de Cristo con los estigmas y otros fenómenos místicos como las
visiones, los éxtasis, los arrobamientos, durante los cuales trataba
de difíciles cuestiones teológicas.
Tres hermanas, encargadas por el director espiritual, transcribían
las revelaciones de Sor María Magdalena. El libro, titulado Contemplaciones
y redactado de ese modo tan excepcional es considerado como un importante
tratado de teología mística, y al mismo tiempo nos revela el
itinerario espiritual de la santa, que a los 18 años había entrado
al más austero convento florentino, el de las carmelitas.
Desde muy niña, Catalina de Pazzi se mostró más inclinada
a la devoción que a la vida cómoda de su tiempo. Efectivamente,
tuvo el privilegio, en ese tiempo muy raro, de hacer la primera Comunión
a la edad de diez años.
Después de darle el adiós al mundo y de haber
cambiado nombre, Sor María Magdalena fue dócil instrumento de
la gracia divina, atravesando todos los estadios de la experiencia mística,
desde las audacias de la contemplación hasta las torturantes pruebas
de la noche de los sentidos, en la oscuridad abismal de la aridez espiritual,
que duró cinco años, durante los cuales fue probada en la fe,
en la esperanza y en la caridad. Y, finalmente, en Pentecostés de 1590,
su espíritu quedó nuevamente sumergido por la brillante luz
del éxtasis, fortaleciéndose para la nueva prueba sucesiva,
la del dolor físico.
Martirizada en el cuerpo por llagas dolorosísimas, cuando
el dolor se hacía insoportable, Sor María Magdalena, que había
sido nombrada maestra de novicias, hallaba la fuerza para repetir las palabras
que se convirtieron en el lema de su vida: “Pati, non mori”, sufrir y no morir.
Murió el 25 de mayo de 1607, en el convento de Santa María de
los Ángeles, en Florencia. Fue canonizada el 28 de abril de 1669 por
el Papa Clemente IX.