SANTA PRISCA
Siglo III d.C.
18 de enero
En Roma, conmemoración
de santa Prisca, nombre bajo el cual fue dedicada la basílica edificada
en la colina del Aventino. En la literatura neotestamentaria ya aparecen
los nombres de Prisca y Priscila. Alguna vez agradece San Pablo la entereza
de alguna de ellas que puso su vida en peligro por defender la del Apóstol.
Con respecto al martirio de Prisca se entremezcla en el relato, como veremos,
la verdad y la ficción, la historia y la fábula.
Ha nacido en Roma y tiene 13 años. Aún no ha dejado
de ser una niña. Es de una familia ilustre. El juez la ha recibido
como cristiana descubierta y al verla tan niña piensa que es fácil
convencerla para que se convierta y apostate. Ante el templo de Apolo le
hace la sugerencia de ofrecer el sacrificio poniendo unos granos de incienso
en el fuego y todo el proceso habrá concluído. ´Yo sólo
soy de Jesucristoª sale de sus labios con el suave timbre de voz de
doncella y con la firmeza de un curtido soldado.
En la cárcel la ponen para que medite y haga el cambio.
Corren los tiempos de Claudio. El juez está ahora en un apuro; es
tan impopular ejecutar a una joven y tan difícil asimilar perder la
partida con quien tiene tan pocos años... Siempre habrá intercesores,
mediadores ante el juez y Prisca que está anclada en su decisión
y va in crescendo su voluntad de ser fiel.
Vienen conocidos llenos de misericordia, prudentes llenos de
compasión, amigos de la paz que rechazan la violencia; todos ellos
intentan bajarla de su propósito; le hablan de la felicidad que le
espera en la vida que sólo está empezando, le proponen una
existencia plagada de deleites, afirman sin rubor su belleza, restan importancia
al asunto del incienso e intentan suavizar la situación. Son los mediocres
de turno, los que se muestran como son por carencia de ideales; todo es falso
en su vida menos lo práctico que les reporta utilidad. Pero todo es
inútil.
Prisca termina su corta vida con la cabeza cortada fuera de
la ciudad. Fue enterrada en Via Ostia el 18 de Enero. Sus reliquias se conservan
en Roma en la iglesia a la que da nombre. La menciona en su lista el martirologio
de San Gregorio y el martirologio romano.
¡Qué más dan los adornos posibles que la
leyenda acumula en los siglos sobre los detalles de su proceso y muerte!
Que importa si hubo o no morbo en el forzado proceso de reducción;
si fue una o tres veces la que estuvo en la cárcel; si su carne fue
quemada con grasa derretida; si su cuerpo fue o no rasgado con uñas
de acero, ni si los azotes fueron emplomados o no; si el fuego llegó
a quemarla o se libró de modo milagroso. Ni siquiera interesa el león
que se volvió manso en el anfiteatro y le lamió las manos y
los pies. No importa el tormento del hambre, ni tampoco los huesos descoyuntados.
Sólo resalta en la historia la actitud altamente llamativa, decidida,
de enamorada que mantiene hasta la muerte una muchacha tan madura que pospone
el triunfo de su vida a la fidelidad a su Cristo, a su Dios.