SANTA RAFAELA DEL SAGRADO CORAZÓN
1925 d.C.
6 de enero
Santa Rafaela del Sagrado Corazón,
(Rafaela Porras y Aillón) nació en Pedro Abad, Córdoba,
el 1850. Fueron trece hermanos: once varones, Dolores y Rafaela. Cuatro años
tenia Rafaela cuando murió su padre. Y cuando apenas cuenta 19, pierde
a su madre. Esta muerte le afectó mucho. "Prometí al Señor
no poner jamás mi afecto en criatura alguna". Pero ya a sus 15 años
habia hecho voto de castidad perpetua.
Rafaela y Dolores intensifican su piedad y obras de caridad.
Pasan un tiempo de reflexión en las Clarisas de Córdoba. Un
virtuoso sacerdote, D. Antonio, las orienta. Entran en contacto con la sociedad
de Maria Reparadora. Cuando la sociedad se traslada a Sevilla, ellas se quedan
en Córdoba. Con la ayuda del Sr. Obispo, Fray Ceferino González,
fundan el Instituto de Adoradoras del Santísimo Sacramento e Hijas
de María Inmaculada.
Por incomprensiones del Sr. Obispo se trasladan a Andújar
y de allí pasan a Madrid. Les acompañan 16 religiosas. Muere
su portector, D. Antonio, y le sustituye el P. Cotanilla, jesuita, y el obispo
auxiliar, doctor Sancha .Ha sido un viacrucis con muchas estaciones. Pero
la nueva Fundadora, Madre Rafaela, lo acepta todo, recitando versículos
del Tedeum.
El primado de España, cardenal Moreno, les concede la aprobación
diocesana en 1877. Por fin el Papa León XIII, el año 1887, aprobaba
la Congregación con el nombre de Esclavas del Sagrado Corazón
de Jesús, y las Constituciones, inspiradas y bien que le costó
en las reglas de S. Ignacio.
Pronto se multiplicaron las fundaciones de nuevas casas: obras
de apostolado y adoración reparadora. En la base de todo estaba la
altísima y continua oración, que la M. Rafaela vivía
e infundía en sus hijas, y sus heroicas virtudes, sobre todo la profundísima
humildad, tanto que alguien llamó a la Madre "la humildad hecha carne".
Surgen pronto las desconfianzas, las incomprensiones, el arrinconamiento,
el largo y absoluto olvido. Es un caso quizá único y ejemplarísimo
en una Fundadora. Graves dificultades que surgieron en el gobierno, la movieron
a renunciar al generalato a favor de su hermana Dolores. Fue un largo y dolorosisimo
calvario. "Dios mío, Dios mío ¿por qué me has
abandonado?" Estaba en la plenitud de su actividad, a sus 43 años.
Es el grano de trigo que muere para fructificar. Y así pasa más
de 30 años.
Es difícil comprender el aislamiento, duros trabajos
y humillaciones por las que se le hace pasar. Y para explicar esta situación,
se divulga la especie de que se ha nublado su razón. La Madre se abraza
a la "locura de la cruz", y una vez más, calla, sin una queja, en su
pasión. Dolorida, pero serena, recorre ese espinoso camino, sostenida
sólo por Dios, que la consuela con gracias internas y manifestaciones
extraordinarias.
Sólo tres breves salidas hizo desde la casa de Roma,
a Loreto, Asís y España, donde ni siquiera pudo visitar a su
hermana en Valladolid, que vivía allí retirada también
del gobierno de la Congregación, y "bajó de nuevo a su Nazaret",
para seguir allí súbdita hasta la muerte, sirviendo en el silencio
y la inmolación. Ni su director podía comprenderla y consolarla,
pues hasta ignoraba que ella fuera la Fundadora. Ella callaba.
Pasaba muchas horas ante el Santísimo de rodillas, lo
que le causó una enfermedad en las rodillas. Se fue consumiendo poco
a poco en holocausto de amor. El Año Santo 1925 volaba a descansar
en los brazos del Padre. El que se humilla será ensalzado. Comprobada
la heroicidad de sus virtudes, fue beatificada por Pío XI el 18 de
mayo de 1952.