SANTA TERESA DE JESÚS JORNET
1897 d.C.
26 de agosto
En la provincia y Diócesis
de Lérida y en Aytona, España, de Francisco Jornet y de Antonieta
Ibars, agricultores, nace el 9 de enero de 1843, Teresa Jornet, hoy ya canonizada
y Patrona de la ancianidad Su caridad activa hacia los pobres, le movía
a llevarlos a casa de su tía en Lérida, a donde se había
trasladado para poder asistir a la escuela de la ciudad.
Estudia magisterio en Argensola, provincia de Barcelona. Solicitó
ser admitida en las clarisas de Briviesca, cerca de Burgos, pero no pudo profesar
por la prohibición de la legislación en vigor. Se dedicó
a la enseñanza y se hizo terciaria carmelita. Una enfermedad que padeció
después de la muerte de su padre, la obligó a permanecer en
su casa por algún tiempo.
Don Saturnino López Novoa, canónigo de Huesca,
su director, a quién confió la dirección de su alma,
la encauzó hacia la fundación de una obra destinada a recoger
a los ancianos sin familia y sin medios de subsistencia. Teresa, que hasta
el momento había tenido la impresión desagradable de no haber
hecho nada en su vida, se orientó decididamente hacia este ideal. En
1872, fundó la primera casa en Barbastro, con la ayuda de algunas jóvenes,
y de su hermana, María.
Teresa se adelantó a su tiempo, porque entonces, hace
más de un siglo, aún dejaban en la cocina a los abuelos, aunque
con cuchara de madera, pero ahora, ni los quieren, ni les cuidan, y se arman
líos entre las familias para zafarse del engorro de los viejos, según
el refrán: “Parientes y trastos viejos, pocos y lejos”. En el Continente
africano carecen de frigoríficos y de muchos de nuestros cachivaches
de la modernidad; pasan hambre y toda clase de necesidades, pero conservan
su humanísima tradición de respetar al anciano y considerarle
como una bendición. Les minusvaloramos en esta cultura de la juventud,
la belleza y el cultivo de los cuerpos, pero en humanismo el tercer mundo
va por delante con nota al mundo que se cree supercivilizado.
El 27 de enero de 1873, los miembros de la nueva congregación,
recibieron el hábito religioso y Teresa fue elegida superiora. Un grupo
de buenos católicos de Valencia propuso asegurar la vida de la pequeña
comunidad. La madre Teresa aceptó y, como está en Valencia,
constituye Patrona a la Virgen de los Desamparados, título muy apropiado
para los ancianos Desamparados. Muy pronto el número de ancianos fue
aumentando y creciendo sin cesar. Para poder recibir más, compró
el antiguo convento de los Agustinos. Esta casa se convirtió en la
casa madre de la Congregación de las Hermanas de los Ancianos Desamparados.
Se desarrolló tan de prisa la Obra, que en 1887, cuando fue aprobada
por la Santa Sede, contaba ya con 58 casas.
María Teresa de Jesús formó muy sólidamente
a sus hijas en el cumplimiento de sus obligaciones con los ancianos, hasta
exponerse a la soledad, al frío y al hambre, para poder darles abrigo
y un verdadero cariño. Aprendió de las terciarias carmelitas
la devoción a la Virgen, y de las clarisas el amor a los pobres, y
en los ejercicios de San Ignacio, el ardiente deseo de identificar sus sentimientos
con la voluntad divina. Desarrolló una actividad incansable y una inalterable
confianza en Dios. A los que le reprochaban que se ocupara de los más
humildes oficios, respondía: "No hay nada pequeño cuando se
trata de la Gloria de Dios". Cuando le decían que emprendía
obras con un atrevimiento casi temerario, se sonreía diciendo: "Mientras
más pobres haya, habrá más bienhechores".
Tenía el secreto de su paz interior inalterable en medio
del tráfago continuo, en sus palabras: "Dios en el corazón,
la eternidad en la cabeza, y el mundo bajo los pies".
Su organismo no pudo resistir al régimen que se impuso.
A las fatigas físicas se juntaban los dolores mortales, como el de
la epidemia del cólera, que acabó con veinticuatro hermanas
y setenta ancianos. Cuando la enfermedad la obligó a detenerse, se
retiró a Liria, Valencia, con la esperanza de que el buen aire le devolviera
la salud.
Murió ahí, el 26 de Agosto de 1897, el 27 de
abril de 1958 el Papa Pío XII la beatificó y fue canonizada
en 1974 por Pablo VI.