SANTA TERESA DLE NIÑO JESÚS
1897 d.C.
1 de octubre
María Francisca Teresa
nació el 2 de Enero de 1873 en Francia. Hija de un relojero y una
costurera de Alençon. Tuvo una infancia feliz y ordinaria, llena de
buenos ejemplos. Teresita era viva e impresionable, pero no particularmente
devota.
En 1877, cuando Teresita tenía cuatro años, murió
su madre. Su padre vendió su relojería y se fue a vivir a
Lisieux donde sus hijas estarían bajo el ciudado de su tía,
la Sra. Guerin, que era una mujer excelente. Santa Teresita era la preferida
de su padre. Sus hermanas eran María, Paulina y Celina. La que dirigía
la casa era María y Paulina que era la mayor se encargaba de la educación
religiosa de sus hermanas. Les leía mucho en el invierno.
Cuando Teresita tenía 9 años, Paulina ingresó al convento
de las carmelitas. Desde entonces, Teresita se sintió inclinada a
seguirla por ese camino. Era una niña afable y sensible y la religión
ocupaba una parte muy importante de su vida.
Cuando Teresita tenía catorce años, su hermana María
se fue al convento de las carmelitas igual que Paulina. La Navidad de ese
año, tuvo la expeirencia que ella llamó su “conversión”.
Dice ella que apenas a una hora de nacido el Niño Jesús, inundó
la oscuridad de su alma con ríos de luz. Decía que Dios se
había hecho débil y pequeño por amor a ella para hacerla
fuerte y valiente.
Al año siguiente, Teresita le pidió permiso a su padre para
entrar al convento de las carmelitas y él dijo que sí. Las
monjas del convento y el obispo de Bayeux opinaron que era muy joven y que
debía esperar.
Algunos meses más tarde fueron a Roma en una peregrinación
por el jubileo sacerdotal del Papa León XIII. Al arrodillarse frenta
al Papa para recibir su bendición, rompió el silencio y le
pidió si podía entrar en el convento a los quince años.
El Papa quedó impresionado por su aspecto y modales y le dijo que
si era la voluntad de Dios así sería
Teresita rezó mucho en todos los santuarios de la peregrinación
y con el apoyo del Papa, logró entrar en el Carmelo en Abril de 1888.
Al entrar al convento, la maestra de novicias dijo; “ Desde su entrada en
la orden, su porte tenía una dignidad poco común de su edad,
que sorprendió a todas las religiosas.” Profesó como religiosa
el 8 de Septiembre de 1890. Su deseo era llegar a la cumbre del monte del
amor.
Teresita cumplió con las reglas y deberes de los carmelitas. Oraba
con un inmenso fervor por los sacerdotes y los misioneros. Debido a esto,
fue nombrada después de su muerte, con el título de patrona
de las misiones, aunque nunca habia salido de su convento.
Se sometió a todas las austeridades de la orden, menos al ayuno,
ya que era delicada de salud y sus superiores se lo impidieron. Entre las
penitencias corporales, la más dura para ella era el frío del
invierno en el convento. Pero ella decía “Quería Jesús
concederme el martirio del corazón o el martirio de la carne; preferiría
que me concediera ambos.” Y un día pudo exclamar “He llegado a un
punto en el que me es imposible sufrir, porque todo sufrimiento es dulce.”
En 1893, a los veinte años, la hermana Teresa fue nombrada asistente
de la maestra de novicias. Prácticamente ella era la maestra de novicias,
aunque no tuviera el título. Con respecto a esta labor, decía
ella que hacer el bien sin la ayuda de Dios era tan imposible como hacer
que el sol brille a media noche.
Su padre enfermó perdiendo el uso de la razón a causa de
dos ataques de parálisis. Celina, su hermana, se encargó de
cuidarlo. Fueron unos año difíciles para las hijas. Al morir
el padre, Celina ingresó al convento con sus hermanas.
En este mismo año, Teresita se enfermó de tuberculosis. Quería
ir a una misión en Indochina pero su salud no se lo permitió.
Sufrió mucho los últimos 18 meses de su vida. Fue un período
de sufrimiento corporal y de pruebas espirituales. En junio de 1897 fue
trasladada a la enfermería del convento de la que no volvió
a salir. A partir de agosto ya no podía recibir la Comunión
debido a su enfermedad y murió el 30 de Septiembre de ese año.
Fue beatificada en 1923 y canonizada en 1925. Se le presenta como una monja
carmelita con un crucifijo y rosas en los brazos. Ella decía que
después de su muerte derramaría una lluvia de rosas.
El culto a esta santa comenzó a crecer con rapidez. Los milagros
hechos gracias a su intercesión atrajeron a atención de los
cristianos del mundo entero.
Escribió el libro “Historia de un alma” que es una autobiografía.
Escribe frases preciosas como éstas en ese libro: “Para mí,
orar consiste en elevar el corazón, en levantar los ojos al cielo,
en manifestar mi graitud y mi amor lo mismo en el gozo que en la prueba.”;
“Te ruego que poses tus divinos ojos sobre un gran número de almas
pequeñas.” Teresita se contaba a sí misma entre las almas
pequeñas, decía “Yo soy un alma minúscula, que sólo
puede ofrecer pequeñeces a nuestro Señor.”