SANTA VIBORADA
926 d.C.
2 de mayo
Nació a finales del
siglo IX en Europa Central, en la región de Suabia, que corresponde
más o menos con la actual Suíza (de aquella tenían la
costumbre de cambiar constantemente los mapas, según dónde se
producían los regueros de sangre).
El sistema político era el feudal, lo cual tenía
la ventaja de que no había molestas manifestaciones, ni cabía
la posibilidad de que te tocase presidente de una mesa electoral, y además
los campesinos tenían la protección de su señor, como
vemos, muchas ventajas, ya otro día comentaremos las desventajas.
El caso es que Wiborada nació en una época de
gran inestabilidad, su familia no era de las más humildes, pero desde
pequeña Wiborada decidió renunciar a los lujos, y vestir con
un “traje” de una pieza que, a pesar de la insistencia de su madre, ya no
quiso cambiar de estilo.
Dedicó gran parte de esta etapa de su vida a ayudar
a enfermos, incluso los que todo el mundo rechazaba, pobres y otros desfavorecidos,
llegando a tener cierta práctica médica. Desde muy pequeña
sentía algo especial en su interior, y una enorme energía que
la impulsaba.
A Wiborada no le gustaba llamar la atención, pero sentía
una enorme Fe, y comenzó a escuchar revelaciones divinas, lo que no
terminaba de gustar a los sacerdotes locales, el caso es que, ya siendo casi
adulta, le dio por irse a Roma antes de que cambiase el siglo (para horror
de su madre), no por temor al efecto 2000, sino por la Fe.
Claro que de aquella los caminos eran una trampa mortal, y
su hermano la acompañó, consiguieron llegar y volver sanos
y salvos, lo cual ya podría considerarse su primer milagro.
A su regreso, la madre tenía apalabrada una boda que
garantizaría su futuro, pero la chica tenía otros planes, ingresó
de prueba en el convento de San Galo, tras superar tres años de prueba,
obtuvo su pase definitivo, y se encerró voluntariamente para rezar
y ser penitente en una habitación, ya que según creían
Dios dijo: “El que pierda su vida por mí, la salvará”.
En su encierro, fue una parte activa de la rica biblioteca
del monasterio, una de las más famosas de la época, para la
que encuadernaba libros, organizaba manuscritos y otras labores, sin contar
con ningún tipo de programa de gestión.
Una visión de Wiborada, la conquista y profanación
por parte de los húngaros, permitió salvar la biblioteca (cuyos
materiales trasladaron), y a las personas que trabajaban en ella, sin embargo,
ella cumplió su promesa y permaneció encerrada en el monasterio.
Cuando llegaron los húngaros, nada había en él,
salvo una monja emparedada, haciendo gala de una enorme crueldad, tiraron
el tejado de su celda teja a teja, para más tarde rematarla a golpes,
así Wiborada murió como mártir.
Por salvar la biblioteca, por sus consejos siempre sabios y
sus dones de ciencia, Santa Wiborada es la patrona de los bibliotecarios,
también es mala pata que todas las mujeres de la antigüedad con
una relación con la profesión acabasen tan mal.
Su imagen se representa con un manuscrito y un hacha, símbolo
de su martirio.