La Sagrada Familia del cordero es un cuadro
del artista del Renacimiento Rafael Sanzio. Se conserva en el Museo del Prado
de Madrid, procedente de las colecciones artísticas de los reyes de
España. Se trata de una pintura al óleo sobre tabla, de pequeño
tamaño (28 x 21 centímetros), por lo que pudo ser un encargo
para la devoción privada. Está firmada por el pintor en los
bordados del escote del vestido de la Virgen. Fue realizada en el año
1507, durante el período florentino de Rafael.
El cuadro fue comprado por el rey Carlos IV, e ingresó
en el museo en 1837. Existe un dibujo preparatorio para la composición,
que se conserva en el Ashmolean Museum de Oxford. Las pinturas de Rafael
presentando a la Sagrada Familia, bien acompañada de otros personajes
a modo de Sacra conversazione, o bien sola en medio de un paisaje, son numerosas.
Este es uno de los ejemplos más tempranos que se conocen de manos
del artista; pintada durante su periodo de formación en Florencia,
es una de las obras clave de Rafael de esa época.
La obra recoge influencias diversas. Se perciben ecos del maestro
Perugino en el gusto por los detalles y la simetría de la composición;
pero también de Leonardo da Vinci en el delicado sfumato que envuelve
a los personajes.
Rafael presenta a María, José y Jesús niño
jugando con un cordero en medio de un paisaje de idealizada belleza, con
colinas arboladas, un lago, caminos serpenteantes y edificios; el cielo,
claro y sin nubes, aparece surcado por una bandada de pájaros. Es
una escena agradable y bucólica, aunque no falta la alusión
al sacrificio redentor de Cristo en la figura del cordero, símbolo
que también aparece en pinturas como Santa Ana, la Virgen y el Niño
de Leonardo.
A la izquierda del paisaje, en el camino que conduce hacia una
especie de ciudadela, se aprecian las pequeñas figuras de una mujer
con un niño en brazos a lomos de un animal, y un hombre llevando las
riendas. Es una alusión evidente al episodio evangélico de
la huida a Egipto, y en tal caso la pintura habría de interpretarse
como un Descanso en la huida a Egipto. Se explicarían así las
formas arquitectónicas un tanto extrañas que se aprecian en
el fondo, reflejando de este modo el exotismo de un país extranjero.
El pintor muestra un estudio de diversas actitudes y fisonomías
humanas en la pintura: el anciano san José, que se muestra de pie,
el rostro de perfil, apoyado de forma pesada y un tanto inestable en su vara;
la Virgen, de juvenil rostro visto casi de frente, en postura arrodillada;
y el Niño, sentado a horcajadas sobre el cordero, cuya figura infantil,
desnuda, llevando una sarta de corales al cuello (que en la época
eran considerados amuletos protectores de los niños), mira a su madre
con la cabeza mostrando el perfil contrario al de san José. Este juego
de posturas, miradas y actitudes contrapuestas está resuelto con gran
maestría, encadenando todos los elementos en una diagonal ascendente
de izquierda a derecha; esquema geométrico que será una constante
en la obra de Rafael.
La gama cromática empleada es de una gran armonía,
predominado los grises perlados, diversas gamas de azul y matices intensos
de rojo y amarillo en las vestiduras de los personajes sagrados. Los tonos
fríos del celaje fundiéndose con los verdosos y dorados de
las plantas y el agua, y la atmósfera unitaria que envuelve a personajes
y paisaje en una misma luz difusa, denotan la habilidad del artista y el
magisterio que Leonardo ejerció sobre él.