Traslado de Cristo, también conocida
como Deposición Borghese, es la tabla central del retablo Baglioni
de Rafael Sanzio concluido en 1507. Se trata de una de las pinturas más
ambiciosas del periodo florentino de Rafael, puesto que en ella tuvo que
armonizar una composición de muchas figuras en actitudes contrapuestas.
La reflexión que le exigió esta obra se comprueba en la cantidad
de estudios preparatorios que se conservan desde 1505.
Lamentación sobre Cristo muerto (1495) de Pietro Perugino.
Esta obra influyó en el primer diseño para la tabla central
del retablo encargado a Rafael por Atalanta Baglioni. La tabla conforma el
centro del retablo (en italiano pala) Baglioni, que se completaba con un
Dios padre bendiciente en el coronamiento y con unas personificaciones de
las virtudes teologales en la predela, además de otros elementos decorativos
de transición. Del retablo original se han desgajado las obras, ya
que la imagen del Padre Eterno bendiciente se conserva en la Galería
Nacional de Umbría, mientras que las Virtudes teologales y angelitos,
en la pinacoteca Vaticana. Recibe el nombre de retablo Baglioni porque fue
encargado por Atalanta Baglioni, miembro de una de las familias más
importantes de Perugia, ciudad donde Rafael seguía estando activo.
El Traslado de Cristo experimentó grandes cambios desde
su proyecto inicial. Un dibujo preparatorio que se encuentra en Oxford y
data de hacia 1505 muestra que su primera idea era una Lamentación
sobre Cristo muerto similar a la realizada por Il Perugino en 1495 para el
templo de Santa Clara de Florencia, en la que la composición estaba
exenta de dramatismo y resultaba bastante convencional, quizá por
responder a las ideas compositivas pedidas por Atalanta.
Sin embargo en el cuadro final lo que se representa es el traslado
del cadáver de Cristo sostenido por dos hombres que sujetan una sábana
con fuerza donde reposa el peso de Jesús. Esta escena se sitúa
en el primer término de la composición y a la derecha, y en
segundo plano, se produce la lamentación de la Virgen, que se ha convertido
en un espasmo o desmayo. El dinamismo de la escena se refuerza gracias a
la tremolina en los cabellos de María Magdalena, que sostiene la mano
izquierda inerte de Cristo y en el faldón del joven que de espaldas
y en posición de tres cuartos carga el peso de sus piernas. El grupo
de la Virgen atendida por varias mujeres se ha desplazado a un plano secundario,
variando así lo previsto en la primera composición, pero se
ha acentuado su desgarro mediante la presentación de su desvanecimiento.
Se crea de este modo un paralelismo entre Cristo y su madre, pues ambos tienen
que ser sostenidos por otras figuras.
El estudio cuadriculado que se custodia en la Galería
Uffizi de Florencia muestra un estadio muy cercano al del cuadro final, aunque
aún aparece una figura femenina entre el portador del cuerpo de Cristo
que ocupa el centro del Cuadro y María Magdalena, que en la versión
definitiva sería suprimida y trasladada al grupo de mujeres que ayudan
a la Virgen.
Los personajes presentan distintas actitudes y se relacionan
entre ellos con naturalidad, de modo que se presenta un notable dinamismo
en los movimientos y en los gestos de todos los personajes. Asimismo, el
cromatismo es brillante y variado.
Toda la serie de cambios en la composición en los dos
años en los que Rafael estuvo perfilando esta obra muestra cómo
se trató de una de las obras más importantes para el genio
de Urbino de su periodo florentino. En ella se da una creación que
integra varios personajes en un cuadro de gran formato, algo que no era habitual
en la producción de Rafael hasta el momento, pues sobre todo recibía
encargos de vírgenes y retratos de menor complejidad compositiva.
El Traslado de Cristo ejemplifica los logros rafaelescos en un gran cuadro
del género de historia, que serán culminados en la realización
de sus Estancias Vaticanas.
Vasari dedicó grandes elogios a esta obra, calificándola
de «divinísima pintura» y señalando que fue hecha
con «tanta frescura y tanto amor, que se diría que la acaban
de pintar». Destaca la intensidad del dolor que reflejan los personajes,
especialmente San Juan Bautista, y la considera obra asombrosa por el esfuerzo,
el amor y la gracia que contiene y por la belleza de figuras, vestidos y
detalles.