BEATO SATURNINO RIO ROJO
1936 d.C.
16 de agosto
Saturnino Río Rojo
nació en Mansilla (Burgos) el 16 de febrero de 1915. Fue uno de los
once hijos de Marcelino y Eladia, labradores de humilde condición,
cristianos fervorosos y señalados por la acogida dada a pobres y transeúntes.
Saturnino era retraído, le repugnaban las peleas entre coetáneos,
suplía con la aplicación lo que le faltaba de cualidades naturales
y se distinguía por el deseo de estar en la iglesia y realizar prácticas
piadosas. Desde pequeño decía que quería hacerse religioso
para ser santo. Tenía dos hermanas que eran Hijas de la Caridad y
dos primos franciscanos.
Esto le movió a entrar en el seminario de Alcázar
de San Juan (Ciudad Real) en 1926. A los dos años, pasó al
de La Puebla de Montalbán (Toledo), donde terminó el cuarto
de humanidades. El 1 de septiembre de 1930 tomó el hábito franciscano
en Arenas de San Pedro (Ávila). Durante el noviciado se le declaró
una enfermedad de estómago que le duró varios años y
que le hizo temer por su profesión temporal, pero pudo realizarla
el 2 de septiembre de 1931. Cursó el trienio filosófico en
Pastrana (Guadalajara) y los dos primeros años de teología
en Consuegra (Toledo) entre 1931 y 1936. En ese último convento hizo
su profesión solemne el 17 de mayo de 1936. El 6 y 7 de junio de ese
año recibió las órdenes menores en Ciudad Real.
En sus diez años de vida franciscana no disminuyó
su entusiasmo por la vocación y su esfuerzo por la propia formación,
de modo que obtenía buenas calificaciones en los estudios. Su timidez
no le hacía raro en su comportamiento, ni apocado ente las dificultades.
Su enfermedad de estómago no le quitó la serenidad ni el humor.
Muy sencillo, franco, influenciable, amable y respetuoso con todos, era notoriamente
piadoso. No prometía ser un talento, pero sí un franciscano
celoso del bien de las almas y un modelo de santa simplicidad. Un encanto
de sencillez, de piedad y devoción son sus cartas, en las que se manifiesta
contentísimo de su vocación y dispuesto al martirio. En el
momento supremo de su inmolación y la de sus 19 hermanos el 16 de
agosto de 1936, Fr. Saturnino fue quien oró con este grito de fortaleza:
«¡Perdónales, Señor, porque no saben lo que hacen!».